¡ESTÁ BIEN! ¡BAJAD LAS ARMAS!
Os traigo el penúltimo capítulo de Academia Olímpica cargadito de acción.
Espero que lo disfrutéis.
-Paula.
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Paris
Helen llevaba un par de horas luchando contra aquel fantasma y aún no le había hecho ni un rasguño. Al principio le pedí que parara: no le iba a hacer ningún daño con un simple cuchillo, pero era tan tozuda que a los diez minutos me rendí.
Helen seguía y seguía, intentando atravesarle con su arma, pero lo único que conseguía era rasgar una inerte masa de aire. Me sorprendía que todavía no se hubiese dado por vencida, aun con la frente perlada de sudor y la respiración pesada debido al cansancio.
―¡Ya basta, Helen! ―le grité una vez más.
Sorprendentemente, se giró hacia mí. Su cara mostraba una expresión de derrota que nunca antes había visto en ella. El corazón se me contrajo un poco dento de mi pecho.
Helen tiró el cuchillo y se sentó en el suelo gimiendo de cansancio.
―Por fin has entrado en razón ―la venenosa lengua de Athan lanzó las palabras como si fuesen flechas―. Eres igual de egocéntrica que tu padre: os pensáis que todo gira entorno a vosotros, pero no es así. Esta vez el héroe no ha vencido.
Helen le lanzó una mirada de odio desde el suelo, pero de golpe su rostro se suavizó.
―Podemos hacer un trato ―dijo, mientras cogía el cuchillo y lo hacía rodar entre sus manos―. ¿Solo me quieres a mí, verdad? Si dejas que mis amigos salgan de aquí, podrás utilizar mi cuerpo como traje para tu amigo.
¿Estaba oyendo bien?
―¡Helen, no puedes hacer eso! Si Urano despierta será el fin para todos...
Hizo como si no me escuchara y continuó mirando fijamente a Athan, que se rió.
―¿Por qué debería aceptar un trato tuyo? Ya estás aquí, atrapada. Podría usarte aunque tú no quisieras.
Ahora fue Helen la que rió, pero con una risa amarga que me puso los pelos de punta. Posó en su cuello el cuchillo.
―Si me rajo la garganta de par en par, creo que no te serviré de mucho.
La sonrisa de Athan titubeó durante una milésima de segundo para luego recomponerse.
―Si te suicidas, mataré a tus amigos de la peor forma que te puedas imaginar.
―Creo que no estás dispuesto a correr el riesgo ―apretó un poco más el cuchillo contra su cuello, haciendo que un hilo de sangre bajara hasta su camiseta.
Intenté tragar saliva, pero el nudo que tenía en la garganta me lo impedía. Mia no estaba mucho mejor que yo.
―Bien, acepto.
Pero yo no estaba dispuesto a eso.
―No te la quedarás. Lucha contra mí, si ganas...
―¡Paris, no!
―...podrás usarla y matarnos a nosotros.
La sonrisa del fantasma se hacía cada vez más y más grande. Oía como Helen me gritaba desde el otro lado de la sala, pero tenía la cabeza embotada y no podía escucharla con claridad. Solo existíamos él y yo. Le cogí la espada a Mía y se la lance a nuestro enemigo, tentándolo para que viniera hacia mí. Agarró más fuerte el arma y corrió hacia donde yo estaba. Le imité.
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Academia Olímpica
FantasíaHelen es una chica de dieciséis años que vive en Nueva York. Su vida es perfecta, pero todo eso cambia cuando, por culpa de un extraño ataque, su madre y ella se van a vivir a Atenas. Se matricula en la Academia Olímpica, un internado donde nada es...