Capítulo 12

205 14 1
                                    

—Mi turno— le susurro rozándole la oreja con mi boca.

Aprieta los dientes y sus piernas mientras se acomoda, probablemente reteniendo los últimos vestigios de placer.

—¿Lista para otra clase?

Asiente adoptando posición de obediencia frente a mí. Ya le he enseñado dos formas con las que disfruto que me chupen el pene, es hora de que aprenda otra más.

—De rodillas— le ordeno —Tus dos manos en mi erección.

Hace lo que se imagina que le he pedido, entrelazando sus dedos con mi polla entre las dos palmas, no es así. Sirve, pero no es la instrucción que le estoy dando.

—Una sobre la otra— la corrijo.

Le sujeto la muñeca para moverle la posición del brazo, ahora una mano me envuelve debajo del glande y la otra en sentido contrario sobre los testículos.

—Masajea en círculos, como si lo quisieras moldear, y lame la punta.

Verla haciéndome esto intensifica lo que también me hace sentir, es una alumna excelente y dispuesta, su olor a mujer me dice que le gusta y eso es algo que me encanta. La boca de mi diosa es sumamente lasciva, al igual que su cuerpo, sus labios son suaves y blandos, deslizo un dedo entre su lengua y mi polla porque quiero sentir su calidez.

—Chupa duro. Llénalo de saliva con tu lengua. Bésame.

El placer que me regala es delicioso y torturador. He estado retrasando el momento de disfrutarla entera, hasta ahora en esta noche sólo lo he hecho por partes. Empiezo a temer que por negármelo tanto, no resista comérmela con la sutileza que quiere. Le saco la erección, ella hace un sonido húmedo.

—Atrás...

La hago acostar otra vez y me acuclillo al ras de sus pechos, ahora sus tetas me rozan los muslos. Quiero permitirme un último acto sucio antes de darle el Daniel romántico que se merece. Entonces le separo los labios con mis pulgares, y le acaricio la lengua como si fuera una vulva, ella la curva, convirtiendo el músculo en un canal.

Deseo sentirla de todas las formas posibles, por eso me muevo hacia adelante. Metiéndole mi polla hago que el cielo de su garganta haga de vagina.

Gime por lo bajo, como dándome su aprobación. Paso mi mano hacia atrás y le toco sus pliegues íntimos, me encuentro con su clítoris duro. Bien. Regreso a su cabeza, enredo todos mis dedos en sus cabellos tan oscuros y suaves, es como tocar espuma. Muevo mis caderas sin salvajismo, se diría que le hago el amor a su boca, hasta que la envidia de la mía anhela chuparla y me salgo para penetrarla con mi lengua, el cambio es brusco pero mis movimientos y caricias no lo son. Me le acuesto encima sin apoyar el peso.

Hago trampa. Me ahorro el camino de besos eróticos que debería darle hasta llegar al vientre, en su lugar pongo dos de mis dedos por encima de la piel de su vulva y la halo, tensándole los labios tan humedecidos. Los separo a lamidas, introduciendo el largo de mi lengua como buscando la perla en una ostra y la saco después de empujarle el clítoris.

Otra vez.

Empezando desde más lejos, siento la forma de su ano en la punta de mi lengua, la piel delicada que lo separa de la vulva, la hinchazón propia de los ricos labios, el orificio vaginal, el orificio uretral, clítoris, ahora ella sobresalta su pelvis cuando lo lamo.

Otra vez.

Empujando con mucha más presión, arrastro mi lengua como si quisiera barrerle todo, pero a medio camino me detengo para chupar. La diferencia entre uno y otro gemido que ella suelta con cada movimiento es muy marcado, este sin duda es el más fuerte. Sube sus piernas para atrapar mi cabeza entre ellas, entrecruzando los pies. Sus muslos tiemblan y el abdomen se le contrae.

Cada beso que le negué para llegar aquí ahora se lo regreso, subo desde el monte de venus y sigo por todo su cuerpo sin despegar mi boca de su piel divina. La muerdo suave centímetro a centímetro, halando con mis dientes, lamiendo al devolver, y avanzando un paso más.

Para cuando llego a sus tetas gloriosas, me prendo de sus pezones tan duros y deliciosos, sumamente sensibles. Sé que si los chupo por un par de minutos la haré correr. Pero no. El próximo orgasmo lo tendremos juntos, por eso no le eyaculé en la garganta.

La beso con pasión y ternura como si esta fuera nuestra primera cita. Ella ahora me envuelve el cuello con sus brazos, empujándome contra su cabeza para afincarse mejor. Tiene los labios un poco tranquilos, está dando menos de lo que recibe pero me gusta, hoy quiero ser yo quien haga todo. Vuelven estas ganas de decirle que la amo, aún así me lo reservo.

Pero si los actos demuestran más que las palabras entonces se lo hago saber, más que cuando la hago mía, al entregarme a ella. Porque el modo en el que la tomo, la forma en que mi pene se desliza dentro suyo como buscando un hogar, no puede significar otra cosa que amor.

Damara abre su boca para respirar a grandes bocanadas, su aliento choca contra mi hombro, aprieta los ojos y yo no dejo de verla, es demasiado linda, me debilita. Un rostro precioso que es capaz de hacer conmigo lo que ni mil soldados vampiros consiguieron en batalla. Un olor de piel tan suculento que ninguna otra sangre en el mundo lo superaría nunca. Una vagina tan disfrutable que es la única capaz de convertirme en monógamo.

Unos gemidos que vuelven a excitarme una y otra vez en un círculo vicioso aunque haya acabado de follar.

Lujuria Escarlata | LIBRO 2 (Línea de Daniel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora