31.

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Sakusa estaba fuera del hospital con sus manos metidas en sus bolsillos. Estaba despidiéndose de Kiyona que no dejaba de regañarlo porque estaba dejando de tomar sus pastillas. Sakusa sabía que eran necesarias, por algo se las recetaron, pero, por alguna extraña razón, las pastillas hacían que él pensara menos y, siendo sincero, él no quería dejar de pensar en Miya Atsumu.

"Es necesario, Kiyo" su hermana seguía extendiendo su mano hacia el más alto con una botella de agua entre ella. "Tomate la pastilla, vamos"

"Ya te dije que no quiero. Esa mierda me hace sentir absolutamente nada" Kiyona lo miró confundida.

"Pero te ayuda con las alucinaciones, estás mejor cuando las tomas y..."

"Me gusta Atsumu" admitió haciendo que su hermana se paralizara. La chica tragó saliva mientras miraba con preocupación a su hermano.

"No, Kiyo, no te gusta Atsumu" dijo intentando sonar amable, su hermano estaba saltandose sus medicamentos desde hace días y ella se estaba dando cuenta apenas ahora. Ella sabía que el pelinegro en cualquier momento perdería el control de lo que estaba en la realidad.

"¿Eh?" Sakusa la miró molesto. La idea de que ella estuviese decidiendo cómo él debía sentirse le caía mal en el estómago.

"Solo es una idea que has creado por el tiempo en el que has estado con él, pero realmente no te gusta" se acercó un poco más a su hermano, pero Sakusa retrocedió.

"No puedes decir eso, no eres tú quién está sintiendo esto" Kiyona apartó la mirada.

"¿Me estás diciendo que de todo el mundo, te gusta la persona que está apunto de morir?" Sakusa sintió las palabras de su hermana como estacas directas al corazón.

"¿Por qué tienes que decirlo de esa manera?"

"¿Qué pasa contigo, Kiyoomi?" Kiyona estaba fastidiada. "Reacciona y date cuenta de lo que está pasando. Él no está bien, sabes que no hay forma de salvar a una persona con ese tipo de cáncer después de haber hecho metástasis" Sakusa le dió la espalda dispuesto a dejarla hablando sola. "Toma tus malditas medicinas para que aterrices de una vez porque te estás despegando demasiado de la realidad"

"Cállate" dijo sin voltear a mirarla.

"¿Qué vas a hacer cuando él ya no esté?" Sakusa dejó de caminar, pero no se volteó. "¿Pasará lo mismo que pasó con papá? ¿Comenzarás a alucinar que él está en todos lados y vas a volver a aislarte de todos?" Sakusa frunció levemente el ceño. Él realmente no recordaba mucho de ese momento en el que comenzó a comprarse de esa forma.

"Atsumu está bien, Kiyona" dijo volteando a verla. "Él está bien" repitió intentando sonar seguro.

"Kiyo, si vuelves a perder a alguien al que te has aferrado mucho, te vas a volver más loco" Sakusa rodó los ojos. "Es mi culpa, es mi maldita culpa por haberte dejado juntar con él" susurró pasando una de sus manos por su cara con desesperación.

"Eres una hipócrita" soltó el más alto ignorando la cara de asombro que le estaba dando su hermana mayor.

"¿Cómo me llamaste?"

"Estabas bien con que él estuviese conmigo y ahora estás molesta"

"Es que no pensé que..."

"Largo de aquí, no necesito que estés atrás de mí cuidándome como un bebé. Estoy grande y si me estrello por quererlo, estoy seguro de que vale la pena" finalmente se volteó para comenzar a entrar al hospital ignorando los gritos de su hermana.

Kiyona no era mala personas, solo estaba preocupada por su hermano. Kihyung no era el hermano mayor más estable con su salud y Kiyoomi desde muy chico comenzó a portarse extraño, ella fue la única que cuidó de ellos cuando su padre se fue. Su mamá solamente les daba dinero y se hacía la loca con lo demás, pero eso nunca le afectó a ninguno de los hermanos porque se tenían unos a otros.

Ahora Kiyona estaba destrozada, ella estaba consciente de que Atsumu no duraría mucho y tenía que prepararse para lo peor. Volvería a ver a su hermanito menor roto en mil pedazos.

Cuando Sakusa entró a la habitación y Atsumu lo recibió con una pequeña sonrisa mientras cerraba el libro que estaba leyendo.

"Aprendí una nueva palabra mientras no estabas, Omi"

"¿Sí? cuéntame cuál es"

"Serendipia" Atsumu lo miró "Eres mi serendipia"

"¿Por qué?"

"Porque una serendipia es un descubrimiento accidentalmente valioso" Sakusa sonrió débilmente.

"Es lindo ver que estás tomando mis consejos, serás un gran estudiante de literatura, Tsumu" dijo el pelinegro acercándose a la ventana que solamente dejaba ver la pared del edificio de enfrente.

"¿Qué te pasa?" preguntó el rubio al ver el semblante decaído del más alto.

"El baile de halloween es este viernes y no podemos ir juntos" soltó sin mirar al rubio.

"Yo..." Atsumu sintió cómo su corazón latía con más fuerza. "Yo no sabía que estabas esperando ir conmigo realmente" Sakusa lo miró de reojo.

"¿Por qué no querría?"

"No te gustan esas cosas"

"Pero me gustas tú" pensó en decir, pero no sabía cómo admitir lo que estaba sintiendo sin sentirse asustado. "Supongo que sería divertido" dijo encogiéndose de hombros.

"Habrán otras fiestas a las que podemos ir" Sakusa lo miró.

"Cierto, ¿cuándo es tu cumpleaños?" Atsumu rascó su nuca.

"El 5" Sakusa lo miró esperando que dijera el mes "El 5 de este mes"

"¿Qué? pero si ya estamos a 29" Atsumu sonrió nervioso. "¿Por qué no me dijiste?"

"No lo sé, es tonto" Sakusa enarcó una ceja.

"No lo es, debiste decirme y te compraba un pastel y pedías un deseo" Atsumu sonrió.

"Todavía es el mes de mi cumpleaños, ¿puedo pedir un deseo?" Sakusa lo miró levantando ambas cejas.

"¿Hasta ahora? dudo que se cumpla" Atsumu rodó los ojos.

"Déjame soñar" Sakusa curvó una sonrisa.

"Bien, pide tu deseo"

"¿Lo puedo decir en voz alta?"

"Dicen que no se cumple" Atsumu ladeó un poco su cabeza.

"Espero que sí se cumpla" Sakusa lo miró curioso.

"¿Ya pediste el deseo?"

"Sip" Sakusa se acercó un poco más.

"¿Qué pediste?"

"No se cumple si te lo digo" Sakusa sonrió. Sabía que Atsumu diría eso.

"Bien, no me lo digas"

"Está bien, te lo diré porque insistes" dijo haciendo que Sakusa comenzara a reír.

"Bien, ¿qué es?"

"No te diré" dijo sacando su lengua y otra vez el pelinegro comenzó a reír.

Atsumu estaba feliz, se sentía orgulloso de él mismo cada vez que hacía reír al pelinegro. Y, si alguna vez le preguntaban qué tan asustado estaba de la muerte, se atrevería a decir que ni un poco. Si Atsumu no iba al cielo, no le importaba en lo más mínimo, el cielo lo conoció cuando se encontró por primera vez con aquellos ojos negros que tanto le gustaban y estaba seguro de que el canto de los angeles no era el sonido más sagrado que en su vida escucharía, después de escuchar la risa de Sakusa, nada sería tan bendito como eso.

Serendipia [SakuAtsu] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora