—Abre la boca —jadeó apartándose levemente para volver a unir de nuevo sus labios con los míos y entonces sentí como su lengua se adentraba entrelazándose con la mía en una fusión asombrosa que me hacía sentir vibrante.
«Así debía saber el paraíso» pensé cuando noté sus manos sobre mi cintura acercándome hacia él, comprobando que su cuerpo era firme, todo él era puro músculo bajo aquella ropa.
Quería tocar sus hombros, rozar sus cabellos con mis dedos para entrelazarlos ya acercarle aún más a mi, pero mi conciencia no dejaba de gritar que no sabía si podía hacerlo, aunque mis ruegos parecieron hacerse realidad cuando él colocó una de sus manos sobre mi nuca y me apresó ferozmente la boca con autentica voracidad.
El calor comenzó a expandirse por mi cuerpo sintiendo oleadas de fuego arder dentro de mi ser. Su lengua se mezclaba con la mía proporcionando un inaudito placer y de pronto sentí como se abalanzaba sobre mi cuerpo conforme era apresada entre aquel sofá y su cuerpo hasta que un leve gemido se escapó de mis labios sin lograr evitarlo, pero todo aquello era demasiado para mi y el cúmulo de sensaciones que de pronto habían invadido mi ser lograba anular el juicio que se suponía que debía tener constantemente.
De pronto sentí como su cuerpo abandonaba el mío y se alejaba rápidamente hasta colocarse de pie y darme la espalda mientras sus manos se detenían en su cabello como si trataran de sostener su cabeza de un modo extraño. Escuché que decía algo en voz baja, parecía una maldición pero no estaba realmente segura puesto que no había logrado escuchar realmente de qué se trataba.
—Lo siento Java —mencionó ahora dirigiéndose hacia mi—. No tenía derecho a hacerlo. No debo aprovecharme de ti —añadió sin mirarme fijamente—. Aunque no sirva de nada decirlo, espero que perdones mi atrevimiento, no volverá a suceder. Ahora puedes retirarte a tu habitación, yo recogeré todo esto —dijo siendo evidente que deseaba que me marchase.
Me levanté ligeramente conmocionada por lo que acababa de suceder y más aún porque se hubiera detenido de aquel modo e incluso me hubiera pedido disculpas por ello. ¿No tenía derecho a aprovecharse de mi?, ¿Realmente ese hombre no pensaba abusar de su poder?, ¿Cómo de diferente a los demás podría llegar a ser?
Tras llegar a la que se suponía que era mi estancia en aquella casa cerré la puerta y caminé hacia el baño, necesitaba una ducha para aclarar lo que acababa de suceder y sobre todo para borrar la sensación de inquietud que me habían dejado aquellos labios. ¿Cómo era posible que yo no hubiera querido que se detuviera? Tal vez solo fuera fruto de lo desconocido, de querer saber hacia donde podían llegar todas esas sensaciones, pero lo cierto es que anhelaba descubrirlo por más que me negase a mi misma a hacerlo. Aquel hombre surtía algún efecto en mi cuerpo que hasta ahora me resultaba desconocido, pero mi experiencia con cualquier hombre era nula. Desde que había salido del refugio solo había tenido contacto con el comandante Ryan, el doctor Reynald, el degenerado hermano de Declan y el propio Declan. Ninguno salvo este último había provocado aquel efecto en mi, era una sensación extraña que comenzaba en el estomago y ascendía paulatinamente como un escozor ardiente bajo la piel. ¿Qué demonios era eso?, ¿Qué se suponía que significaba?, ¿Tendría algo que ver con el azambar?, ¿Tal vez a ella le hiciera algún efecto extraño al esperado y esa era la causa? Estaba aturdida, conmocionada y al mismo tiempo asustada por todas las sensaciones nuevas que me abrumaban.
No importaba. Solo pasaría unos días en aquella casa antes de marcharse para encontrar a Amara y hasta entonces debía conseguir que su cuerpo no la delatara cuando se aproximaba a ese hombre que provocaba esa multitud de sensaciones cuando se acercaba.
Con aquella convicción cerré los ojos pensó en Amara, ¿Habrían vuelto Olga y Kathleen para avisar a las demás?, ¿Habrían sido interceptadas? Era incapaz de pensar en mi hermana y la absoluta agonía que debía estar sufriendo tras creer que había sido capturada y que jamás volvería junto a ella. Le había prometido regresar y yo misma había incumplido esa promesa, aunque solo fuera de forma momentánea. Me sentía atrapada en aquel lugar y por un momento había olvidado que esa era mi prioridad. Ahora me sentía culpable por ello y por dejarme arrastrar por aquellas sensaciones absurdas que ese hombre lograba suscitar en lo más profundo de mi ser. Solo existía una cosa para mi y esa era volver junto a Amara y las demás.
Cerré los ojos y me dejé arrastrar por esa sensación de firmeza hasta quedarme profundamente dormida. Abrí los ojos y me encontré con aquella niña de cabello rizado observándome fijamente, miré a mi alrededor esperando ver a Declan por alguna parte pero él no estaba, así que relajé mis músculos. Por alguna razón la pequeña Lisa no me resultaba una amenaza, aunque sentía que quería agradarle, quizá solo fuera el hecho de que llevaba años sin ver a una criatura como ella. Papá fue el último de los hombres que quedaban en el refugio y con él se acabo toda esperanza de procreación entre nosotras, sabíamos Amara y yo seríamos las últimas.
—Tú no eres como Margaret —mencionó Lisa observándome con aquellos ojos ligeramente verdosos.
Aún llevaba lo que intuía sería el pijama de dormir ya que tenía dibujos llamativos y estaba abotonado de pies a cuello como única pieza. Tenía el pelo más revuelto de lo normal y su expresión denotaba jovialidad, la misma de una recién levantada.
Había luz en la estancia así que debía haber amanecido, pero desconocía si estaba allí porque era hora de levantarse o simplemente era una visita desconcertante.
—¿Qué hora es? —pregunté evadiendo la pregunta.
—Papá aún duerme, pero yo no tengo sueño —contestó abrazada a un libro que supuse sería su cuento favorito—. No quiero que te quedes aquí. Vete —dijo con el ceño fruncido.
Su respuesta me dejó en claro que no me deseaba en aquella casa y que mi presencia era non grata. ¿Por qué? No es que tuviera experiencia con niños precisamente, pero tampoco comprendía a qué se debía ese rechazo.
—Me iré —dije atreviéndome a contestar sabiendo que me estaba delatando—, pero aún no puedo hacerlo.
—¿Por qué? —preguntó ahora intrigada.
—Es un secreto. ¿Sabes guardar secretos? —pregunté como si se tratara de un juego. Sabía que aunque Lisa confesara aquello a su padre, éste no podría creer que yo no estuviera bajo los efectos del azambar, así que quizá con ella podría dejar de fingir y tal vez incluso me resultara de ayuda en mi huida.
—¡Si! —exclamó abriendo sus ojos entusiasmada e incluso se acercó hasta la cama.
—Tengo que averiguar donde está mi hermana —susurré en voz baja.
—¿Tienes una hermana? —preguntó ahora intrigada—, ¿Cómo es?
Iba a responder cuando la voz de Declan comenzó a escucharse algo lejos.
—¿Lisa donde estás? —oí ahora más cercana y la aludida dio un pequeño saltito sabiendo que había sido descubierta en su travesura.
—¡Ven!, ¡Sube a la cama! —exclamé alentándola con las manos y sorprendentemente lo hizo, así que la acogí en mi regazo y abrí el libro por una página al azar mientras comenzaba a leer pausadamente la página en la que se había abierto.
En el momento en que Declan se posicionó en el marco de la puerta alcé la vista para verle y él permaneció relajado dejándose caer a un lado cruzado de brazos mientras nos observaba. No llevaba camisa alguna, sino que lucía un simple pantalón largo y podía percibir a esa distancia cada uno de los músculos que definían su abdomen.
Mis ojos eran incapaces de apartar la vista de aquel cuerpo y maldecí que fuese tan irremediablemente atractivo.
ESTÁS LEYENDO
C O H I B I D A
Научная фантастика"Demostrar que éramos más inteligentes fue el principio del fin. Ahora solamente podíamos aspirar a ser mercancía con la cual traficar o simplemente muñecas de papel en manos desconocidas"