14. PEDIR PERDÓN

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—No me apetece nada ir a pasar el fin de semana con tu madre—conducía James y Tyler iba estirado en la parte de atrás, a disgusto.

—Vamos ¿No quieres ver a tu padre?—rió James, condescendiente conmigo.

—No.

Pararon unos minutos mientras Tyler refunfuñaba y James dejaba atrás la salida de Queens y seguía hacia el norte.

—A mi tampoco me apetece ir, pero David y Emma estarán allí y no quiero que Andy se sienta rechazada—suspiré yo—. Me ha costado mucho mantener una relación cordial con ella.

—Ya.

—Venga, no será para tanto—añadió James—. Seguro que solo quieren comer o cenar todos juntos un día. Es fin de semana y verano, no van a estar todo el día encima de nosotros, y así podremos ver a los chicos y bañarnos en la playa... Será divertido, a mi me apetece mucho.

—Sí tú lo dices—Tyler estaba de mal humor y nos iba a costar mucho que cambiara de actitud.

— ¿Y si nos quedamos en East Hampton?—propuso James—. Tú padre vive en West con Andrea. No habrá nadie en la casa, podemos quedarnos allí. Además seguro que David y Emma se quedan en casa de tú madre—me miró de reojo—. No creo que allí haya sitio para los tres.

—Vuestros padres viven allí—arqueé una ceja.

—No, ni hablar—refunfuñó Tyler.

—Lo que Tyler quiere decir es que ahora somos pareja, vivimos justos, estamos como casados—él rió—. No nos parece bien que nos separemos ni siquiera aquí.

—Bien—me encogí—. Nos quedaremos en la casa de campo. ¿Qué dices Tyler? Después de todo es tu casa.

—Andrea y mi padre se casaron en gananciales, así que ahora es tu casa por derecho tanto como mía—se quejó él.

—Tú padre ya tenía esa casa antes de casarse—repuse—. No creo que eso funcione así. De todos modos solo buscaba tu aprobación.

—Yo no apruebo este viaje, así que hacer lo que queráis—respondió y luego cerró los ojos.

James y yo no dijimos nada más en todo el viaje. El chico condujo directamente hacia South Hampton y luego aparcó en la casa. Tyler saltó del coche, agarró las maletas y corrió hasta dentro sin esperarnos.

—Es un gruñón—James me agarró de la cintura y me apretó contra él una vez fuera del coche—. Ya se le pasará.

—Lo sé—me alcé sobre los talones y le robé un beso.

Luego su teléfono comenzó a sonar dentro de su pantalón y lo noté vibrar. Me aparté y sonreí pícaramente mientras él se encogía de hombros y lo sacaba sin más.

—Es Peer, le dije que íbamos a venir—sonrió mientras yo volvía al coche.

—Voy a casa de Andy—me subí en el coche y cerré la puerta—. Luego nos vemos.

James me hizo un gesto con la mano, asintió y luego se giró y comenzó a hablar por el móvil. Yo arranqué y salí de allí. Quince minutos después, aparqué en la calle donde Andy vivía en West Hampton, detrás del coche de David, que sin duda había llegado, y bajé del coche. Suspiré y llamé a la puerta.

—Dave—saludé en cuanto él hombre me abrió la puerta.

—Hola, que alegría verte—el hombre dio un paso hacia delante e inesperadamente me dio un abrazo—. Pasa, te estábamos esperando.

Sol de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora