10 - Amigos.

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La noche fue horrenda, no pude conciliar el sueño, y cuando por fin conseguí dormir, no tuve buenos sueños.

A las 7 a.m. ya estaba totalmente despierta, sin poder volver a echar una cabezada. Tenía pensado usar mi día libre para dormir y descansar, demasiadas emociones fuertes en tan poco tiempo, pero mi cerebro había decidido sin consultar que no iba a ser así. A las 8 estaba harta de dar vueltas en la cama, así que me levanté.

Mi hermano estaba en el comedor, desayunando en silencio, con el ceño fruncido. Tenía cara de hacer pasado mala noche, al igual que yo.

- Lo siento - dijo sin mirarme, levantando su taza -. Ayer estaba irritado, los vecinos van a venir a quejarse.

- Pues párteles las piernas - respondí cerrando la puerta de la nevera -. Y que no den por culo.

- Qué agresiva te pones cuando no has desayunado - rio, acabándose su tostada -. Siento lo de ayer, estaba cabreado. A veces no puedo con el papel que tenéis Mitsuya y tú de mediadores en el grupo.

- Alguien tiene que ser el maduro para cuidaros a todos, que sois unos críos - me senté a su lado y comencé a desayunar en silencio. Es verdad, al igual que no podías hablarle a mi mellizo cuando no tenia un "buen día de pelo", a mi nadie podía hablarme sin desayunar, porque capaz era de arrancar cabezas -. Como sea, ¿qué haces despierto?

- Mamá me ha regañado por no estar estudiando - susurró, avergonzado. Ahí estaba, mi hermano, capitán de la primera división de una de las pandillas más importantes del momento, aterrorizado por una bronca de nuestra madre. Sencillamente, increíble.

- Casi haces que me atragante - solté una carcajada -. ¿Vas a pasar el día entero estudiando? ¿Se acaba el mundo y yo no me entero?

- ¿¡ACASO QUIERES MORIR, FEA!?

Salí corriendo del comedor esquivándolo, y me metí en el baño para arreglarme. Yo tenía que salir a despejarme, necesitaba aire fresco. Lo mismo llamaba a Emma para ir de compras.

Me coloqué unos vaqueros cortos y una camiseta ancha blanca, las vans y cogí la mochila.

Antes de llamar a Emma, revisé las notificaciones de mi teléfono: no había ningún mensaje de Shuji. Tal vez seguía durmiendo, o tal vez no había querido contestarme. Lo mismo todo era una broma de aquel rubio gafotas, y yo había picado como una idiota, que sería lo más probable.

Recogí una carta de mi mesa, que había escrito días antes. Si tenía que salir, podría aprovechar para enviarla.

- Voy a enviarle una carta - asomé la cabeza al cuarto de mi hermano. Se había recogido el pelo en una coleta y estaba peleándose con algún tipo de ejercicio -. ¿Quieres mandarle algo tú?

- Envié la mía hace unos días - no se giró, seguía con la mirada fija en el ejercicio. Su tono de voz era grave, no sé si mostrando molestia por haber sacado el tema, o por la frustración de los deberes -. ¿Por qué sigues intentándolo? Nunca te responde.

- Porque sigue siendo mi amigo - miré el sobre entre mis manos. Llevaba dos años enviando cartas cada semana o dos al reformatorio, pero nunca había obtenido respuesta, ni una sola vez. Aún así, debía de sentirse muy solo, y escuchar cosas de fuera podría sentarle bien. O eso es lo que a mi me gustaría que pasase, estando en su lugar -. No quiero que se olvide de mi cuando salga. Me marcho ya, nos vemos luego. Avísame si quiere cualquier cosa.

- Y tú si te pasa algo.

Había acordado encontrarme con Emma y otra chica, Hinata, en el centro comercial, donde pasaríamos el día entre compras y el cine. Hacía mucho tiempo que no conocía a nadie nuevo, así que me alegró que propusiera a alguien. La perspectiva de poder olvidar durante unas horas todo para conocer a alguien nuevo, y que no estuviese metida en el asunto me encantaba.

Checkmate | HANMA SHUJI | TOKYO REVENGERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora