Capítulo 23

2.4K 159 369
                                    

"En ciertos casos es más digno dejarse llevar de un impulso ciego, provocado por un gran amor, que oponerse a él"

― Laura Esquivel, Como Agua para Chocolate

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

CAPÍTULO 23

POV Beatriz

El cielo me ha dado una oportunidad que yo ya había descartado hacía mucho.

Antes, mucho antes de conocerlo, yo pensaba que nunca podría tener la posibilidad siquiera de que algún hombre quisiera acompañarme, ser parte de mi vida.

Cuando lo conocí soñé tontamente que sería fabuloso conseguir a alguien como él. Pero luego entendí que era él a quien yo soñaba. Y sé que eso me hizo vulnerable y le permitió controlarme con solo mostrar un poco de interés, unas cuantas palabras de aprecio y unas cuantas de sus sonrisas vibrantes.

Armando Mendoza había sido un sueño hecho realidad y para cuando me di cuenta de todo, ya era demasiado tarde para desenterrar ese sueño de lo más profundo de mi corazón.

Yo quise odiarlo, quise maldecir su nombre, quise desear su muerte, pero nada de eso me fue posible, porque por encima de todo lo que yo leí en esa carta, existía una duda profunda sobre la sinceridad de sus besos, la ternura de sus caricias y la inmensa dulzura con la que me había tratado en la intimidad.

Así que preferí creer en la carta, validar lo que decía la persona que más lo debía conocer, confirmar mis temores ubicados en cada uno de los sucesos que habíamos vivido.

Tenía que ser verdad, a pesar de lo que mi estúpido corazón sentía. Armando Mendoza era un traidor y un canalla, que no merecía mis pensamientos ni el incomprensible magnetismo que ejercía en mi alma y en mi cuerpo.

Yo debía de haberlo enfrentado, encarado y exigido una explicación, debí escucharlo en ese momento y definitivamente debí reaccionar diferente. Pero estaba tan confundida que no supe que hacer, dejé que las palabras de ese papel se metieran en mi cabeza y me inventé una venganza ridícula, un juego en respuesta al juego del que él me había hecho víctima.

Esperaba sin embargo que en algún momento él se detuviera o me diera una señal que le diera la razón a mi aún expectante pero destrozado corazón. Eso terminó en desastre y mi confianza en él se volvió añicos.

Cuando regresé y en contra de mis deseos tuve que quedarme, lo último que esperaba era que me buscara, que se acercara a mí y me dijera entre otras cosas, que me seguía amando. Se suponía que todo había sido un juego, un engaño y sin embargo ahí estaba él, buscándome e insistiendo.

Sus explicaciones y sus excusas me confundieron muchísimo pero al mismo tiempo alcanzaron a llegar hasta ese pequeño punto en mi corazón donde todavía existía una esperanza, una llamita que nunca se apagó por más que yo traté, muchas veces.

Lo que sentía por él, lo que aún siento por él, sigue ahí guardado, tratando de escapar y tomar un fuerte respiro, para revivir con mucha más fuerza de la que antes tenía.

Ahora siento que contrario a lo que yo creía, si necesito escuchar su versión, necesito oír de sus labios la verdad de lo que sucedió entre los dos porque a estas alturas estoy segura que las cosas no pasaron como lo pensé después de leer esa maldita carta.

Él mismo me ha convencido de que es así.

Desde anoche no ha parado de decirme que lo escuche, de pedirme perdón, de pedirme que lo deje ser de nuevo parte de mi vida. Es como si cada una de las explicaciones que continua dándome y cada momento narrado desde su perspectiva fuese suavizando un poco más esa parte en mí que herida prefirió encerrarse en una dura corteza a seguir aguantando el dolor de mis pensamientos.

DesesperaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora