Capítulo 7

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Resumiendo, me hice un tatuaje conjunto con Aaron y me obligó a tatuarme una fecha rarísima.

Mi casa suele estar desordenada cuando unos caníbales vienen a dormir en ella por lo que no puedo ensayar.

Ahora mismo estoy en la habitación que no utiliza Aaron de su casa para hacerlo.

—¿Algún día me explicarás qué significa esta fecha? —señalo el tatuaje de mi brazo.

—Sí —se levanta del suelo y se acerca a mí—. Algún día lo haré, pero aún es muy pronto —me sonríe.

—Mierda, hoy tengo que trabajar. —me cruzo de brazos.

—No vayas.

—Es lo mismo que si te digo yo a ti que no vayas a los entrenamientos.

—¿No quieres que vaya? —frunce el ceño—. ¿Por qué no me lo has dicho? No hubiera ido.

Lo miro mal y él pone los ojos en blanco.

—Ven. —lo agarro de una mano y lo acerco más a mí.

—¿Qué haces? —enarca una ceja, mientras lo coloco en su posición.

—Vamos a bailar.

—No.

—No era una pregunta, era una afirmación —pongo los ojos en blanco.

—No sé bailar.

—Y yo no sé jugar a fútbol, estamos empate. —niego con la cabeza.

—Pero yo no te obligo a jugarlo, pequeñaja.

—¿Quieres ponerte bien? —le doy un manotazo y él se acerca a mí con mala cara.

—Bueno... a ver, pequeñaja. ¿Cómo se supone que tengo que moverme?

La música empieza a sonar y él parece demasiado perdido.

—Bachata, ¿sabes lo qué es? —enarco una ceja.

—Hasta ahí llego. —entrecierra los ojos.

—Haz lo mismo que haga yo.

Él parecía aún perdido, hasta que nos empezamos a mover al ritmo de la música. Aún le costaba pillar el ritmo, pero a mí el bailar con él me bastaba.

—No vuelvo a bailar en mi vida. —apaga la música.

—Ojalá hubiera grabado esto. —me río.

Él se acerca a mí y me abraza por la espalda, apoyando la barbilla en mi cabeza.

—Una pregunta —ahora baja la cabeza hasta llegar a mi oído—. ¿Nosotros qué somos?

La pregunta me ha pillado por sorpresa. La verdad es que me lo he pasado tan bien estos últimos días que si he pensado en ser algo serio.

Pero no estaba preparada y se me notaba.

—¿Qué quieres que seamos? —lo miro.

—Tal vez... si damos otro paso... —me suelta y se pone enfrente mía—. Pero no quiero agobiarte, ¿sabes?

—Tal vez sería mejor esperar... —aparto la mirada—... no estoy preparada y lo sabes.

Él me pone mala cara

—¿Si te regalo un perro aceptas ser mi novia? —enarca una ceja, bromeando.

Me acerco a él y le pongo una mano en la mejilla. Nuestras miradas se mantienen por un rato hasta que él baja los ojos a mis labios.

—No necesito un perro para aceptar ser tu novia. Pero deberíamos esperar un poco más.

Él parece relajado y satisfecho con la respuesta porque tiene una sonrisa en su cara.

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