Pongo cada plato en su sitio y coloco los cubiertos a los lados. Paris está en la cocina, preparando una de sus muchas especialidades: pavo asado con patatas.
Normalmente, él se encarga de cocinar y luego yo limpio, porque la última vez que hice la comida tuvimos que tirarla de lo mala que estaba. Si no hubiera sido por él, ya me habría muerto de hambre. Tampoco sabía poner una lavadora hasta que él me enseño con su dulzura y su infinita paciencia.
Justo cuando coloco el último cubierto suena el timbre.
-¡Voy yo! -grito, para que Paris me oiga desde la cocina.
Corro hasta la puerta y la abro, encontrándome así con Lisa y Apolo.
Le doy un abrazo a cada uno y los invito a entrar. Paris sale de la cocina y se une a nosotros.
-Un poco más de tiempo en el horno y ya podremos comer. A ver si llegan pronto los demás -aclara.
Nos sentamos todos en uno de los sofás de la sala de estar, al lado de la ventana. A través de esta se puede observar al bullicio que circula por una de las principales plazas de la capital griega.
-¡Cuánto tiempo sin veros! -les digo animada.
-Sí, la verdad. No nos veíamos desde la ceremonia de inmortalidad de Lisa, hace... ¿Cuánto? ¿Cinco años? -pregunta Apolo.
-Por lo menos. ¿Y cómo os va? Sé que os costó mucho conseguir que Lisa se convirtiera en una diosa, Hera no estaba muy a favor, y todos sabemos la influencia que tiene sobre Zeus...
Paris hace una mueca que me obliga a reír.
-Puede que Hera sea muy persuasiva pero Lisa tiene mucho carisma, tanto que ya es un Olímpico.
Apolo la besa en la mejilla y Lisa se sonroja.
-¿De verdad? -Paris abraza a Lisa de forma cariñosa- ¡Es una gran noticia!
Lisa sonríe, y en sus ojos se puede ver una pizca de orgullo.
El timbre vuelve a sonar, pero esta vez es Paris quien va a abrir. Me sorprende lo felices que están Apolo y Lisa, porque nadie daba nada por ellos, ni siquiera yo. De golpe me siento mal por haber dudado de mis amigos, pero no me da tiempo a regodearme en la culpa mucho más porque Paris y Thomas entran a la sala de estar.
―¡Thomas! -chillamos Lisa y yo a la vez que corremos a abrazarle, como dos niñas que saludan a su padre después de un día entero sin verlo.
Thomas nos abraza de vuelta. Cuando le soltamos, le da la mano a Paris y a Apolo y se sienta con nosotras en un sofá, mientras Paris y Apolo se sientan en otro. También hacía muchos años que no veía a Thomas, y aunque le escribía prácticamente tanto como a Lisa, volver a verle en persona era mucho mejor.
No había cambiado casi nada, pero ahora se le veía más maduro y centrado.
-¡Felicidades por tu libro! -le aplaudo.
-Muchas gracias, nunca esperé que tuviera tanto éxito, supongo que la tragedia de Mia me ayudó a escribirla -frunce los labios, pero pronto se recupera-. Aunque tardé casi ocho años en darla por buena.
-¿Qué más da? -le anima Lisa-. Es el mejor libro que he leído en toda mi vida, la espera ha valido la pena.
-Creo que el pavo ya está, así que ya podéis sentaros en la mesa.
Mientras nos dirigimos al comedor, el timbre suena por tercera vez. Paris abre la puerta y los demás invitados entran. Nos saludamos todos y tomamos asiento. La madre de Paris y su hermana se ponen a hablar sobre qué va hacer la última después de la universidad, mientras Hestia y mi madre hablan sobre lo estresante que es la vida de una mujer.
Golpeo levemente la copa con el tenedor para que me presten atención, pero el timbre me interrumpe. Miro a Paris extrañada: no esperamos a nadie más. Él se encoge de hombros y voy a ver quién es.
Abro la puerta y ahí plantado me encuentro a mi padre, Zeus, dedicándome una media sonrisa. No puedo hablar a causa de la sorpresa.
-¿Hay sitio para uno más?
Hago que sí con la cabeza y le invito a entrar con un gesto.
-Gracias.
Cuando Zeus entra en el comedor, el ruido de las conversaciones se apaga de golpe. Consigo deshacer un poco el nudo de mi garganta.
-Ha venido a comer con nosotros.
Paris organiza la mesa de manera que quepa uno más y añadimos una silla y unos cubiertos.
Miro a mi padre y me guiña un ojo. No sé porque, pero su gesto me tranquiliza. Miles de sentimientos pasan a través de la cara de mi madre, pero al final el de afecto es el único que se queda. Suelto el aire que no sabía que contenía, aliviada de ver que todo está bien.
-Helen, querida -me recuerda mi madre-, ¿qué era lo que ibas a decir?
Vuelvo a coger la copa de la mesa y la elevo por encima de nuestras cabezas.
-Hoy se cumplen diez años desde la derrota de Urano. Fue un día feliz y a la vez triste: perdimos a amigos y compañeros en el camino -el rostro de algunos de los presentes se contrajo-, pero también conseguimos preservar el derecho a la vida y a la libertad.
»Así que propongo un brindis por todas aquellas personas, vivas o no, que lucharon por lo que creían y merecían.
Todas las copas se elevaron junto con la mía. El choque del cristal provocaba un agudo pero armonioso sonido: el sonido de todo lo que habíamos pasado, pero también de todo lo que estaba por venir.
FIN
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Academia Olímpica
FantasyHelen es una chica de dieciséis años que vive en Nueva York. Su vida es perfecta, pero todo eso cambia cuando, por culpa de un extraño ataque, su madre y ella se van a vivir a Atenas. Se matricula en la Academia Olímpica, un internado donde nada es...