Sueños peligrosos

9K 744 77
                                    

Paris

Me desperté sudando y con la sabana y el cojín en el suelo. Aún con el corazón a cien por hora, me levanté y fui al baño.

No había nadie al ser tan pronto, así que me lavé la cara y me senté en el suelo. Durante el último mes las pesadillas no paraban de repetirse, la única noche que pude dormir tranquilo fue la que pasé con Helen.

En las pesadillas, un hombre con una capa y la cara tapada me perseguía sin parar de repetir: "Mi venganza pronto se llevará a cabo" o "Queda poco tiempo para que ocupe el lugar que me corresponde". Una persona normal no le daría importancia, pero al ser hijo de Apolo, tenía miedo de que mis sueños se cumplieran, ya que mi padre era el dios de las profecías y me había pasado otras veces.

―Paris, ¿estás bien? ―la dulce voz de Helen me sacó de mis pensamientos.

Levanté la cabeza para mirarla, parecía preocupada por mí. No entendía por qué hasta que vi que estaba sentado, agarrándome las rodillas y con la cabeza enterrada en ellas.

―Sí, estoy bien. Solo ha sido una pesadilla.

Se acercó y se sentó a mi lado, apoyando su cabeza en mi hombro.

―Yo también he tenido una pesadilla.

Nos quedamos un rato en silencio.

―¿Te das cuenta de que estás en el baño de hombres? ―pregunté.

―Sí, he ido a tu habitación, pero no estabas. Cuando me iba a ir he oído ruidos en el baño y he entrado.

―¿Para qué me buscabas?

―No podía dormir ―dijo avergonzada.

Sonreí. Me gustaba estar con ella porque me relajaba y me hacía sentir... raro.

―Como alguien se entere nos meteremos en un lío.

―Lo sé.

Me giré para mirarla. Estaba adorable con su pijama de unicornios. Su cabeza aún reposaba en mi hombro, así que apoyé mi cabeza en la suya y cerré los ojos.

***

―Jovencitos, estáis metidos en un buen lio.

Abrí los ojos. La Sra. Claus nos miraba desde arriba, con los brazos en jarra. Helen y yo aún seguíamos en el suelo, en la misma posición que hace... ¿Cuánto tiempo había pasado? Miré a mi alrededor, donde un montón de chicos nos miraban asombrados. Nos habíamos dormido. Me intenté levantar, pero tenía los músculos agarrotados. Helen se despertó.

―¿Qué está pasando aquí? ―preguntó desorientada.

Cuando abrió los ojos del todo y vio el panorama, frunció los labios y agachó la cabeza.

―Vamos, al despacho del director.

La profesora de química nos guió al despacho del Sr. Hoftaguen, que nos esperaba sentado en su silla de ruedas.

―¿Qué ha ocurrido, señora Claus?

―Estos dos han incumplido las normas.

La Sra. Claus le explicó cómo nos había encontrado y dónde.

―Señores, creo que son conscientes de que tienen un problema ―dijo el director, impasible.

Helen y yo asentimos.

―Señora Claus, puede retirarse. Yo me encargo.

La profesora salió del despacho y nos quedamos a solas con el Sr. Hoftaguen.

Academia OlímpicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora