Extra 1

788 63 8
                                    

Es 22 de mayo y estoy con Aine, una chica que conocí hace mucho en una escuela de baile. Es muy amiga mía y me ayuda en todo porque yo no puedo ni moverme.

—A ver, Claudia, poco a poco. —Me extiende las manos para ayudarme a levantarme.

—¡Estoy muy gorda! —Me quejo.

—Ya queda menos para el parto.

—Sí, gracias. Me has ayudado mucho con eso. —Ironizo.

Después de levantarme y andar tres pasos para ir a la cocina noto un chorro cayendo por mis pantalones.

Miro hacia abajo y veo todo lleno de agua.

—Mierda.

—¿Qué ocurre? —Pregunta Aine detrás de mí.

—He roto aguas.

Y pum, de pronto, una contracción que casi me deja tirada en el suelo. Aine me ayuda a moverme y juntas vamos hacia su coche.

Ella conducía lo más rápido que podía, esquivando los coches a una velocidad sorprendente.

Las contracciones no paraban y cada vez eran más dolorosas.

Los médicos no tardaron en ayudarme cuando salí del coche. Me recogieron y me tumbaron en una camilla. Ahora estaba sola porque Aine se había ido a aparcar el coche.

En menos de cinco minutos estaba en una habitación para mí sola, con mucho médicos alrededor.

—Señorita, este parto le va a doler. —Me informa un médico.

—¿Por qué? Solo es un parto.

—Está embarazada de mellizos, estos partos casi siempre suelen ser difíciles.

De nuevo una contracción. Aine había entrado a la habitación hace poco y yo no podía concentrarme en lo que los médicos me decían.

—Señorita, me temo que es la hora del parto. —Me dice un médico.

No me había dado cuenta que ya habían pasado unas cuantas horas desde que llegué al hospital.

—¿Quiere epidural?

—¡No, no, no! —Niego varias veces con la cabeza—. ¡Sacarme esto ya!

Los médicos me acomodaban y me explicaban todo lo que tenía que hacer.

Intentaba empujar con todas mis fuerzas pero me era casi imposible por el dolor.

—¡Venga, rápido, ya ha salido el primero! —Gritaba un médico.

De pronto es como si no escuchara nada y no sé de donde, pero una fuerza en el interior hizo que sacara al último niño a la primera.

****

Me despierto en otra habitación. Aine está al lado mío con dos niños en brazos.

—Aine...

—Claudia. ¿Cómo estás?

—No lo sé...

—Te has desmayado después del parto, pensaba que te habías muerto. —Me extiende a los dos niños—. Mira.

Me incorporo un poco para cargarlos. No soy una chica que diga que los bebés recién nacidos son bonitos, pero estos dos, juro que son las cositas más bonitas que he visto nunca.

—Creo que se nota, pero el chico es el de la toalla azul y la chica la de la toalla rosa. —Comenta Aine.

—Mis niños... —Sonrío y unas lágrimas caen por mis mejillas.

ÚnicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora