Capítulo 15

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Desde el salón de los esclavos se extiende un charco de sangre. Es de vampiro, a eso huele, pero no es la de Damara, y el tiempo que me toma entender eso es insignificantemente menor al que tardo en cruzar la puerta.

Todavía tengo la sensación de terror cuando la encuentro a ella de pie, si algo le hubiera pasado... No lo quiero ni pensar.

Tirado en el suelo junto a ella está el cuerpo decapitado de Sakpto Occs, el representante de los consejeros que fue testigo en el rito de cata y que intentaba arruinar la ceremonia. Su mano empuña un cuchillo. Habrá venido aquí a apuñalar a mi diosa pero el alto poder ha hecho que ella reaccione antes. La cabeza de Sakpto parece haber estallado. Hay restos sanguinolentos por doquier, incluso manchando las ropas de su asesina.

Este salón tenía decenas de jabalinas, dagas, y espadas como decorado en las paredes, ahora cada una de ellas está sostenida en la nada frente a mi diosa como un escudo de defensa, también listo para atacar. Tal como pasó antes, ella tiene los ojos inyectados de rojo, mirada perdida, pupilas dilatadas y muy negras, músculos rígidos. Me doy cuenta de que ya la habían tatuado, tiene los párpados inflamados, una hinchazón que se le extiende hacia la sien.

Hay dos diferencias con respecto al trance que ella pasó en la arena y el que se sucede aquí. La primera es que allá estaba herida, le costaba mantenerse firme, no es este el caso. La segunda es que el suero que la puso bajo control aquella vez, no corre por su cuerpo en este momento.

Es estúpido intentar hablar con ella, Damara no está consciente. Pero si una parte suya aún puede interpretar lenguaje corporal, tal vez entienda que no quiero hacerle daño. Relajo mis hombros y separo mis brazos, mostrándole mis palmas desarmadas. No doy sólo un paso más para acercarme.

Una gota de sangre apenas visible empieza a nacer de su lagrimal. Me perturba porque los sivregumos no sólo eran peligrosos para otros sino para sí mismos, podían morir espontáneamente en medio de un trance. Mi diosa necesita volver en sí y no sé como ayudarla.

—Por favor... — murmuro.

Pienso que a pesar de todo está tranquila. Hasta ahora no siento que mi cuerpo se queme como cuando intentó arrancarme la piel en la arena. Tal vez si trato de...

—¡¿Qué es esto?!

Ztefy casi no ha terminado de hacer la pregunta cuando la última palabra queda apagada en un grito. Ambos nos hemos dejado llevar por la reacción natural de nuestros cuerpos, yo volteando a verla cuando llegó, y ella sobresaltándose al ver como la hoja larga de una espada me atraviesa justo al costado del estómago.

Miro abajo sin poder creerlo. La tengo enterrada casi toda.

¿Damara me mató?

Pienso rápido. En menos de un decisegundo reviso el lateral de la herida y creo que no hay ningún órgano tan comprometido, es el mismo tiempo que gasta Ztefy en tratar de acercarse y el que uso yo para advertirle por lo bajo con una seña zansvrika que no se mueva. Ella no está en el campo de visión de mi diosa pues no ha alcanzado a entrar a la sala y es mejor que permanezca en la oscuridad.

No saco la espada o me desangraré. Muevo sólo los dedos de mi mano derecha a escondidas para hablar con Ztefy.

Estoy bien— señalizo —Cuida que nadie más entre aquí.

Ella que tiene más libertad, mueve sus dos manos y contesta mucho más rápido de lo que me ha tomado a mí deletrear aquello.

—¿Es Damara?

Sí.

—¿Qué pasó?

Necesito sedarla.

Quítate de ahí antes de que te pique en dos, ¿Estás loco?

En mi habitación está el suero, tráelo.

Podemos dejarla encerrada y esperar que se tranquilice.

La miro con la comisura de mis ojos, obstinado de que no entienda. No hay tiempo.

No quiero que se haga daño. Ya está llorando sangre.

—¿Cómo mierda te acercarás sin que te vuele la cara?— se comunica con tal desesperación que mueve todo su cuerpo.

Sé que me quiere ayudar pero sus quejas sólo empeoran las cosas. Creo que el sonido que generan los movimientos de sus brazos contra su ropa es demasiado evidente, una fricción seca claramente audible para el oído de un vampiro. Eso le revela a Damara que hay alguien más detrás de la pared.

Los ojos de Ztefy se inundan cuando voltea a ver el muro que la separa del salón, una grieta lo resquebraja desde el techo hasta la base con un golpe que saca una nube espesa de polvo. Yo miro a Damara y a las dos jabalinas que vienen como detonaciones hacia mí. Sujeto la empuñadura de la espada para poder moverme, diez centímetros a uno y otro lado mientras las esquivo. La pregunta que me hizo Ztefy se me repite en la mente y la fantasía que se me ocurre me da la respuesta.

—¡Busca a Perybandell!

Y con la orden que doy me gano una puñalada en el hombro.

—¡AHORA!

Una daga en la clavícula y otra en el brazo. El dolor me hace soltar el pomo que sostengo. No puedo apartarme de su blanco de tiro porque si mi diosa me sigue puede que lastime a otros. Debo evitarlo, pero empiezo a pensar que cuando se quede sin armas terminará por degollarme. Sólo espero que...

La tos me ahoga y la boca se me llena de la sangre que sube por mi garganta. Una de las dagas se me ha enterrado en el pecho. La sensación es similar a la que tuve cuando Diego siendo humano me disparó, sólo que esta vez el ataque es más profundo. Un par de centímetros más y me la habría clavado en el corazón.

La única jabalina restante empieza a subir y creo que ubica la altura de mi cabeza. Empieza a preocuparme que Damara me mate sin habernos casado, sin que ella haya dado a luz. Si yo me muero, quedará desprotegida. Ni su hermano ni Elizabeth podrán salvarla. Al menos siendo mi esposa, y mejor aún, si hubiera más tiempo y pariera un hijo varón, yo podría dejar los edictos que garanticen su vida y su futuro. No me importa que Damara me asesine, pero no lo quiero así, no sin asegurar su amparo.

Algo del otro lado al fondo del salón la hace dirigir sus fuerzas hacia allá. Antes de que Ztefy salte sobre mi para arrastrarme puedo ver a Pery, quién no puede ser herida por el alto poder al carecer de un cuerpo físico.

Me duele ver a Damara esforzándose por liquidar a Pery porque sé que mientras más lo intente más se lastima a sí misma, toda su cara se llena de sangre ya que no sólo la bota de los ojos sino también por la boca y nariz. Perybandell la inyecta con muy poca seguridad bajo el mentón, pero ayuda. Mi diosa cae como petrificada, dando un golpe sonoro al pegar la cabeza contra el suelo.

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Nota de la autora:

En la versión narrada por Damara encontrarás en este punto: Detalles acerca de los preparativos que se deben cumplir previo al matrimonio, explicación de los tatuajes que los dos llevarán a partir de ahora, algunos hechos importantes sucedidos mientras no se encontraba con Daniel.

Ya nos avecinamos a la división en la historia. Como sabemos, Damara y Daniel no contarán lo mismo ;-) Para más emociones intensas, no te pierdas las novelas contadas desde ambas perspectivas ♥

Lujuria Escarlata | LIBRO 2 (Línea de Daniel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora