Capítulo 6

222 15 0
                                    

Mis nervios se disiparon en cuánto vi a mi diosa hacer aparición en la sala, en cambio los de ella parecen incrementarse cada vez más. Por cada escalón que avanzamos se intensifican sus latidos, las manos le sudan hasta mojar las mías, y su respiración acaba de pasar de muy marcada a nula, creo que la está conteniendo.

Ya lejos del alcance de los asistentes al acto, ella se esfuerza por recuperar el oxígeno del que se privó.

—¿Te encuentras bien?

—Tanto como puedo estarlo— dice con expresión de alivio al recostarse en la puerta.

El gesto no le dura mucho pues su atención en seguida se pierde de la misma forma en que lo hizo en mi recámara al admirarlo todo. Es fácil acostumbrarse a las cosas por más que maravillen una primera vez, y por eso yo ya no me sorprendo con las decoraciones o atenciones especiales, pero a Damara parecen conquistarla los ambientes y lujos.

Pronto deja de conformarse con el paseo que dan sus ojos y mueve sus pies hacia todos los rincones del recinto, uno que ha sido preparado para el placer de los dos.

Cuando se acerca a la mesa del festín la acompaño, es lo propio dado que ella es la mejor delicia. No sé lo que esté pasando por su cabeza pero mete sus dedos en uno de los cuencos con aceites aromáticos, una acción que me hace pensar en los ritos que acabamos de celebrar. Si empieza a probar de nuevo los manjares con la misma lascivia me volveré loco.

Le acaricio la piel en silencio, tocándola a dos manos respirando su efluvio también, uno que me llama y exige mis besos como alabanza única. Mi diosa me corresponde, me somete incluso pues me aferra a ella. Abro toda mi boca codiciando la forma total de sus labios y entregándome sin máscaras a lo que me hace sentir.

—¿Cumplirás con la palabra dada a Diego? Prometiste que no me tocarías...

Es raro para mí lograr una comunión entre el corazón y la polla, ya no digamos entre las ganas y la moral. Lo peor es que antes al menos tenía un sentido el contenerme. Ahora la circunstancia es otra y no hay acuerdo más estúpido que el de dejar de hacerle el amor a la mujer que ya lleva en su vientre a mi hijo. Sin embargo acepté esperar hasta el matrimonio como una forma de disculpas por comerme lo que no debí.

Vuelvo a probar esa boca de miel antes de tratar.

—Sí...

—¿Qué haremos durante toda la noche?

Indistintamente de que le de o no la primera respuesta que se me ocurre, yo mismo no quiero pensarla demasiado. Es automático que mi mente sucia se aproveche, pero considerar los modos con que podría aliviar mi hambre hoy causarían el efecto contrario. Siendo mi propio buen consejero planifiqué con anticipación una serie de actividades recreativas que me ayudarán a no tener tan malas ideas. Además Damara me ha dicho varias veces que quiere citas románticas, nosotros estamos haciendo todo al revés pero puede que este sea un buen momento para aprovechar así... si mis instintos lo permiten.

—Tu olor es una droga— le digo sin dejar de respirarla —Será un reto para mí no sucumbir hoy a ella.

La toco una vez más pensando en lo mucho que me gusta que sea una mujer prohibida.

—¿Tienes hambre?

—Ztefy mandó pedir un buen almuerzo para mí mientras me preparaba, aunque todo esto se ve rico...

Su boca se curva alzando la forma de corazón que tienen sus labios superiores al pronunciar esa palabra, "rico", y yo pienso en todas las veces que la vi y la escuché en otro contexto.

—Muy rico.... Provocativo...

—Yo me refería a los manjares— dice, y se muerde el labio.

Una expresión que no hace más que reforzar los recuerdos. A ella gozando, sudada debajo de mí y también encima, diciendo espontáneamente «Qué rico» justo antes de que sus dientes apretaran una de sus comisuras.

Lujuria Escarlata | LIBRO 2 (Línea de Daniel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora