Antojos

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¡Hola, chicos!

Os traigo la nueva actualización de "Academia Olímpica". No subiré capítulos en una semana o así, ya que me voy unos días a Roma. Espero que disfrutéis de este nuevo capítulo y no me echéis mucho de menos.

Besos y abrazos.

-Paula.

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Apolo

Mi hermana nos miraba divertida, pero pude ver un deje molesto en sus ojos. Nunca le había gustado la manera en la que trataba a las chicas, dejándolas de lado en cuanto me dejaban de interesar.

―Piérdete, Artemisa ―le solté.

―Guau, cuanta hostilidad.

En lugar de irse, se sentó al lado de Lisa.

―Cielo, me caes bien, así que acepta el consejo de una anciana ―le susurró a Lisa al oído, sabiendo que yo podía oírla―: jamás te fíes de un dios. En serio, querida, esas historias nunca terminan bien.

Después de sacudirse el polvo de los pantalones, dio media vuelta y se fue.

Suspiré aliviado.

―Bueno, ¿por dónde íbamos?

―Lo siento, pero tengo que irme ya ―farfulló la pelirroja.

―Nos vemos luego, ¿no?

Se encogió de hombros y se marchó en dirección a su batallón.

Maldecí por dentro a Artemisa. ¿Por qué siempre tenía que ahuyentar a las chicas guapas de mi alrededor?

Zeus nos indicó que debíamos volver con nuestros batallones, ya que el descanso había acabado. Me levanté a regañadientes y regresé con mis hijos. No me apetecía nada preparar la línea arquera, lo único que quería en ese momento era buscar a Lisa y decirle que no hiciera caso a mi hermana. Sabía que Artemisa podía ser muy persuasiva cuando quería y no podía perder a Lisa. Era tan inocente, con ese cuerpecillo pequeño pero bien proporcionado, esa dulzura en su mirada y su sonrisa... Había algo en ella que me volvía loco, y quería acostarme con ella fuera como fuese.

Siempre había sido un capullo con las chicas, ¿pero que más daba? Solo era una enamoradiza chica mortal.

Cuando Zeus decidió que por hoy ya habíamos terminado, me acerqué al grupo de Artemisa, buscando a la pequeña pelirroja con la mirada. Cuando la encontré, me acerqué a ella de manera sigilosa. Ella estaba de espaldas, así que cuando la agarré por los hombros pegó un brinco.

―No te asustes, princesa ―le susurré―, tu príncipe ha venido a rescatarte.

Lisa se giró bruscamente.

―¿De qué vas? Ya me has asustado dos veces en lo que va de día.

Me encogí de hombros. Estaba adorable cuando intentaba parecer enfadada.

―¿Cómo va eso de clasificar armas? ―pregunté cambiando de tema.

―Es bastante monótono, pero supongo que bien. He conocido a una chica muy maja y con ella no es tan ―alargó la a de manera exagerada― aburrido.

―Pensaba que llevabas tiempo en la academia, ¿cómo es que aún no la conocías?

―Vino hace algunos días. Se llama Hessy y...

―Hola.

Una voz sonó a mi espalda. Boté ligeramente, y no es muy sencillo asustarme. Lisa soltó una risita y me giré para descubrir a una chica menuda y pelirroja. Me dedicó una dulce sonrisa, pero había algo en ella que resultaba amenazante.

Academia OlímpicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora