7. HOGAR

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¿Qué tal el fin de semana?—me preguntó Emma el lunes por la mañana mientras dejaba una caja de cartón junto a la puerta—. Esta es la última.

Toda la casa estaba impolutamente limpia y vacía ya. Ella tenía sus cosas guardadas en cajas con una señal roja en el lateral y yo tenía las mías en cajas idénticas pero con una señal de color azul. Todas las cajas estaban colocadas unas encima de las otras junto a la puerta, incluidas las dos maletas con la ropa de Emma y las dos maletas con mi ropa.

En total me llevaba de aquella casa, cuatro cajas de cartón, dos maletas y un montón de recuerdos, tanto buenos como malos. Tampoco habíamos vivido en aquel apartamento tanto tiempo como para añorar su consistencia, pero sí que iba a echar de menos vivir con Emma.

— ¿Qué me llevo, preciosa?—escuchar a mi hermano llamar preciosa a Emma fue de los más desconcertante.

David metió medio cuerpo dentro de la casa y nos sonrió a ambos. Emma se giró y vi el brillo en sus ojos, estaba muy enamorada.

—Todas estas cajas—respondió ella señalando sus cosas.

—Ah—receló mi hermano viendo la cantidad de cosas que tenía Emma, sus cajas doblaban en número a las mías—. Vale.

Mi hermano fue sacando caja a caja todas las pertenencias de mi amiga. Ella miró de corrillo todo salón y luego se acercó a mí.

— ¿En serio no quieres que acerquemos tus cosas a tu nuevo apartamento?—insistió—. David y yo podemos volver en una hora o así y te ayudaremos a llevarlo todo.

—Da igual—negué con la cabeza—. Además, ahora no tengo tiempo. Hoy vuelvo al trabajo y no quiero llegar tarde. Déjalo aquí, volveré a por las cajas cuando salga de trabajar.

— ¿No se supone que ellos deberían ayudarte con esto?—mi amiga puso cara de gruñona y las manos sobre la cintura.

—Tyler sigue en West Hampton, tenía que rellenar documentos para que le concedieran el traslado a Manhattan. Y James tenía una entrevista de trabajo.

—Me suena a excusas—ella sonrió y luego me abrazó fuerte—. Te voy a echar de menos.

—Y yo—admití—. Pero no es para tanto, nos vamos a seguir viendo.

—Pero ya no será lo mismo—ella se separó y una lágrima resbaló por su mejilla—. Yo me voy a Brooklyn con tu hermano y tú te marchas a la zona rica de la ciudad.

—Quedaremos para comer o para cenar o para tomar una copa—cité—. Te llamaré a menudo. No nos vamos a distanciar. David vive en Brooklyn desde hace tiempo y sigue siendo mi hermano. Tú seguirás siendo mi amiga aunque te vayas a china.

—Ahora soy tu cuñada—me guiñó un ojo y yo puse los míos en blanco y agarré mis cosas.

—Prefiero que ante todo sigas siendo mi amiga—me acerqué y la besé en la mejilla—. Tengo que irme. Cuídate.

—Y tú—ella asintió y se cruzó de brazos allí en medio mientras yo me marchaba al trabajo.

Agarré mis maletas y luego bajé los escalones a toda prisa. Dejé allí las cajas, con más tiempo para hacer la mudanza volvería a por ellas, pero necesitaba mis maletas, por que en algún momento iba a tener que cambiarme de ropa. Me despedí de David con una mano—el pobre se peleaba con el maletero para poder acomodar todas las cosas de Emma—y luego crucé la calle, metí las maletas en el maletero y subí al coche. Arranqué y me puse de camino a la galería. Me costó un poco de maña volver a conducir, por que siempre era Emma quien se llevaba el coche, quien me llevaba y me recogía de camino a sus clases de diseño, pero supongo que de ahora en adelante era algo a lo que debía acostumbrarme.

Sol de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora