Una caja gigante con una nota de mi madre descansaba encima de la cama. Según la nota, lo que contenía la caja era un vestido para el baile que ella me había comprado. Hace poco le enviaron un correo electrónico con las actividades del semestre y se enteró de que había un baile.
―Vamos, ¿qué esperas para abrirla? ―dijo Lisa, impaciente.
Suspiré y abrí la caja. Con cuidado saqué lo que contenía en su interior. Lo que parecía el vestido, estaba cubierto con una bolsa de plástico negra. También había una caja de zapatos del número treinta y ocho.
Al descubrir el vestido, me quedé realmente sorprendida. Era precioso. Tenía unos tirantes anchos y transparentes de encaje. Estos terminaban en un escote de corazón, del cual empezaba el resto del vestido. Se ceñía hasta la cintura y luego dejaba paso a una falda de vuelo corto hasta las rodillas. Era de color rosa pálido y parecía estar hecho de seda.
―Guau, está claro que tu madre tiene buen gusto ―sonrió―. Es sencillo pero precioso: perfecto para ti.
―Sí, es muy bonito.
Abrí la caja de zapatos que le acompañaba. Dentro había unos zapatos de tacón (tacón muy alto) rosas, del mismo rosa que el vestido y hechos con el mismo tejido.
Cerré la tapa y me giré para mirar a Lisa.
―Bueno, basta de hablar de mí. ¿Qué te vas a poner esta noche?
Alzó la percha en la que se encontraba el vestido. Era de palabra de honor, ajustado al cuerpo y corto hasta un poco antes de las rodillas. Tenía muchos colores que se difuminaban entre ellos y no se sabía dónde terminaba uno y empezaba otro.
―Es tan llamativo y alegre... perfecto para ti.
Se dirigió al armario dando saltitos y cogió unos sencillos tacones del color de la piel.
―Me lo pondré con estos. Son muy básicos pero quiero que se fijen en el vestido, no en los pies.
―Vamos a ser las más sexys del baile ―le guiñé el ojo.
―¿Acaso lo dudabas?
Nos miramos durante un segundo y luego rompimos a reír. Nos entró la risa tonta y todo nos hacía gracia.
―Vale... Helen... ya... vale... ―dijo Lisa mientras intentaba coger aire.
―No... puedo... dejar... de... reír.
Tras muchos intentos, por fin conseguimos callarnos y empezarnos a vestir.
El vestido me estaba como un guante y acentuaba mi pálida piel. Me costaba andar con los tacones, pero tras varias vueltas por la habitación empecé a coger confianza.
Pensé en Paris y en si le iba a gustar el vestido. Seguro que sí, me dije a mi misma. Si empezaba a pensar me entrarían los nervios.
Lisa, ya enfundada en su colorido vestido, cogió lo que parecía algún tipo de maletín. El vestido le quedaba perfecto y dejaba ver las curvas de su cuerpo, situadas en los lugares adecuados. Era una mujer muy bella.
―Ahora el peinado y el maquillaje ―alzó el maletín a la altura de los ojos―. Empezaremos por ti.
Lisa cogió una silla y la puso delante de la puerta abierta del armario. Detrás de esta, había un espejo de cuerpo entero.
―Siéntate, Helen.
La obedecí.
―A ver, ¿qué quieres que te hagamos? ―cogió un peine y empezó a cepillarme el pelo.
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Academia Olímpica
FantasyHelen es una chica de dieciséis años que vive en Nueva York. Su vida es perfecta, pero todo eso cambia cuando, por culpa de un extraño ataque, su madre y ella se van a vivir a Atenas. Se matricula en la Academia Olímpica, un internado donde nada es...