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—Me alegro entonces —dije lo más sincera que me fue posible, pero aún así mi tono de voz era seco y con falta de interés

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—Me alegro entonces —dije lo más sincera que me fue posible, pero aún así mi tono de voz era seco y con falta de interés.

—No te lo tomes a mal, en otras circunstancias me habría encantado ir porque sé lo importante que es ella para ti.

Comencé a reír solo por el simple hecho de creer que podría haberme ofendido.

—No te preocupes Sheila, lo entiendo perfectamente, es solo que me resulta difícil de aceptar la naturalidad con la que parecéis aceptar tener sexo. Quizá es porque durante todos estos años me han hecho creer que era un acto brutal y que se hacía en contra de nuestra voluntad —admití dando voz a mis pensamientos.

Sheila parecía confusa y entonces apartó mi taza de café para cogerme las manos.

—¿Nunca has practicado sexo con un hombre? —preguntó directamente y sin rodeos.

—Yo... bueno... —No sabía que decir, ¿Tal vez lo podría ocultar? —En mi refugio no existían hombres, mi padre fue el último y murió cuando aún éramos pequeñas, así que crecí pensando que que el sexo sería un acto horrible y despiadado porque así era el único modo en que un hombre trataba a una mujer en la sociedad actual. Al menos eso pensaba hasta que conocí a Declan.

La sonrisa de Sheila hizo que se relajara y cruzara los brazos observándome fijamente.

—Así que Krasner y tu... —sugirió—. No le culpo, de hecho no es de extrañar, eres preciosa y cualquier hombre desearía tenerte en su cama, lo importante es si te trató bien y te hizo disfrutar, teniendo en cuenta que fingías estar bajo los efectos del azambar quizá él...

—Lo hizo —admití cerrando los ojos por sentir culpa sin saber realmente porque la sentía.

¿Tal vez porque aún le deseaba?, ¿Quizá porque manifestaba algo hacia él que ni yo misma sabía explicar?

—¿Entonces porqué te sorprende? —exclamó—. Es cierto que la mayor parte de mujeres sometidas al azambar sufren las depravaciones que muchos hombres manifiestan con ellas, pero estamos creadas para buscar y recibir placer Andra, es algo natural, el sexo es un acto de pasión y tu misma no lo puedes negar si lo has probado —mencionó segura de si misma y entonces se acercó—. Y una vez que lo has probado, te aseguro que tu cuerpo lo reclamará de nuevo —susurró sonriente.

Tenía razón. Demasiada razón, pero no deseaba reconocer lo que mi cuerpo pedía a gritos.

—Tal vez sea porque me sentí cohibida —admití—. Nunca he conocido una comunidad donde hombres y mujeres se pudieran tratar con la misma libertad.

—Eso es fácil, ahora no tienes que fingir, ni ocultarte. ¿Por qué no eliges a un hombre de aquí?, ¿Te agrada alguno? Te aseguro que cualquiera de ellos estará dispuesto a complacerte. Jack suele ser el que más atrae a las chicas por su fisionomía, es el más fuerte de todos...

¿Jack? Creo que le había visto alguna vez, tenía un físico similar al de Ryan pero lo cierto es que no había siquiera reparado en él.

Negué con la cabeza y Sheila comenzó a hablarme de otros hombres del refugio, incluso mencionando al mismísimo Josh.

—No puedo —dije finalmente antes de que siguiera mencionando a alguno más.

—¿No puedes? —exclamó extrañada y de pronto dio un pequeño grito y se tapó la boca esperando no haber atraído la atención de la gente que nos rodeaba—. ¡Te gusta Krasner! —exclamó en voz baja—. Te gusta de verdad —afirmó.

Lo había negado hasta la saciedad, a Ryan y a mi misma, pero lo cierto es que necesitaba confesar a alguien lo que me sucedía y hallar de algún modo respuestas a lo que sentía.

—Solo me siento atraída hacia él —confesé mirando antes que nadie nos escuchara—. ¿Es eso normal?, ¡Incluso besé a Ryan esperando sentir lo mismo! No sucedió nada. ¡Nada! Me pasa algo ¿Verdad?, ¿Estoy enferma?, ¿Se puede curar? —exclamé aterrada y entonces Sheila comenzó a reír escandalosamente.

Mi aturdimiento fue tal que fruncí el ceño mientras, ahora sí, la gente parecía interesada en nosotras y entonces Sheila robó mi taza para bebérsela hasta vaciar el contenido y dejarme sin café.

—Querida amiga, no estás enferma, al menos no de una enfermedad que se pueda curar —dijo sonriente.

—¿Y entonces que es lo que me pasa?, ¿Por qué solo siento esa sensación extraña en el estómago cuando estoy con él? —pregunté deseando obtener respuestas.

—Andra —dijo seria y me rozó la mano a la vez que me miraba directamente a los ojos—. Estás enamorada de él.

 Estás enamorada de él

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