Capítulo 9

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Disfrutamos de la alberca un rato. Damara me hace preguntas acerca de mis viejas amantes y yo le contesto con tanta sinceridad como mi respeto por ella me lo permite.

—Respóndeme algo... En la actualidad, ¿Qué sientes por Akie Zarina?

Su última interrogante me toma por sorpresa y es justamente la única de la que no tengo la respuesta en la boca. Yo mismo necesitaría analizarme para saberlo, pero trato de encontrar dentro de mi caos algo para ofrecerle.

Las esclavas han adornado el agua con sales, perfumes, y flores. Yo tomo una de estas últimas, peino un mechón de la cabellera de mi diosa y le pongo el tallo de la flor detrás de la oreja, ahora los pétalos húmedos le rozan la mejilla mientras sus ojos me miran con ansiedad. No quiero herirla ni que malinterprete lo que le diré, así que intento ser lo más asertivo posible.

—No sé si lo sepas, pero cuando un vampiro se enamora, este sentimiento le acompaña de por vida.

Ella intenta no demostrar cómo se siente, pero veo que el brillo en sus ojos se opaca y una arruga ligera entre sus cejas acompaña el gesto de su boca por medio instante. Como reacción en cadena, su corazón da un salto fuerte y cambia de ritmo, tiembla, y el ritmo de su respiración no la satisface porque su cuerpo necesita aspirar hondo y ella no se lo permite.

—¿Sigues enamorado de ella?

—Es difícil de explicar. Me casé con ella. No sentía lo mismo que siento ahora por ti, pero la amaba y mucho. No puedo dejar de ser quién soy, y los vampiros sentimos para siempre. Una parte de mí estará con ella, y ocupará un espacio en mi corazón, pero nada de eso importará si eres tú el centro de mi universo.

Estoy siendo franco pero mi diosa no parece despejar la duda, su mente creativa debe estar sembrándole quién sabe qué. Sin ánimos de reprocharle nada, trato de ejemplificarlo de un modo más comprensible.

—Eso que sientes por Aer, no sé que tan fuerte sea, pero probablemente siga contigo hasta el día que mueras. Es así— y me duele también reconocerlo —Somos lo que somos. Así que sí, en parte y de un cierto modo, la sigo amando. Pero también sigo decepcionado. No me gusta irrespetar su ausencia juzgando sus actos, criticándole, o reprochándole, pero la verdad es que no puedo perdonar lo que hizo.

—Si ella volviera...

—No lo hará— la corto antes de que piense tonterías.

—¿Cómo lo sabes?

—Han pasado veinte años. Sería una broma de pésimo gusto que apareciera justo ahora que estoy contigo.

—¿Y si así fuera?

Lo imagino para adivinar cómo me sentiría pero no me gusta, así que lo descarto.

—Nada— le respondo —Tú y yo estamos juntos, lo que siento por ti es auténtico. Tengo más de doscientos treinta años, sé diferenciar entre un capricho y el amor.

—Pero ella tampoco....

—Tampoco fue un capricho, lo sé. Pero pertenece al pasado, Damara, nadie cambiará eso. No espero que suceda, pero si me la encontrara de nuevo alguna vez... Yo...

Sus ojos retoman la curiosidad de antes y yo me arrepiento de haber hablado. Creo que tengo la superstición de que si lo pienso o lo digo se hará realidad. No quiero. Pero le hago frente al temor para responderle, será peor si no, quién sabe lo que se imagine.

—Tal vez le haría unas preguntas, le pediría explicación. Sólo eso, y sólo para morir en paz. Aunque preferiría que no suceda. Como sea, nada cambiaría entre nosotros, lo juro.

Lujuria Escarlata | LIBRO 2 (Línea de Daniel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora