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Antes del amanecer Hermione tomo su ropa sin hacer mucho ruido para no despertar al chico que seguía en la cama y se vistió rápidamente, se desapareció a la casa de Harry quien la estaba esperando con los brazos cruzados en la sala y varita en mano.

-¿Donde estabas? -dijo con una voz tan seria que le dio escalofríos-.

-Yo...-tartamudeo, no sabía que responderle y Harry solo suspiro-.

-Ve a dormir, por la mañana hablaremos.

Subió corriendo las escaleras antes de que el se arrepintiera, se dio una rápida ducha y fue a acostarse y tratar de dormir un rato pero no podía dejar de pensar en lo que había pasado esa noche.

Nunca hubiera imaginado que sus sentimientos por Malfoy iban a resurgir con tanta fuerza y en cuestión de segundos. Su mente aún mantenía frescos los recuerdos de esa noche.

Puso sus manos en el rostro evitando gritar. Aún sentía como las manos de Draco la recorrían como dejaba un rastro de fuego allá donde la tocaba y besaba. ¡Merlín!

Ella quería a Draco o por lo menos sentía atracción hacia el. Era guapo, refinado, tenia unos ojos peculiarmente encantadores y pragmáticos, ademas desde que lo conocía desde su infancia sabia que detrás de su mascara había mucho mas de lo que dejaba ver.

Alguien cariñoso con sus seres queridos, protector y que haría cualquier cosa por ellos, ya que en la guerra lo había demostrado convirtiéndose en mortífago para proteger a su madre.

Su cabeza quería estallar. El miedo que llego a sentir durante el día regreso a ella intensificando sus sentimientos. Su vida se le estaba saliendo de control y la hacía bajar la guardia que al parecer la estaba llevando a cometer locuras.

¿Se arrepentía de haber estado con Malfoy?

Lo pensó por algunos segundos pero la respuesta era bastante clara mucho antes incluso de terminar la pregunta.

No.

La respuesta era no. Estaba segura de sus sentimientos y no podía arrepentirse de un momento tan maravilloso para ella.

-¡AHHHH! -grito sin fuerza para evitarlo, mientras ponía su rostro en la almohada.-.

Sería una muy larga madrugada.

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Draco despertó por unos rayos de sol que le estaban molestando en la cara, puso un brazo encima de sus ojos y de repente flashes de lo que había ocurrido anoche se le vinieron a la cabeza y se levantó como un resorte.

Se había acostado con Hermione.

Por supuesto, ella se había marchado en algún momento de la noche. Suspiro y se dejo caer de vuelta en la cama, su cabeza hecha un lío. Quería a esa bruja, que lo quemaran en una hoguera si no fuera así pero no podía hacer nada para estar a su lado.

Lo frustraba sobremanera, cuando estaba seguro que podría tomar las riendas de su vida su padre vuelve a salirse con las suyas y logra controlar su vida. Claro que estaba tentado a mandar todo al demonio e irse pero sabía las consecuencias que traería su acto de valentía, su inminente muerte así como la de su futura esposa.

Frunció el ceño. El no era valiente, el era una fría serpiente que solo piensa en su propia preservación. Suspiro enfocando su mente en otra cosa.

¿Quién sería su desdichada prometida?

Eso era algo que lo tenía incómodo. Estaba seguro que no era ninguna de las hermanas Greengrass ya que antes de desatarse la guerra había escuchado conversaciones donde el papá de ellas lo quería para su pequeña Astoria pero dado el resultado de la guerra había decidido que los Malfoy eran una escoria y no merecía a ninguna de sus princesas.

El Destino de una ParkinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora