Caos

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Me dejé caer hasta que quedé sentada en el suelo. No me podía creer que Nora estuviera muerta.

―Ha muerto ―anuncié―. Nora está muerta.

Al decirlo en voz alta me pareció ridículo.

―No puede ser... Por todos los dioses, Nora no... ―Mia se llevó las manos a la cara― No puede ser, no puede ser...

Se sentó a mi lado y la abracé. Cada vez lloraba con más fuerza y notaba como sus lágrimas mojaban mi vestido. Miré a Paris, que observaba con la mirada perdida el cuerpo inmóvil de Nora. Me pareció ver como una lágrima bajaba por sus pómulos, pero no me dio tiempo a constatarlo ya que se giró rápidamente.

Yo no lloraba, no porque no me afectara, sino porque me encontraba en estado de shock. Estaba segura de que de un momento a otro Nora se iba a despertar y diría: «¿Y esos caretos? Ni que se hubiera muerto alguien», y entonces descubriríamos que todo había sido una equivocación, un error. ¿Esas cosas pasan, no?

Por cada segundo que pasaba, me percataba más de que eso no iba a ocurrir. Mia sollozaba con fuerza y Paris estaba sentado en el suelo, apoyado en la pared y mirando al vacío. Nora y él no eran amigos del alma ni nada por el estilo, pero se conocían desde hacía años. A veces no te das cuenta de lo que una persona representa para ti hasta que se ha marchado.

―Creo que deberíamos avisar a Thomas y a Lisa ―el silencio me hacía pensar, así que quería ponerme en marcha lo antes posible.

Nadie me respondió. No sé si era por Nora, porque estaba cansada, por lo de la azotea o por todo en conjunto, pero me enfade con ellos y con la situación.

Me levanté bruscamente haciendo que Mia pegara un bote.

―¡Vale, ya estoy harta! ―grité―. Siento mucho lo de Nora, de verdad, pero no puedo quedarme aquí sin hacer nada. Tenemos que avisar a Lisa y a Thomas. Tenemos que encontrar a ese cíclope. Así que, ¿vais a quedaros ahí lloriqueando o vais a ayudarme a salvar el campus?

Los dos me miraron sorprendidos. Durante un segundo pensé que se quedarían sentados y me dejarían sola, pero Paris se levantó y asintió.

―Tienes razón ―me apoyó―, no podemos quedarnos sentados sin hacer nada.

―Claro ―Mia se levantó. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar―. Iré a contárselo a Thomas.

―Está bien ―accedí―. Yo se lo contaré a Lisa y Paris puede ir a hablar con el señor Hoftaguen sobre todo lo ocurrido.

Cada uno se dirigió a donde habíamos acordado. Subí las escaleras hasta el piso de las chicas y abrí la puerta de la habitación.

Lisa estaba durmiendo en su cama y Apolo se encontraba sentado en el suelo, sujetándole la mano. La miraba maravillado.

―¿Va todo bien? ―pregunté.

Apolo se giró como si se acabara de dar cuenta de que había entrado.

―Sí. Lisa estaba muy alterada, pero he conseguido que se durmiera.

La luz de la luna bañaba la habitación. Abrí el armario y cogí unas mallas negras, una sudadera rosa fucsia con las letras "Trouble" de color blanco y mis Nike altas del mismo color. Levanté la vista y vi mi reflejo en el espejo que había en la puerta.

Varios mechones se habían salido de la coleta y esta estaba más baja a causa del peso del pelo. Mi vestido de seda rosa estaba arrugado y se podían distinguir las manchitas que las lágrimas de Mia habían dejado en mi hombro, de un color rosa más oscuro. El maquillaje había desaparecido y se había convertido en una sombra oscura alrededor de ambos ojos.

Academia OlímpicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora