Despedida

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¡Hola, chicos!

Por fin he tenido algo de tiempo y he podido acabar el capítulo, así que aquí os lo dejo. Espero que lo disfrutéis.

¡Besos y disfrutad de lo que queda de domingo!

-Paula.

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Lisa me iba separando los mechones a la vez que me aplicaba el tinte.

―¿En qué pensabas? Si querías cambiar de estilo, podrías habérmelo dicho ―me regañó Lisa.

―Lo siento, no estaba pensando con claridad pero... ¿estás segura de que lo que me estás haciendo en el pelo me va a quedar bien?

Lisa deja de separar mechones y me mira.

―¿Estás dudando de mí?

―Por supuesto que no. Todo tuyo ―digo levantando las manos a modo de rendición.

Después de haberme cortado yo sola el pelo, Lisa me había arreglado el estropicio escalándomelo y, ahora, tiñéndomelo. ¿Cómo podía tener tinte en el armario? No lo sabía, pero decidí que era mejor no preguntar.

―Creo que lo lograrás.

No dijo el qué, pero ambas sabíamos a qué se refería. Durante un segundo me había olvidado de todo lo relacionado con Urano, pero seguía ahí, persiguiéndome, mi peor pesadilla.

―Seguro que sí ―mentí.

***

Después de treinta minutos, Lisa y yo fuimos al baño para aclararme el pelo y secármelo.

―Cierra los ojos ―me ordenó cuando hubimos acabado―, yo te avisaré cuando estés delante del espejo.

Cerré los ojos y caminé dejándome guiar por ella.

―Ya puedes abrirlos.

Cuando los abrí y vi mi pelo... Oh dioses...

―Lisa esto es... impresionante.

―Te lo dije.

Mi pelo oscuro ahora me llegaba hasta los hombros y algunos reflejos rubios brillaban a la luz de los fluorescentes. No recordaba la última vez que me había visto tan guapa.

―¡Me encanta, me encanta! ―abracé a Lisa mientras daba pequeños saltitos― Te quiero, eres la mejor.

―Te lo...

―Sí, me lo dijiste, lo siento.

Lisa sonrió

Mi estómago rugió, recordándome que aún no había comido nada. La sonrisa de Lisa se amplió.

―Anda, vamos al comedor. Necesitas comer algo antes de irte a salvar el mundo.

Le pasé el brazo alrededor de los hombros y nos dirigimos al comedor.

―Tú... ¿quién crees que es mi madre?

La pregunta me cogió por sorpresa. La miré extrañada.

―Ya sabes ―añadió―, me gustaría poder hablar con ella, preguntarle el porqué de tantas cosas...

Su mirada se entristeció. No soportaba verla así. La dulce, amable y simpática Lisa se merecía lo mejor. ¿Qué madre no quería una hija como ella?

―No te preocupes, ya llegará el momento ―le di un pequeño golpe en el hombro―. Vamos, anímate.

La pelirroja forzó una sonrisa y entramos al comedor.

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