Capítulo 18

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—Hoy estoy demasiado cansado como para salir, mucho menos quiero cazar... Al menos no humanos...

Le digo esto a mi diosa en respuesta a su confusión en cuánto al plan, ya que había entendido que iríamos a celebrar hoy. No es así como lo vi en mi mente.

—Sólo quiero disfrutar de mi esposa, echarme a dormir con ella, cocinarle mañana y largarnos de aquí. En ese mismo orden. Iremos con los chicos a celebrar por la noche, luego tú y yo nos iremos de luna de miel.

—Aún me debes una cita, ni creas que la he olvidado— reprocha mimada.

—Ni yo.

Mi diosa toma la iniciativa, acariciando mi nuca y abriendo su boca para besarme mientras me arrastra sobre ella, pero si quiere dominar hoy, entonces debe ocupar otra posición.

Me separo para echarme de espaldas la cama.

—Ven aquí— le hago señas con mis dos manos.

Se sienta sobre mi pelvis con las piernas abiertas, inclinándose para no dejar de besarme ni un sólo momento. Ya otras veces he estado debajo suyo, pero siempre termino quitándole el control de todos modos al cerrarle los brazos y marcando el ritmo de las embestidas. No es lo que haré esta vez, dejaré que haga lo que se le antoje.

Creo que lo nota, nunca me quedo tan quieto cuando estamos a punto de follar. Ella alza su cabeza para mirarme con el ceño fruncido, sujeta mi barbilla como si analizara mi intenciones hasta que finalmente me sonríe de medio lado, divertida por la libertad que le doy hoy.

Todavía mantiene ese gesto cuando mira mi boca, recorriendo la silueta con uno de sus dedos antes de extender la palma completa debajo de mi mentón, ahora la punta de sus cinco uñas me rozan la oreja. Sus pupilas se mueven por toda mi cara, mi pecho, mis brazos, en cada tatuaje, y yo puedo sentir los pacientes pero constantes cambios en sus pulsaciones que delatan cuánto le gusta lo que ve.

Decide acostárseme encima. Arrastra su culo por mis piernas y aprieta mi erección entre su cuerpo y el mío, ya la tengo súper dura, pero a mi diosa no parece molestarle, al contrario, se frota contra ella suavemente. Yo que ya estoy botando preseminal, siento que la mojo.

Sus tetas ricas me recorren desde el abdomen hasta los pectorales. Abre su boca para besarme pero se burla de mí cuando trato de corresponder a su intención, retrocede repitiendo el movimiento, gime de forma natural cuando mi glande acaricia su clítoris.

—¿Me vas a torturar?— le pregunto a poca voz.

Ladea su cabeza, mordiéndose un labio. Alza su culo mucho más, inclinando su espalda en una posición felina, sigue deslizándose hacia atrás mientras que sus dos pezones van erizando centímetro a centímetro la piel que me rozan. Ahora es mi corazón el que se acelera cuando adivino lo que quiere. Muevo mis manos como un par de esposas y atrapo sus tobillos contra mí.

Mi boca se abre cuando la veo sacar su lengua, una cosquilla sube por mis testículos en antesala a la sensación que está apunto de invadirme, pero el tacto de su caricia húmeda es superior. Me lame entero hasta llegar a la punta, donde sus labios se separan grande para poder envolverme.

Chupa como la diosa que es, como la mujer que ha ido aprendiendo a soltarse en mi cama. Los primeros quejidos de alivio empiezan a salir de mi boca y yo me relajo, concentrándome más en lo que siento que en verla porque si convino ambas no podré resistirme.

Parece que recuerda cómo le enseñé que me gusta. Sin intervenir mucho, le doy otra lección. Suelto una de sus piernas para guiarle una mano, separándole ampliamente dos de sus dedos y que meta mis testículos en esa abertura, haciendo que mueva su muñeca como olas hacia arriba y que así arrastre esa parte de piel.

Vuelvo a mi posición cuando lo hace sola, combina ambas atenciones tan delicioso que ya no dejo de jadear. El olor a vagina empieza a llenar el aire. Una gota espesa cae al interior de mis muslos y fantaseo fuerte al imaginarme como estará de empapada. Yo que continúo sujetando sus tobillos, arrastro mis manos hacia afuera para abrirla más, el movimiento la hace sacarse mi pene de la boca con un sonido mojado.

—Sigue.

Gime en sorpresa cuando la arrastro hacía mí sin que cambie su posición y yo muevo la mía para que mis brazos tengan mejor libertad. Ahora tengo alcance perfecto de su culo, está tan húmeda como imaginé.

Con mi mano imito el símbolo de los cuernos, sólo que en lugar de apuñar los dedos contra mi palma, le meto dos en la vagina, con un tercero le acaricio el ano, y deslizo el índice entre sus bordes vaginales, rozándole el clítoris cada vez que la penetro y el resto de los labios cada vez que salgo afuera.

No se mueve. Se petrifica ahí ante la sensación, dejando salir un jadeo tembloroso tras otro.

—Sigue— repito.

Se tira sobre mi polla, más para aferrarse que para complacerme. La toma como si quisiera anclarse ahí para no desfallecer de placer. La castigo deteniéndome. Se da cuenta, así que saca su lengua y cierra los ojos al volver a engullirme y entonces vuelvo a mover mis dedos, todos a la vez sin dejar ninguna de sus áreas más sensibles sin ser tocadas.

Me inclino para susurrarle.

—El que se derrame primero, pierde.

Sus uñas se entierran en mi abdomen, aprieto los dientes pero me gusta. Me está haciendo sangrar. Deja cinco marcas rojas al retirar una mano para usarla en trabajo en equipo con su boca, llevando el pulgar hasta el glande mientras que sus otros dedos me envuelven toda la erección. Se siente demasiado delicioso.... pero no quiero ser víctima de mi propia apuesta.

Dejo de jugar y renuncio a las caricias para penetrarla hasta el cérvix, mis dedos consiguen generar un sonido acuoso que pronto se opaca ante la voz jadeante y dulce que sale de esa garganta contra la que tampoco tardaré en eyacular.

Entre su prisa por hacerme acabar primero y reprimir el orgasmo que ya debe estar por experimentar, mi diosa empieza a perder el ritmo. Sus caricias y lamidas ya no son continuas sino intermitentes, pausa para respirar o quejarse, y son segundos valiosos que me dan la delantera. Su cuerpo oscila solo, necesitando urgentemente la satisfacción del clímax. Así que se lo doy.

Froto su pared más honda ya sin volver a salirme, y esa fricción rápida es mi carta final. Deja mi polla completamente para colgarse de mí, volviendo a arañarme como si mi piel fueran las sábanas, apretándome en puños mientras se corre.

Lujuria Escarlata | LIBRO 2 (Línea de Daniel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora