Sumida en mis pensamientos no me di cuenta que nos habíamos quedado a solas, incluso Josh se había marchado para cenar en el comedor de aquella guarida y el silencio atroz me hizo volver a la realidad y ver que en aquel laboratorio sólo estábamos Declan y yo acompasados por los latidos de mi corazón que emitía el ordenador.
Sin esperarlo mi pulso se aceleró al ser consciente de ello y noté que Declan se levantaba para comprobarlo. No había mencionado palabra alguna, simplemente se había acercado y fijó la vista en la pantalla para ver si se trataba de algún error, posteriormente me observó y se acercó para inspeccionar mis pupilas.
—Estoy bien —dije antes de que pudiera preguntar nada o hacer algo.
—Tu pulso está acelerado, necesito saber si es consecuencia de una reacción a la anestesia —decretó con tono serio.
Parecía concentrado, nada que ver con el hombre dulce y amable que había conocido tiempo atrás. Quizá esa parte de él se habría esfumado para siempre tras sentir que lo había traicionado.
¿Le había traicionado realmente? Nunca supe si podría o no confiar en él y a día de hoy seguía sin hacerlo, ¿Cómo podría confesarle que el azambar no había surtido efecto a quien precisamente lo creaba y distribuía para que continuara aquel infierno?
Sus dedos comenzaron a explorar mi rostro y posó los pulgares en mi nuca.
—Estás tensa —decretó.
—Tal vez sea la postura —mentí—. No puedo relajarme con todos estos cables rodeándome.
Si dudó de mi respuesta no me lo hizo saber, pero me empezó a quitar algunos parches de las piernas.
—Tal vez descanses mejor así, realmente estos no son tan necesarios, si no ha dado muestras de alarma en estas tres horas, no habrá riesgo —dijo en tono neutral—. Te dejaré los del pecho y la sien para que midan tus latidos y actividad neuronal —añadió como si quisiera informarme.
—Está bien —contesté con un hilo de voz tan fino que casi no salía de mi garganta.
Declan acercó sus labios a mi frente y los posó delicadamente.
—No pareces tener fiebre —mencionó más para sí mismo que por decírmelo a mi—. Eso es buena señal—. Asentí como si estuviera de acuerdo con él pero no hice nada más, ni moví un solo músculo de mi cuerpo porque estaba completamente rígida por su cercanía. Traté de respirar hondo, de calmar aquel estado de inquietud que él me provocaba porque mis latidos eran delatadores y lo último que necesitaba es que se diera cuenta de ello—. He recordado algo, quizá no sea nada pero necesito que me expliques específicamente como fue el dolor de cabeza que sentiste cuando estuviste en mi casa un par de días antes de marcharte. Tal vez sea algún efecto neuronal a consecuencia del azambar, pero necesitaré estudiar a fondo las posibles variables. Si me explicas como fue...
—No tuve ningún dolor. Fingí tenerlo —dije sin mirarle porque yo misma me avergonzaba en parte de tener que admitirlo.
El silencio se prolongó durante un par de minutos y pensé que no diría nada más, que simplemente se alejaría y lo dejaría estar.
—¿Por qué?, ¿Tan repugnante te resultaba que te tocara? —preguntó en cierto tono de ira.
—¡Acababa de saber que tu familia había creado el azambar!, ¡Que tu mismo te beneficiabas continuando su fabricación!, ¡Incluso tenías en casa esa maldita droga que ha condicionado toda mi vida!, ¿Cómo querías que me sintiera? Tenía que guardarme para mi misma la rabia y el rencor, ¿Acaso puedes imaginar como me sentí al saberlo? —grité furiosa.
Declan frunció el ceño extrañado.
—Tu sabías perfectamente quien era yo.
Reí cínicamente ante su respuesta y él pareció estar más confuso.
—Intenté quitarme la vida cuando nos acorralaron a mi compañera y a mi porque prefería la muerte antes que someterme a esa maldita droga que me arrancaría la voluntad. Adopté el nombre de Java en honor a ella que murió en combate y fingí que el azambar me había hecho efecto porque necesitaba seguir con vida para cumplir la promesa que le hice a mi hermana de regresar a su lado —contesté fijando mis ojos en esa mirada gris—. Si hubieras tardado solo un minuto más en llegar a la casa de tu hermanastro, lo habrías encontrado sin vida. Puedes decidir no creer ni una sola de mis palabras, pero esa es la única verdad que hallarás.
Declan parecía pensativo, como si estuviera meditando lo que acababa de decirle para determinar si podría ser cierto o no.
—¿Por qué te entregaste a mi Andra?, ¿Por qué lo hiciste realmente? No te lo pedí. Te di la oportunidad de negarte. Había creído que solo fingías deseo por complacerme, pero ahora no dejo de martirizarme pensando porqué me hiciste creer que realmente lo deseabas —Su voz era la de alguien con el orgullo herido, como si realmente le afectara.
—¿Y eso que importa? Te di lo que deseabas, lo único que te importaba de mi —reclamé con la mirada altiva—. ¿O acaso no pensabas deshacerte de mi?
Declan pareció confuso y de pronto se acerco tanto que su nariz rozó la mía.
—¿Crees que te habría buscado incansablemente durante días si me hubiera querido deshacer de ti?, ¿Crees que habría seguido el rastro de ese maldito mapa que trataste de romper y tirar a la papelera para no encontrarte al final del camino? Si crees por un instante que tenía la intención de deshacerme de ti, es que no comprendiste absolutamente nada —rugió realmente enfadado.
—¿Qué es lo que no comprendí? —susurré percibiendo su aliento en mis labios.
—Ya no importa. Nada importa —mencionó tratando de alejarse.
—Te deseaba —dije entonces haciendo que dirigiera de nuevo su vista hacia mi—. Me entregué a ti porque realmente te deseaba.
Sus labios se lanzaron sobre los míos en un ataque posesivo del que me resultó casi imposible respirar al notar la presión en mi pecho de conmoción absoluta. Era como volver a casa, sentir la sensación de sed completamente saciada. Declan me alzó para acércame a él y colocarse entre mis piernas de manera que su cuerpo se pegó al mío con tanta intensidad que era imposible no ser consciente del bulto que había en su entrepierna.
—Debería detestarte. Debería odiarte. Debería sentirme repugnante por desearte de este modo, pero mi voluntad pierde la razón cuando estoy contigo y me aborrezco a mi mismo por ello, aunque quiera no puedo evitar desearte de este modo. —Sus palabras eran susurrantes, parecía una expresión en voz alta de sus pensamientos.
Tal vez debería sentirme herida con aquella confesión, pero yo misma había padecido lo mismo, incluso había estado en esa tesitura. Declan me deseaba del mismo modo que yo, probablemente para él solo era eso; deseo, no podía albergar ningún sentimiento que no fuera la más pura atracción carnal.
¿Realmente necesitaba más?, ¿Exigir más? Ciertamente no.
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C O H I B I D A
Science Fiction"Demostrar que éramos más inteligentes fue el principio del fin. Ahora solamente podíamos aspirar a ser mercancía con la cual traficar o simplemente muñecas de papel en manos desconocidas"