Capítulo 17

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Laila pdv:

Escuché a David gritar con alguien arriba, pero no sabía que le dijo. Elvis ya estaba en su móvil y mi tablet no había salido de su maletín, así que estaba también.

Cuando David bajó, estaba con una cara de que va a golpear a cualquiera que se le cruce, pero me sonrió cuando me vió. Agarró el corralito, su maletín y salimos.

Paró en el medio de la calle y me miró.

—No puedo estacionar acá, Laila. ¿Podés bajar y comprar unos diarios viejos de ese puesto, para poner en el piso de la oficina? —Me dijo tranquilamente con un billete de quinientos en la mano.

No quería… Pero tenía que hacer algo por mi misma o no iba a salir del pozo. Miré afuera y miré la plata…

—… Está bien… Un minuto. —Respiré y dejé el móvil con Elvis atrás.

Agarré el billete y salí. Miré y caminé despacio hasta ahí.

Me puse enfrente y esperé hasta que me viera.

—Buen día. ¿Qué andás buscando? —Me dijo una mujer grande con una sonrisa.

—¿Podría por favor comprar algún diario viejo?

—¿No querés uno de hoy?

—No, es para poner a mi conejo arriba.

—Ahh ya entiendo. Dejá que te doy unos. No hace falta pagarme. —Me pasó tres y los acepté.

—Gracias.

Me fui a la camioneta de vuelta, David me abrió la puerta y me agarró del brazo para ayudarme a subir.

—¿Te olvidaste de pagarlos? —Preguntó preocupado viendo el billete en mi mano.

—Me los regaló…

—Le hubieras dado la plata igual, hermosa. A nosotros no nos hace falta. —Miró atrás y empezó a manejar otra vez.

Todo mal hago... Todo mal...

Cuando llegamos todavía era bastante temprano, entramos y el cartel que había puesto para que no entren seguía ahí. Se ve que no quería que lo vieran entrar con todas las cosas del conejo, por eso llegamos antes de que lleguen todos los demás.

Cerró y se llevó la taza que tenía mi chupete.

Cuando volvió la puso arriba de su escritorio, de mi lado. La agarré y vi que lo lavó. Tenía un poco de agua así que lo deje ahí, para que se seque.

Armó el corralito al lado del sillón y le puse el diario por todo el piso. Saqué a Elvis del móvil y lo puse ahí adentro.

—… Me olvidé de la comida… —Susurré triste.

No sé cómo no me di cuenta… Todo mal…

—¿Qué pasa, Laila? No escuché. —Dijo desde su escritorio.

—No tiene para comer o tomar.

—No te preocupes. Ahora que venga Pamela, la mando a la verdulería a comprar algo. Ahí le traigo un recipiente con agua.

Se levantó y se fue.

Me metí en el corralito con Elvis y se me trepó encima, para que lo acaricie.

Unos minutos después tocaron la puerta y me quedé quieta, para no hacer ruido. Se abrió despacio y era Javier.

Me miró con una sonrisa.

—¿Puedo pasar, Lai? —Preguntó bajito.

Asentí, pasó y cerró la puerta atrás de él. Vino a sentarse en el piso del otro lado del corralito.

—¿Este es el famoso conejo que te regaló papá? Es gigante. ¿Cómo se llama? —Preguntó contento.

—… Elvis. —Dije con un poco de miedo.

Me debe ver horrible… El moretón de la cara ya esta todo verde.

Se rió.

—¡Tenía que haber intentado adivinar! Ya me parecía. —Dijo riéndose.

La puerta se abrió, entró David y lo vió.

—¿Algún pu*to día vas a escucharme? —Le dijo harto y cerró fuerte la puerta.

Vino a ponerle el agua a Elvis y fue a su escritorio.

—No realmente, no. —Le dijo negando con la cabeza y me volvió a mirar a mi. —Clara necesita decirte algo… ¿Puede venir ahora? Ya sabes como es, se preocupa mucho si no te ve.

—Está bien.

—Muy bien, ahora le mando un mensaje.

Sacó su celular y le mandó. Volvió a mirarme y sonrió.

—Ahora viene, no te quiero spoilear, pero Clara dejó su trabajo, porque su jefe le gritó. —Susurró. —No le digas que te dije, pero le escupió la cara y renunció… Ni te imaginas como vino ese día... Así que ahora está todo el día aburrida en el departamento. —Me reí.

Las dos siempre tuvimos carácter.

Me pellizcó un poquito la mejilla que no estaba lastimada y sonrió.

—¿Dav, me das un poco de tu café que no desayuné? —Le preguntó y se levantó, para agarrar la taza.

David agarró y la guardó rápido en el cajón.

—No tengo ningún café. Andá a hacerte.

—¿Por qué guardaste así la taza?

—No quiero que me toques mis cosas. —Dijo David bien firme y siguió trabajando.

Javier miraba confundido como preguntando “¿Desde cuándo?”

—¿Estás menstruando? —Le preguntó y David lo miró peor. —Ok, ok. No me cierren, ahora vuelvo.

Pasaron diez minutos y entraron los dos. Clara y Javier juntos.

—¡Mi bebé! ¡Ese monstruo te alejó de mi de vuelta! Lo voy a denunciar. —Me dijo Clara después de venir casi corriendo a abrazarme, como pudo, porque yo seguía dentro del corralito.

—Hola. —Susurré.

—Hola, Lai, no sabés todo lo que te tengo que contar. Pero primero: ¿VOS LE GOLPEASTE LA CARA ASÍ, MALDI*TO ENFERMO? —Le gritó a David.

—No fui yo, explicale, zorrita, que me van a asesinar. —Dijo sin mover su vista de la computadora.

—Fue la sumisa de Romer. —Susurré.

—¿Por qué su sumisa te golpeó? —Preguntó preocupada.

—Romer le ordenó, porque no me callaba…

—Desde el primer día lo odié a Romer, no sé porque es que vos lo querés tanto. Es un… —Javier tosió y la calló mirándola.

—¿Clara, por qué no le contás las noticias? —Dijo cortándola del todo.

—… Si. Salí un poco de ahí, Lai. ¡Nooo, Franco nos contó del conejo, pero es gigante! ¿Lo puedo agarrar?

—Si, se deja.

Yo salí del corralito y ella lo agarró.

—Es muy suave. Además tiene un color marrón chocolate hermoso. Cuando no lo quieran más yo estoy disponible para llevármelo. —Dijo sonriendo y lo volvió a dejar.

Me agarró y me corrió un poco.

—Bueno… no me lo puedo guardar más, Lai… Estoy embarazada. —Dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

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Cuac...

Los que dijeron que había un embarazo en el cap anterior, no estaban tan mal.

Nos leemos. 🦊

Los fantasmas del pasado (Mi Decisión III) +21✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora