Lisa parecía tranquila a pesar de que no hubiera visto a su padre aún despierto. Quizá confiaba en mi palabra o tal vez su curiosidad hacía que olvidara parcialmente el hecho de que su padre se encontrara dormido. Mientras jugaba con los únicos dos niños que existían en el recinto, Sheila se aproximo a mi lado para susurrar en voz baja.
—Lía te reclama, el sujeto está despertando y desea que estes presente por si surgen problemas —mencionó en mi oido y supuse que lo hacía para que la pequeña no se enterase de que su padre estaba saliendo de su letargo.
Asentí porque el nudo en mi garganta impedía que pudiera expresar palabra alguna y comencé a alejarme de allí sin que Lisa se diera cuenta.
Mejor así.
Cuando llegué al lugar en cuestión comprobé que solo unos pocos habían sido los elegidos para estar presentes, aunque lo cierto es que Declan permanecía atado a una silla y de espaldas a todos los que estábamos allí pudiendo ver únicamente a Lía y a John, aunque este último permanecía en la retaguardia.
Supe el momento exacto en el que era plenamente consciente cuando sus manos trataron de liberarse de aquella mancuernas que lo sujetaban a la silla.
—¡Que demonios es esto! —exigió tratando de liberarse inútilmente.
Escuchar su voz de nuevo hizo que la piel se me erizase por completo a pesar de la ausencia de su tono calmado al que estaba más que habituada.
—Bienvenido al refugio de los antagonistas, señor Krasner —mencionó Lía y aquello provocó una descomunal rabia en él mientras trataba de liberarse llegando incluso a dañarse en el intento—. Calma señor Krasner. No le infringiremos ningún daño, nosotros no actuamos como usted.
—¡Dejé de decir calumnias! ¡No tienen moralidad alguna y menos aún aprecio por los suyos como nos quieren vender!
—No sé que habrá escuchado sobre nosotros, pero le puedo asegurar de que nadie de aquí ha infringido daño alguno sin motivo —respondió Lía con calma.
—¡Mentira! —gritó como si estuviera realmente enfadado.
—Si hace referencia a su hija, le garantizo que esta a salvo y podrá verla cuando acepte cooperar con nosotros.
—Eso es imposible. Yo no tengo ninguna hija —aseguró tajantemente.
—¿Lisa no es su hija? —inquirió Lía alzando una ceja.
—No —negó—. Esa niña es la hija de un socio de la empresa y buen amigo mío, yo no tengo hijos.
—Tengo información de primera mano que dicta lo contrario, aunque bastará un simple análisis de ADN para descartarlo, ¿No cree señor Krasner? Creo que es mejor que deje de perder el tiempo y lo admita.
Declan pareció dudar, incluso se podía apreciar desde el ángulo en el que permanecía parcialmente escondida como se sentía frustrado.
—Bien, mientras parece meditarlo le comentaré porqué está aquí, tal vez eso le ayude a refrescar la memoria y vea que en cuanto nos dé lo que necesitamos le dejaremos marchar junto a su hija —continuó Lía mientras John se acercaba a ella ofreciéndole una carpeta—. Queremos que fabrique la vacuna contra el azambar —soltó sin más.
Declan dio una risotada como si lo que acabara de pedirle fuera una broma de mal gusto.
—Eso es imposible —decretó.
—No lo es —contraindicó ella.
—Una vacuna funciona imitando al virus que se trata de inocular, de ese modo prepara al organismo para que reconozca y defienda de la enfermedad. El problema es que no estamos tratando con un virus que se pueda inocular, sino con una droga permanente que ha acaparado el sistema nervioso. No se puede fabricar una vacuna del mismo modo que se realizaría con un virus porque no funciona de la misma manera. El único modo para detenerlo es conseguir una formulación precisa con un principio activo que anulara los efectos permanentes y hasta la fecha ese principio necesario no existe, o al menos no se ha localizado con los recursos existentes en este planeta. Se necesitarían años de investigación y pruebas fallidas antes de dar con un resultado positivo.
—Si, eso es cierto —confirmó Lía mirando a John que asentía—. Por cierto, le presento a John, él será su asistente en todo el proceso. Como le decía señor Krasner, sé que la inoculación del azambar es compleja y por eso durante todos estos años solo hemos obtenido resultados fallidos hasta ahora.
—Sea lo que sea lo que han creído encontrar, no funcionará —alegó Declan como si estuviera seguro de sus palabras.
—Lo dudo —contestó Lía acercándose a él y sacando un papel de la carpeta—. No se trata de un antídoto señor Krasner, sino de una mujer inmune a la sustancia que sus antepasados fabricaron —añadió mostrándole el documento.
Durante lo que parecieron largos minutos de silencio Declan parecía observar los números, datos o lo que fuera que reflejase aquel documento.
—Es... es técnicamente imposible —dijo al fin como si no lo creyera.
—Técnicamente o no, lo cierto es que existe y está entre nosotros.
En ese momento quise desaparecer, lo último que necesitaba es que Lía me llamase para que apareciera ante él.
—Debe ser un error, ningún sujeto ha sido inmune hasta la fecha después de tantos años. Esos datos son erróneos. Es evidente que hicieron el ensayo con una muestra alterada —afirmó seguro de si mismo.
—Los comprobé en varias ocasiones, aunque usted podrá verificarlo por sí mismo, señor Krasner —intervino John—. Aunque la sujeto afirma haber sido marcada y no estar jamás sometida a los efectos del azambar.
—Es evidente que miente. No sé como habrá conseguido la marca, pero si hubiera sido como dice, no habría podido ocultarse.
¿Acababa de llamarme mentirosa? Se iba a caer de culo cuando supiera quien era realmente la supuesta mentirosa.
Lía sonrió.
—¿Eso cree? —le interrogó.
—No lo creo. Estoy seguro —contrarrestó.
—Muy bien —dijo Lía llevándose una mano al mentón—. Veamos que dice ella... ¡Andra! —exclamó mi nombre y sentí que desfallecía.
Mis piernas se quedaron bloqueadas, no sabía si debía ir hacia ella o huir en dirección contraria. Exclamar mi nombre no supuso ninguna emoción o cambio en Declan y entonces comprendí que él aún desconocía mi nombre.
Respiré hondo. Había deseado evitar ese momento, que jamás supiera que había estado fingiendo en todo momento, pero entonces recordé como me había utilizado, como pensaba deshacerse de mi una vez que había obtenido su propia satisfacción y me erguí con cada paso que avanzaba.
En cuanto mi perfil entró en su ángulo de visión vi que alzaba la vista para fijarla en mi, hasta que me coloqué junto a Lía y entonces tuvo pleno acceso a mi rostro, hasta que respondí altivamente a su mirada y pude observar la sorpresa en su cara.
—¿Java?
—Mi verdadero nombre es Andra —contesté sin apartar mi vista y volví a sentir parte de esa sensación que provocaban sus ojos grises.
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C O H I B I D A
Science Fiction"Demostrar que éramos más inteligentes fue el principio del fin. Ahora solamente podíamos aspirar a ser mercancía con la cual traficar o simplemente muñecas de papel en manos desconocidas"