Miré la puerta blanca y no tenía ni plata ni zapatillas y estaba en pijama. Pero me quería ir igual.
Fui despacio a la puerta y abrí con cuidado, para que no haga ruido. No abrió y entré en pánico, hasta que me di cuenta del cerrojo de arriba. Ahí si lo abrí y salí corriendo, para salir del edificio.
Me puse a caminar y las pocas personas que pasaban me miraban, pero se alejaban. Hasta que un chico agarró y se paró adelante mío.
—Perdón. ¿Necesitas ayuda? —Lo miré y asentí.
—Si, por favor. ¿Si tenés crédito puedo hacer una llamada? —Le supliqué y me cayó una lágrima.
—Si, si, quedate tranquila. —Me hizo sentar en una escalerita de el edificio de al lado y llamé a mi celular. Porque no sabía ningún otro número.
Sonó tres veces y ya estaba por colgar cuando lo escuché.
—¿Hola? —Era David.
Me puse a llorar otra vez.
—Soy yo, por favor vení, me escapé, estoy en la calle. —Dije ya desesperada. Lo necesito.
—¿EN DÓNDE ESTÁS?
—No sé en donde estoy, estoy a una cuadra de la casa de Romer. —Respondí entre sollozos, sintiendo mi garganta cerrarse.
El chico me pidió el celular y lo agarró.
—Hola, ¿tenés para anotar?... Se encuentra en Díaz al 2456, entre Sangomi y Arrimate… —Cortó.
—Gracias, él te va a pagar el llamado cuando llegue.
—Ni te preocupes por eso. Me quedo con vos así no te quedás sola.
Seguí llorando y miré para donde estaba el departamento de Romer. Por las dudas, si salía, tenía que irme de acá o iba a verme.
Unos minutos después llegó David. Estacionó enfrente y vino corriendo.
—¡LAILA! ¿QUÉ TE HIZO? —Vino y me besó.
Cuando me soltó lo vi, y se le caía una lágrima.—Dale mil pesos al chico, por favor. —Necesitaba resolver eso primero, y no podía dejarlo escuchar nada. No se puede meter la policía en esto.
Se limpió la lágrima, sacó su billetera y le dio tres billetes de mil.
—Gracias, ya te podés ir. —Le dijo y me agarró en brazos, con mucho cuidado y me llevó a la camioneta.
Cuando llegamos me cambió de posición, para agarrarme con una sola mano y poder abrir la puerta. Me metió acostada atrás y cerró. Se fue al asiento del conductor y arrancó.
No dijo nada en el viaje y cuando llegamos al departamento me alzó y me llevó al piso.
Después de entrar me bajé al piso y me agarré de sus piernas, arrodillada.
—Por favor, no más. No más, me porto bien, me porto bien. Por favor. Me porto bien. —Seguí repitiendo una y otra vez lo mismo y David se agachó.
—Shhh shhh, ya pasó, ya pasó. ¿Qué fue lo que te hizo? ¿Romer te golpeo así la cara? —Negué mientras lloraba y lo miré.
—Fue su sumisa. —Dije, todavía con miedo.
Me abrazó y me contuvo. Siguió susurrando que todo iba a estar bien y no me soltó.
Su teléfono sonó y era Romer.
Me miró y atendió.
—¿QUÉ LE HICISTE?
—Lo necesario. Abrime que estoy abajo. Falta lo último y terminamos. —Escuché que decía.
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Los fantasmas del pasado (Mi Decisión III) +21✔
RomanceLa vida de Laila era fácil, hermosa, divertida. Realmente lo fue en el último año... hasta que unas simples palabras llegan a cambiarlo todo... más bien a destruirlo. Cuando se cree que ya nada puede empeorar, aparecen fantasmas, errores del pasado...