Paseo por el Tártaro

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¡Hola, pequeñuelos!

Ya he vuelto de mis vacaciones, y para compensar la espera, os traigo un capítulo de 2.063 palabras (más largo de lo normal). ¡Espero que lo disfrutéis!

P.D: Ya se acerca el final :"(

P.D.2: Os quiero, chicos.

-Paula.

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Mia

Helen, Paris y yo nos quedamos estupefactos. Siempre pensamos que nosotros encontraríamos a Athan, no al revés. Paris fue el primero en reaccionar.

―Encantado ―le tendió la mano―. Yo soy Paris, hijo de Apolo.

Athan le estrechó la mano a Paris.

―Estas son Mia, hija de Afrodita, y Helen, hija de Eolo ―nos señaló respectivamente.

Athan nos dedicó una sonrisa a cada una e hizo un gesto para que subiéramos a la barca.

―Ahora que nos conocemos todos, ¿a quién le apetece un paseo por el Tártaro en barca?

Los tres, junto con Athan, subimos a la barca y pusimos rumbo al Tártaro.

A medida que íbamos avanzando, nos adentrábamos en los Campos de Castigo. Los ruegos y las súplicas de los condenados ahora se oían con mayor intensidad, algo que no creía posible. Gracias a la cercanía, pude identificar algunos de los castigos y sus sufridores.

Vi a Sísifo, subiendo la enorme roca por la montaña. También a Tántalo, rodeado de agua y comida pero sin poder beber ni comer. Me pregunté cómo alguien podía hacerle eso a otra persona, luego me acordé de que la gente como mi madre era perfectamente capaz.

Tardamos lo que me pareció una eternidad en dejar atrás los Campos de Castigo. A medida que avanzábamos, la cacofonía de voces se iba apagando, dejando en su lugar un reclamado aunque incómodo silencio.

Nadie volvió a hablar hasta que un aterrador cambio se produjo en nuestro camino: una gran cascada de fuego se hallaba a pocos metros de la barca. Estaba justo delante de nosotros y era tan empinada que cuando la vimos ya era demasiado tarde.

―Agarraos fuerte ―advirtió Athan, aunque apenas había terminado la frase cuando nos precipitamos al vacío.

La pequeña barca caía en picado hacia el invisible suelo. La sensación de vértigo se adueñaba de todo mi cuerpo, como si estuviera en una montaña rusa solo que mil veces peor. Los oídos me pitaban y cerré los ojos para intentar no marearme. Me dolía muchísimo la cabeza y noté cómo la inconsciencia amenazaba con poseerme. Requería mucho esfuerzo por mi parte mantenerla a raya, así que me rendí y dejé que me invadiera.

***

El lento y monótono vaivén de la barca hizo que me despertara. Todos menos Athan y ahora yo estaban inconscientes. No sabía cuánto tiempo había pasado desde la caída, pero algo me decía que era mejor no averiguarlo.

Athan había atado la barca a una piedra de la orilla, impidiendo así el avance del barco. Había hecho fuego y un olorcillo a salchichas y pan tostado flotaba en el denso y espeso aire. Hacía bastante calor y eso dificultaba un poco la respiración.

―Buenos días, he preparado comida por si teníais hambre.

El chico me invitó a sentarme con él y yo obedecí, atraída por el olor como una polilla hacia la luz.

Devoré las tostadas y las salchichas de modo apresurado, como si mi cuerpo me pidiera comida de manera casi inmediata.

Poco después de haber acabado, Helen se despertó, seguida de Paris. Ambos comieron también muy rápido y con muchas ansias. Athan esperó paciente, siendo amable con los tres y preparando más comida cuando Paris se lo pidió.

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