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Mis párpados pesaban, era como si tuviera sobre ellos un peso que me impedía abrirlos con facilidad, sentía que estaban pegados y que por más esfuerzo o empeño que pusiera en abrirlos era prácticamente imposible

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Mis párpados pesaban, era como si tuviera sobre ellos un peso que me impedía abrirlos con facilidad, sentía que estaban pegados y que por más esfuerzo o empeño que pusiera en abrirlos era prácticamente imposible. Oía voces lejanas llamándome, no sabía distinguirlas, pero entre ellas estaba la de Amara que gritaba incansablemente junto a las de Olga, Kathleen y muchas más, todas ellas eran de mujeres gritando, pedían ayuda, como si de algún modo yo pudiera salvarlas. Por alguna razón no podía moverme, giraba mi cuerpo en busca de aquellas voces pero era incapaz de verlas, de correr hacia ellas y la sensación de miedo se apoderó repentinamente de mi cuerpo al ser incapaz de tener algún tipo de movimiento.

Era el azambar, ¡El azambar me había hecho efecto!

—Andra, ¡Andra! —Abrí los ojos abruptamente y me encontré con el rostro de Ryan que parecía preocupado.

—Era un sueño —susurré mientras trataba de incorporarme y el dolor me impidió hacerlo—. ¡Que demonios! —exclamé arqueando mi espalda y notando el dolor justo allí

—Te hicieron algo esta mañana antes de que despertaras, llevas durmiendo dieciséis horas preciosa, ¿Tienes hambre? —preguntó de lo más atento y comprobé que estaba en la misma camilla que la noche anterior pero sin todos esos cables.

—Si, mucha —dije respirando hondo y Ryan dio un salto escapando de allí. Algo me decía que era una excusa para ver a Sheila y que mi comida tardaría un buen rato en llegar.

Sonreí de imaginarlo y coloqué los talones en la camilla para tratar de impulsarme un poco hacia arriba. El dolor existía, pero al menos era solo una ligera molestia.

—¿Necesitas un calmante? —La voz de Declan atrajo mi atención y de pronto fui consciente de que él estaba allí.

Durante varios segundos me quedé observándole, había sido real, lo que sucedió la noche pasada fue verdaderamente real y aunque apenas pudimos hablar después, lo único cierto es que ambos sentíamos la misma atracción por el otro.

Declan me deseaba. Podría detestarme y odiarme, pero era más fuerte su deseo hacia mi que el resto de cosas que le profesaba.

—Creo que puedo soportarlo, he recibido puñetazos que han dolido más que esto —dije recordando mis primeros entrenamientos cuando aún era una novata que no sabía esquivar los golpes.

—¿Quién te maltrataba? —preguntó conmocionado.

—Nadie. Era parte de la rutina de entrenamiento, necesitaba estar preparada para el mundo al que iba a enfrentarme cuando tuviera que salir junto a mis compañeras en las misiones, pero por mucho que me formara, nadie podía prepararme para la cruda realidad.

—No vi ninguna marca en tu cuerpo —mencionó como si no creyera mi historia.

—Aprendí rápido a esquivarlos —sonreí, pero él no pareció hacerlo—. ¿Dónde está Josh? —pregunté al darme cuenta de que estábamos completamente solos.

C O H I B I D ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora