Capítulo 7

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Laila pdv:

Estaba llorando y no podía creer que se enteró. Me moví un poco el la cama y vi como la sábana color crema estaba manchada con sangre, de como me lastimó. Me ardía demasiado, estaba intentando moverme para que las lastimaduras no toquen la cama, pero el dolor era tan grande que me costaba moverme.

Ni lo podía culpar...

Al rato escuché voces. Estaban lejos así que no podía escuchar quién era.

Uno minuto después los escuché en la escalera y me quedé viendo.

Subió y lo vi.

—Hola, gatita, me contaron que te portaste muy, muy, mal.

Lo miré y bajé la vista a la cama, no quería que Romer me vea así.

Se acercó y me pegó una cachetada fuerte, con el dorso de la mano.

—Te acabo de decir hola. ¿Qué tenés que responder?

—Hola, Romer. —Respondí con miedo.

—Muy bien. Ahora le vas a decir a papá Romer —dijo con voz para hablarle a un bebé—DE DÓNDE MIER*DA CONSEGUISTE LA DROGA. —Me dijo con bronca.

Trague saliva y no contesté.

—Bien. Te voy a dar tres opciones entonces. La primera: te portas bien y me decís. La segunda y mi favorita te meto el puño por la con*cha hasta que te sangre o la tercer opción te meto la pi*ja sin preserva*tivo hasta que te sangre también, creo que esa va a ser tu favorita. Tic-toc, gatita, no soy hombre paciente.

—... ¿Para qué querés saber? ¿Querés comprar vos también?

Se rió y me pegó otra cachetada, también con el dorso de la mano, que me rompió el labio.

—La próxima vez que decís eso es puño directo y no me refiero a en tu cara. —No contesté. —... Muy bien, me fascina esa opción. —Me dijo con su sonrisa de sádi*co.

Se remangó la camisa y me tiró de la pierna.

—NOOO, SALÍ, SALÍ. —Le grité e intenté patearlo. —¡ROJO!

—Oh no, gatita —chasqueó la lengua—, ¿sabés que ocurre acá? Yo no estoy jugando con vos. Tu rojo no te va ayudar ahora. —Aclaró y me introdujo tres dedos de una.

—¡NO! ¡DUELE! NOOO, DAVIDDD ¡DAVIDDD! —Grité y no paró.

Miré a la escalera y David no volvía y empecé a llorar. Empezó a poner el cuarto dedo en la entrada.

—No por favor, te digo, te digo. —Supliqué llorando.

Sacó los dedos con cuidado y me revisó, por si me había lastimado. Me abrazó y me aferré lo poco que pude de él.

—Shhh shhh no pasó nada, no estás lastimada. No pasó nada. Ahora haceme caso y decime todo. —Me calmó.

Abrió el cinturón y lo sacó del aro de la cama y me ató las manos solo las dos juntas. Me subió arriba de él y me abrazó.

—Shhh shhh... ¿Cuántas bolsitas tenés? —Dijo tranquilo, mientras me sostenía bien contra él.

Lo pensé y creo que son tres.

—... Tres. —Susurré todavía llorando un poco.

—¿Quién te vendió?

No respondí.

—O me decís quién te vendió y de quiénes podés conseguir el número o te borro todos los contactos del celular... —No contesté. —Está bien, entonces se van todos los contactos... ¡David, subí! —Gritó y David subió con una lágrima que le caía de ojo. —Dejá de ser un maricón. ¿Cuántas bolsitas encontraste?

Los fantasmas del pasado (Mi Decisión III) +21✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora