5 - Pastel.

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POV HANMA

Me quedé recostado sobre la puerta de entrada del restaurante, observando a la gente pasar. Riendo, comiendo, hablando tranquilos. Qué molestos.

Kisaki me había avisado que es mejor mantener la mente fría, alejarme de cualquier persona que me alejase de nuestro objetivo, su objetivo. Yo no era más que una pieza más de el tablero de ajedrez que había en su cabeza. Un perfecto juego, con todos los turnos predichos antes de que comenzase a correr el tiempo. Era increíblemente divertido y excitante formar parte de todo, y no quería que acabase.

Pero, en mi búsqueda de esa excitación, nunca era suficiente, siempre faltaba algo. Algo que manipular a la gente desde la sombra, hacerles perder la cabeza y corromperlos no acababa de llenar. Ni eso, ni las peleas. Pero ahí entraba ella en juego.

La primera vez que la vi, me bloqueó al instante, sin que yo pudiera hacer nada. Era lo mismo el hecho de que fuese una chica o no, lo hizo. No es algo que haga mucha gente, de hecho, sólo podían hacerlo algunos pandilleros importantes, bastante más mayores que yo. La segunda vez que la vi, estaba apartada en la calle, casi con miedo. Toda la valentía que había demostrado se desvaneció, y volvió a aparecer en cuanto la vi. Y ahora había sido extremadamente cortés y agradable, incluso cuando había intentado molestarla, para luego volver a encararme como si no fuese nada. Me enfermaba, y me hacía querer golpearla.

Supongo que había ideado un plan para tardar más dentro, y que yo me fuera a casa, vencido. Y la verdad, estuve a punto de hacerlo cuando se demoró más de dos horas en salir. Sin embargo, en la puerta lateral, cerca de los cubos de basura, estaban cuatro individuos quitos, cuchicheando entre sí, y no me daban buena espina.

Cuando reconocí el sonido de un puñetazo me asomé, y la vi arrinconada contra la pared. Después, todo fue borroso, corrí hacia ellos.

No podía caer ante ellos, no podía caer ante nadie que no fuese yo. Era mi derecho. Yo estaba por encima de todos ellos y aquí se seguía la regla del más fuerte.

No sé en qué momento grité un "Ella es mía" mientras me quitaba de en medio a uno de esos indeseables, pero al verle de reojo, comprobé que se había puesto roja. Y de pronto, usó su cabeza para golpear a la persona que la estaba reteniendo, y sangró. Esa sangre debía ser mía.

Al acabar con esos tres, o más bien espantar, me fijé en ella. No estaba en condiciones de pelear. Parecía cansada, tenía una brecha en la cabeza y, además, me fijé en las marcas de sus brazos. Al fin y al cabo, era una chica.

No me importaba jugar con ventaja, nunca lo había hecho. De hecho, podía hasta disfrutarlo. Pero no quería eso ahora, lo suyo tendría que ser real. Me lo debía.

Intenté llevarla a mi casa, que no quedaba muy lejos de ahí, pero se negó, y al final, pese a que no quería, la agarré del brazo, teniendo sumo cuidado después de presionar por error las zonas donde estaba amoratada, y casi la arrastré conmigo.

Mi piso no tenía mucho, y lo que podría haberme causado más problemas que descubriera estaba guardado en una habitación especial, pero, por seguridad, la llevé a la habitación mas alejada, y le curé allí las heridas.

Todo fue en silencio, incluso en el camino de vuelta a su casa. Intenté mostrarme distante, pero la verdad es que una parte de mi deseaba hablar con ella, pero, ¿de qué?

Había dejado claro en el callejón que no quería cuentas con un pandillero, así que la opción de hablar sobre mi estaba descartada, y tampoco me pareció una buena idea preguntarle por los golpes, ya que se los había causado yo. "Mierda, qué complicado es hablar con las mujeres".

Checkmate | HANMA SHUJI | TOKYO REVENGERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora