Capítulo 8

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A las únicas personas que les dieron el alta fueron a Tara y Daniel. Ahora mismo estamos en el coche de Daniel yendo al cine.

—Ya tengo las películas. Las dicto. —dice Tara.

—No pienso ver ninguna de miedo. —contesta Wanda. A la pobre le ha tocado ir en medio de Hugo y yo y va muy incómoda por el poco espacio.

—Fuera planes de cual escoger. Tenemos la película de Viuda Negra.

—Ya la he visto. —digo mientras miro la ventana. Cuando me doy cuenta todos están en silencio y mirándome, excepto Daniel que está con el ceño fruncido.

—¿Cuándo has ido al cine? —dice Hugo, mientras se cruza de brazos.

—Y por si no fuera peor, ha ido sin nosotros —contesta Wanda, indignada.

—Seguro ha ido con Aaron a verla. —habla por primera vez Daniel.

—Pues no, listos —entrecierro los ojos—. La he visto en una página pirata. Y si seguís molestándome os hago spoiler.

Todos parecen callarse y centrarse en sus cosas.

—Si tuvieras que vivir con el mismo superhéroe que empiece por la inicial de tu nombre, ¿cuál sería? —pregunta Hugo—. El mío sería Hulk.

—¡Thor! —contesta Tara, emocionada.

—Doctor Strange. Me encanta ese tío. —dice Daniel, sonriendo.

—Iron Man —contesta Wanda.

—Que pena que este muerto... —bromeo. Estas palabras hasta me han dolido a mí.

Todos empiezan a quejarse por eso y a montar un alboroto.

—Claudia, ¿y tú? —pregunta Hugo, malhumorado por mi comentario.

—Ningún superhéroe tiene la C —me cruzo de brazos—. Ostia... ¡CAPITANA MARVEL Y CAPITÁN AMÉRICA!

—Ya le ha dado el venazo de estar contenta. —dice Tara, mientras se lleva las manos a la cara.

—¿De que Team sois? —pregunta Hugo otra vez— ¿Team Iron Man o team Capitán América?

—Iron Man —décimos Tara y yo a la vez.

Los tres restantes eran team Capitán América. Pero no podíamos discutirlo porque ya estábamos en el cine.

—No me apetece ver una película que ya he visto. Os espero por aquí —me paso la mano por el cuello—. Daniel, pásame las llaves del coche. —extiendo la mano.

—¿Sabes conducir? —frunce el ceño.

Lo miro mal.

—Claro que sé conducir, ¡desde los dieciocho!

—¿Y cuántos tienes ahora? ¿Veinte? —bromea.

—Veintitrés —vuelvo a mirarlo mal—. Dame las llaves o te lo quemo —le hago un gesto con la mano para que me las de.

Él se las saca del bolsillo y me las da con mala cara. Por último todos van a ver la película.

Son dos horas más o menos de película, así que aún tengo tiempo para hacer lo que quiera.

Me meto en el coche y lo arranco, decido ir a ver a Aaron.

Antes de llegar me encuentro con una escuela de danza. Detengo el coche y me acerco a la puerta. Entro y mi mirada pasa por todos los cuadros que hay.

Me dirijo hacia la habitación donde se escucha música. Son adolescentes de entre dieciséis y dieciocho años.

Me doy cuenta de que no soy la única y que hay más personas mirando. Pero parecen familia de cada persona.

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