Capítulo 22

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Desconozco cuáles serían mis emociones en este momento si Damara no me hubiera curado como lo hizo. Akie Zarina se había convertido para mí en una especie de tabú. Incluso mis flores tenían prohibido decir su nombre, y yo mismo me censuraba cada vez que por error pensaba en ella. Fue después de volver a enamorarme, que el recuerdo de mi ex mujer dejó de ser doloroso. Más aún, mi deseo hacia mi diosa estaba libre de la lujuria condicionada por las sombras de una hembra desaparecida.

En cambio lo que sé, es lo que soy, y eso es gracias a mi actual esposa. Mi estrella hecha carne, velas de mi embarcación, mi puerto seguro. Primavera nueva que fertiliza todo lo que una vez hubo arrasado la peste.

Akie se burla de mí al presentarse aquí después de tantos años. Después de tanto dolor. Pero me alegro que haya venido, así puede ver que sigo vivo. Así puede ver que no me morí por ella.

Su belleza ya no me asusta. Estoy tan saciado de Damara, tan adicto a mi mujer, que nada que cualquier otra me ofrezca podría interesarme. Para Akie Zarina, no hay palabras que pueda decir sin que sólo la condenen más.

Tengo todos estos pensamientos en un segundo. Todavía no llego hasta donde Akie está esperando y su efluvio ya está en mis pulmones. Con cada paso que doy, pesa más en mí la posición de Zethee que la de Daniel. Estoy a punto de darle la cara como un rey suspicaz dispuesto a todo por defender a su familia, cuando la imagen de mi ex esposa aparece en mi campo de visión.

De todos los rasgos que en otras circunstancias me hubieran quebrado el escudo rígido que acabo de ponerme, lo que me despoja de todo título y poder para devolverme al simple estado de un hombre confundido, en este momento lo hacen sus ojos.

Pero no por bellos.

Que claro, aún lo son. Negros, profundos, con pestañas felinas que yo adoraba tanto ver aletear.

Si no....

—¿Qué has hecho?— se me sale.

Mi cerebro está trabajando muy lentamente. Ni en un millón de años hubiera creído que eso sería lo primero que le diría a Akie si algún día la volvía a ver. Pero lo que estoy mirando es increíble. Sorprendente a lo mal. No lo creo. No puede ser.

—Daniel...— me sonríe.

Los iris de Akie Zarina tienen una sombra antinatural, plateada, quizás imperceptible para la vista humana pero muy clara para mí. La garganta se me anuda.

—Por fin estoy aquí— se muerde el labio, anunciándome lo obvio.

—No... No...— es que no lo creo —¿Qué has hecho, Akie?

Me acerco mucho más hacia donde está porque necesito estar seguro. Estoy aterrado. Elegí a Damara y no cambiaría mi decisión. Pero yo... nunca hubiera deseado una desgracia para la mujer que amé por tanto tiempo. Pienso en lo que fuimos. La visualizo en mi mente, feliz y sonreída. Amante, esposa, amiga, guerrera, valiente, sensual, devota, puta, todas las facciones de una misma hembra que durante años me volvieron loco, y aún estando tan cerca de resolver los misterios que nos separaron, la falsa ilusión de una respuesta se me escapa de las manos como agua.

Le levanto el rostro, acunando su mentón.

—¿Qué has hecho, Akie?— le hablo dulce y no sé si es lástima —¿Por qué?

—He venido a buscarte— me responde con una gran sonrisa feliz—Nos iremos juntos y todo seguirá como siempre.

—Akie...

La suelto y retrocedo.

Dolor maldito, hay momentos en la vida que me acercan a mi propia humanidad casi olvidada. Siento mi cara mojarse, desearía que fuera lluvia.

Lujuria Escarlata | LIBRO 2 (Línea de Daniel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora