El batallón de los incomprendidos

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¡Hey, chicos!

Aquí os traigo la nueva actualización de "Academia Olímpica". Sé que hacía mucho que no actualizaba, así que espero que os guste y que disfrutéis de este capítulo.

Besos y abrazos.

-Paula.

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Thomas

Ya eran las cinco menos cinco de la tarde, así que me levanté de la cama, dispuesto a no llegar tarde a aquella reunión organizada por los mismísimos dioses.

Había pasado las últimas dos horas estirado en la cama y mirando al techo. Me sentía extrañamente triste por la reciente marcha de Mia. Apenas habíamos empezado a hablar pero era como si se hubiera marchado un amigo de toda la vida, y además, aquel abrazo de despedida...

Suspiré y me dirigí a toda prisa hacia el comedor.

Cuando llegué, ya estaba todo el mundo allí. Zeus y los demás dioses aguardaban sentados en lo que parecían unos tronos improvisados mientras los profesores, sin éxito, intentaban acallar a la multitud.

Cuando el gran reloj de la pared indicó la hora en punto, Zeus se levantó.

―Silencio, por favor ―pidió en un tono suave pero firme.

Inmediatamente, el bullicio se apagó, dejando paso al dios para que hablara. Miré atentamente a los dioses presentes, a sabiendas de que uno de ellos era mi padre. Un hombre que apenas rondaba los treinta sujetaba una vara con unas alas y dos serpientes en la parte superior. Vestía una camisa y unos pantalones cortos blancos acompañados de unas sandalias con unas pequeñas alas a cada lado. Rizos oscuros asomaban por debajo de su casco, también adornado con dos pequeñas alas.

«¿Será él?» me preguntaba, aunque ya sabía la respuesta.

―Gracias por ser todos tan puntuales ―empezó a decir Zeus―. Ya sabéis que os dividiremos en grupos o batallones, así que hemos decidido que seréis asignados según vuestro progenitor divino. Estoy seguro de que no tenéis ninguna duda de cuál de ellos es, así que ya os podéis colocar donde os corresponde.

Los diferentes dioses dieron un paso al frente y yo me dirigí hacia Hermes. Los semidioses se fueron colocando donde les tocaba. Cuando hubieron acabado, se podían diferenciar perfectamente los distintos batallones.

Un hombre gordo que parecía algo ebrio era quien tenía el grupo más numeroso. «Dionisio» pensé, ese loco dios del vino seguro que andaba todo el día de fiesta.

Los grupos más pequeños eran los de Poseidón y Hades. Hades apenas tenía a un hijo, John si no recordaba mal, y Poseidón tenía a dos gemelos: Max y Henry. Los dos gemelos eran muy populares en la academia, sobre todo entre las alumnas.

Zeus, Hera y Artemisa no tenían a ningún hijo.

Un reducido conjunto de chicos y chicas se hallaban en el centro de la sala, alejados de cualquiera de los doce dioses. Me di cuenta de que Lisa estaba entre ellos.

Zeus se aclaró la garganta.

―Bien, los que no sois hijos de ningún Olímpico y no tenéis batallón seréis repartidos entre Artemisa y Hera.

Me giré para mirar a Hermes. Siempre había soñado con conocerlo pero nunca me habían dado la oportunidad.

Mire a mis hermanos en busca de sus reacciones. Algunos le miraban con ira, otros emocionados. Yo solo quería hablar con él y no morir en el intento, ¿era tanto pedir?

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