Capítulo 24

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"Se nos dice que la gente permanece enamorada por la química, o porque siguen intrigados unos con otros, por muchas bondades, por suerte. Pero parte de eso tiene que ser perdón y agradecimiento."

― Ellen Goodman


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CAPÍTULO 24

POV Armando


Ella se va al baño a cambiarse y yo voy para la cocina.

En el refrigerador tengo guardado un tarro grande de helado de chocolate y otro de vainilla. También tengo galletas waffer, fresas frescas y salsas de chocolate y de mora.

Pedí a Francisco que me las comprara al venir con mis cosas. Hay una heladería cerca de mi apartamento donde sé que tienen un sabor increíble y se especializan en paquetes para llevar a preparar en casa.

Saco los ingredientes para el postre que le tengo y los organizo en el mesón de la cocina, me encantaría conocer sus gustos lo suficiente como para poder prepararle yo mismo una copa de helado, pero prefiero en esta ocasión que sea ella misma quien mire y decida lo que va a agregarle.

Yo tengo el firme propósito de ir aprendiendo con detalle sus gustos, sus intereses y sus costumbres, hay tanto que no se de ella que me estremece pensar en cómo pude no intentar conocerla realmente, en como pude ser tan imbécil para no apreciarla cuando debería haberlo hecho.

Con mucho cuidado de usar solamente mi mano derecha para no lastimarme, busco dos copas grandes de vidrio, unas cucharitas y dejo todo en el mesón de la cocina.

No me puse el cabestrillo después de bañarme, pero sé que debo mantener este brazo inmóvil así que voy a pedirle a Beatriz que por favor me lo ponga de nuevo, lo último que quiero es lastimarme y volver a empezar de cero, o peor aún, tener que hacerla correr conmigo para urgencias.

Miro mi reloj y sé que en realidad han pasado un poco más de veinte minutos desde que ella se fue a cambiar, pero yo ya la extraño demasiado.

Estoy demasiado ansioso como para esperarla en la cocina, así que camino hasta la puerta del estudio y me asomo lentamente, ella no está, veo su morral sobre el sofá-cama, Cata le dijo que durmiera acá así que ella lo extendió y veo que es bastante grande, parece muy cómodo.

Sin embargo no puedo evitar pensar que yo preferiría que ella durmiera a mi lado. Toda la noche. Como nunca pudimos hacerlo.

Pero claro, se bien lo que me ha pedido, como me ha frenado en mi imperiosa necesidad de tocarla, de besarla y de poder demostrarle cuanto la amo.

Entiendo que ella tenga miedo, yo también lo tengo.

Temo incomodarla, temo mostrarle que no valgo la pena, temo perder lo que hasta ahora hemos recuperado, temo que se moleste porque no pueda yo respetar sus deseos, temo perderla.

Sobre todas las cosas eso es lo peor, yo temo perder a Beatriz para siempre.

Sé que ella no soportaría que yo volviera a fallarle, no me perdonaría un daño más, y estaría en todo su derecho.

En mi mente vuelan a toda velocidad cientos de ideas sobre cómo podría yo demostrarle que he cambiado, que esta relación va muy en serio y que para mí ella representa el único futuro que deseo tener.

Sueño con poder llevarla a bailar a un sitio hermoso y reconocido, fantaseo con caminar de su mano por la orilla de un mar con todos los tonos de azul, sobre una arena blanca al borde del agua transparente del Caribe, anhelo regalarle flores solo porque si, o tal vez exquisitos y finos chocolates en forma de corazones.

DesesperaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora