1 - La próxima vez.

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Ese día llovía a mares, y yo llegaba tarde a mi entrenamiento. Para colmo de mares mi adorable hermano se había negado a llevarme al dojo en su moto, cosa que me hubiera ahorrado un paseo considerable, y probablemente un resfriado. Como venganza, me había puesto su sudadera y pantalones de deporte favoritos.

Llevaba años entrenándome en el dojo de los Sano, donde me había hecho suficiente amiga de Mikey para que accediera a patearme el trasero de vez en cuando para entrenarme. Aunque me iba acercando a su nivel, y hasta lo reconoció la última vez. Dentro poco serían los exámenes del primer dan, y estaba dispuesta a todo para conseguirlo. Gracias a Mikey lo haría.

Antes de torcer la última esquina que me dejaría delante del dojo, noté unos gritos que venían de un parque cercano. Al final, con las prisas de la lluvia, había llegado antes de lo previsto y tras comprobar el tiempo que me quedaba, me dirigí a husmear.

"Otra vez estos malditos pandilleros creando jaleo..."

Un grupo de tres chavales había arrinconado a un pobre desgraciado, que intentaba defenderse con todas sus fuerzas - inútilmente, todo sea dicho - de los golpes de sus adversarios.

Esta es una de las cosas que más odio de los hombres, cualquier idiotez la resuelven a puñetazos, sin hablar. Y además, sabiendo que eran pandilleros, seguro que era una idiotez.

Iba a alejarme y a dejar a esa pobre criatura a su suerte, cuando escuché a uno gritar:

-¡Vale ya! ¡Lo vas a matar! ¡Detente!

Al volverme, vi como dos de ellos habían detenido sus golpes, e intentaban sujetar al tercero, más alto que los otros - también de forma inútil. El más alto estaba sentado encima de conjunto de moratones y heridas que quedaba de lo que antes había sido un chaval, con los nudillos ensangrentados, sin parar de dirigir golpe hacia la cabeza.

-¡Nosotros nos piramos! ¡No queremos saber nada de esto, tío!

Los dos que habían detenido la paliza se acercaron a mí, quejándose por lo bajo de la brutalidad del que quedaba en el parque, incluso lastimándose por la pobre víctima.

Casi sin pensármelo - debí haberlo hecho, luego tendría repercusión en el dojo - salté hacia donde estaba el larguirucho, me quité la bolsa de deporte y se la lancé a la cabeza, pillándole desprevenido. Aún así, cogió la bolsa con una mano, lo suficientemente rápido para que no le diese en la cara, y me la devolvió, con tal fuerza que detuvo mi carrera hacia él.

-¿Y tú quién coño eres?

Fue entonces cuando lo vi. Tenía la cara delgada y alargada, los ojos tan rasgados que parecía un felino. Pese a estar sentado, pude tantear su altura, sobre el metro noventa. Vestía unos pantalones negros y una camisa blanca, y tenía un pendiente en el lóbulo. Además, aunque estuviesen manchadas de sangre, pude ver sus manos tatuadas con las palabras "pecado" y "castigo". Su mirada me penetró, me dejó helada en el sitio, sin poder moverme. "Mierda, si que da miedo este tío".

-Creo haberte hecho una pregunta, enclenque - me miró con un odio profundo mientras se levantaba, centrando su atención en mí.

El chaval que tenía debajo intentó aprovechar la situación para escapar, arrastrándose por la arena, pero aquella bestia enorme, larga y llena de un odio que no me podía explicar, lo notó, y lo frenó pisándole la cabeza con fuerza. El chaval dejó de moverse.

-Está bien, te mataré a ti también, estorbo.

Crujió su cuello y nudillos mientras se acercaba a mí. Tenía la pinta total de un depredador, deleitándose con la vista de una nueva presa.

Checkmate | HANMA SHUJI | TOKYO REVENGERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora