—Luces hermosa... Pero los testigos no creerán que consumamos el rito si amaneces tan arreglada.
Luego de que mi diosa me confesara lo que ha estado hablando con Elizabeth acerca del por qué no deberíamos estar juntos, también hace preguntas acerca de nuestros tipos de veneno, y mientras le destrenzo el peinado ella desafía mis conocimientos pidiéndome contarle acerca de lo sucedido aquella noche en que perdió la noción.
Yo le explico todo lo que sé, no sin dejar de drogarme con el olor erótico natural que se desprende cuando se sueltan las hebras de su cabello. La disfruto como al tabaco, reteniendo su efluvio en mis pulmones hasta que mi cuerpo me demanda oxígeno.
Cuando la desarreglo por completo busco los bocadillos que traje, llenando las fresas con chocolate para dárselas de comer, me encantan las tentaciones.
Yo mismo le pongo las fresas en la boca. Sus labios de diosa se abren suavemente para arropar la fruta con ellos y el movimiento me genera cosquillas en toda la erección. Ella cierra sus ojos para saborear la mezcla de los jugos ácidos con el chocolate dulce, su garganta se mueve al tragar.
Imposible no querer disfrutarla. Nos permito un beso caliente, con toda mi lengua dentro suyo. Cuando la saco me dedico a adorarle la piel del rostro, dejando caer uno a uno los pequeños besos que ahora le doy. Ya sin quedarme ninguna parte de su cara sin ser amada vuelvo a invadirla, su lengua choca contra la mía y entre los dos nos chupamos mutuamente.
Quiero hacerle el amor pero también retrasar el momento. Tengo esa manía, no sé por qué. Damara me acaricia la espalda con toda la confianza de la que se adueña cuando está deseosa, y yo empiezo a desatar los lazos del vestido que la cubre.
—Tengo una idea... — le susurro.
—¿De qué se trata?
—Espera aquí.
Regresando a la mesa que ofrece para nosotros toda clase de manjares elijo lo que necesito.
—¿Qué es?— pregunta con curiosidad.
Yo acomodo un par de almohadas a forma de cama para ella. Dejando sobre la alfombra lo que traje, la guio de la mano hasta cierta posición.
—Ven aquí.
—¿Qué haces?— me sonríe.
—Debo desnudarte para lo que quiero... — le acaricio con mis uñas —Ibas a tener que hacerlo de todas formas, no puedes salir vestida como entraste.
—La consumación no sería creíble... — dice con ojos oscuros.
—Exacto...
Recorro su cuerpo con mis manos por debajo del vestido, en sí lo que la cubre es una pieza de tela atada sobre otra como un pastel, similar a los que solían usar mis flores. Conozco los nudos exactos que debo soltar para que todo caiga al suelo. Por supuesto la visión de la desnudes de mi diosa es la más excitante que yo haya visto nunca.
—Te ves hermosa pintada así...
Ya que es la hembra de cata, le han adornado la piel con tinta, líneas que sobresaltan contra la palidez color leche que luce. No dejo de contemplarla como debe ser.
—¿Te gusta?— pregunta tímida.
Adoro esa dualidad en su personalidad, como pasa de introvertida a ser toda una gata en celo y viceversa.
—Me encanta.
La beso con poco más control de mí mismo porque vuelvo a sentir estas ganas de alargar el preámbulo. Sin separar nuestras bocas la hago poner sobre la cama de almohadas. Le voy lamiendo el rostro, el cuello, la oreja, le hago una coleta mientras la estimulo a acostarse sobre su pecho.
—Cierra los ojos— pido.
Lo que traje de la mesa son aceites de chocolate y canela, ahora los derramo sobre su espalda. Me gusta dar masajes, siempre disfrute hacérselo a mis flores, el que me lo permitieran también era un modo de complacerme.
El cuerpo de Damara es suave. El aceite se me mete espeso entre los dedos cuando los deslizo por las curvas que la definen, tiene una cinturita que me vuelve loco.... y que quiero lamer.
Lo hago porque los aceites son comestibles, recojo con mi lengua todo lo que unté en sus hombros, columna, caderas, piernas, el trago es dulce y picante propio a los sabores. El olor erótico que empieza a salir de su vagina y que se hace uno con los gemidos bajos que trata de retener sin éxito, me excita. Ya que ocupo en ella mi boca y no mis manos pero las tengo llenas de los aceites, me sujeto la erección, por supuesto la suavidez cálida de la mezcla me da placer, me masturbo lento, casi al ritmo de las quejas sutiles que se me meten en el oído. Me suelto la polla antes de besarle los labios.
—Date vuelta...
Noto sus mejillas cargadas de sangre cuando me obedece, se sonroja como si no la hubiera volteado ya tantas veces como a un calcetín. Revuelvo los aceites con mi mano dentro del tazón, veo a Damara estremecerse por el sonido del líquido tan denso, lo derramo sobre sus pies y sigo en línea hasta sus muslos, iré por partes.
La sujeto del tobillo, masajeando suavemente y disfrutando de los gestos sensuales de sus ojos y boca.
Mantengo una mano en su talón y la otra la pongo debajo de su pierna, flexionándole la rodilla. Acerco su pie a mi boca para chuparle los dedos. Mi diosa se sobresalta, le limpio con mi lengua todo de lo que la llené.
Me encanta como se retuerce, aferrándose por turno de las almohadas, la alfombra, o los retazos de su vestido. Se está mojando más, el perfume de hembra no deja de brotar de su vagina y yo le sigo lamiendo los pies tal como me gustaría hacerlo en su clítoris.
Y juro por los antiguos que lo haré, pero no sin antes deleitarme con los pezones tan erectos que claman por ser chupados.
Subo con mis manos por todo su cuerpo, tocándola con la misma codicia que sentí antes de tomarla por primera vez. Centímetro de piel que le acaricio es centímetro de piel que le beso, la suavidad de nube que la hace mujer es deliciosa, saboreo con pasión cada espasmo que da entre mis brazos. El latido de su corazón tiene un ritmo que se mantiene, pulsaciones a mi oído que de pronto se acompañan por otro tamboreo que me congela.
—¿Qué tienes?
La he escuchado hablar y sin embargo no le contesto. No se lo quiero demostrar pero estoy... ¿Asustado?
—¡Daniel!
—¿Escuchaste eso?— muevo hacia ella sólo mis pupilas pero reanudo mi respiración.
—¿Qué fue?, ¿Qué sucede?— mira a nuestro alrededor como si esperara un ataque.
—¡Los latidos de su corazón!— no puedo creer que no los oiga — ¡Es nuestro hijo!
—¿..Ah..?— su boca se pone pálida.
—¡Escucha!
La hago callar poniéndole un dedo sobre la boca y la miro a los ojos. El ritmo que ella mantenía en sus pulsaciones empieza a acelerarse a medida que sus pulmones parecen necesitar más y más oxigeno. Cierro mis ojos para concentrarme mejor pues los latidos de ella están opacando al de la criatura que lleva en el vientre y quiero seguir escuchándolo. Dentro de mi diosa hay vida, una que yo puse allí, una que me devolverá parte de la felicidad que Ellie se llevó consigo.
Siento el cuerpo de Damara temblar. La mano que tengo en torno a su cara se me moja, está llorando. Se pone las manos en el vientre y yo la imito. Me inclino a esa altura.
—Hola....— le habló yo —Bienvenido a la fiesta... — le acaricio esa piel amoratada —Oye, ¿Sabías que no eres un bebé común? Muy pronto estarás aquí con nosotros y eso será increíble, tengo muchos planes. Hace tiempo que te espero.
Vuelvo a mirar a Damara y me sonríe, sigue llorando pero no de pena. La imagen de ella siendo la madre de mis hijos me hace sentir gloriosamente grande y pequeño a la vez. Este momento de ahora demostrando desde ya su amor me da un tipo nuevo de embriaguez que me hace sentir vulnerable. La madre de Ellie nunca la quiso. Saber que los sentimientos de mi diosa hacia nuestra criatura es tan honesta como la mía, hace más real la ilusión de que ella es mi puerto seguro.
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Lujuria Escarlata | LIBRO 2 (Línea de Daniel)
VampireLa sed lujuriosa de Daniel se transformó en obsesión, ahora la única mujer en su cama es la que ha tomado por esclava y también por reina ¿Quién domina a quién? ♥ Continuación del libro Éxtasis Carmesí ♥ Historia paralela a los hechos contenidos en...