Prólogo

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Una figura en la densa niebla que comienza a elevarse a nuestros pies, avanza con pasos lentos en mi dirección, tambaleantes, piernas débiles que amenazaban con pronto colapsar, pero que aún así, tenían un propósito en mente. Haciendo que esa figura al inicio del puente camuflado por la oscuridad de la noche no se detuviera. Sabía que un rostro se ocultaba en aquella negrura tan frustrante al tratar de distinguirla y con ello, la persona que amenazaba con acabar mi vida.

Cada vez más y más cerca, con pasos lentos pero una determinación en cada uno de estos. Un propósito.

Un reflejo de luz encandila mis ojos haciéndome trastabillar con mis propios pies y caer sobre la madera, tomando el arma y apoyado mis manos del suelo rústico me levanto logrando reponerme tan rápido como mis piernas débiles y temblorosas me permitieron. Retrocedí con el poco aliento que me quedaba al ver aquella pieza de hierro incrustada en el mago de madera que sostenía en su mano derecha. Apuntándome a solo cinco metros de distancia.

Un grito agónico con mi nombre en el hizo eco alrededor de mí, recorriendo más allá de las montañas que, aunque no se podían ver, estaban allí. Mezclándose con el vacío de la noche y haciendo vibrar cada musculo de mi cuerpo, cada nervio, cada hueso. Una que me hizo entender que mi vida sí que corría peligro. No era producto de mi imaginación, tenía que actuar pronto o todo lo que una vez fui en esta vida sería arrebatado ante mis ojos.

Tire el gatillo del arma y nuevamente no funciono.

Con terror retrocedí pasos más largos haciendo que los suyos se acelerasen. Sin darme cuenta había llegado al final del puente, impidiéndome retroceder más. No teniendo a donde correr al solo estar rodeada por el agua oscura y helada del lago. Fue entonces cuando supe que había llegado la hora de enfrentarlo.

El corazón me palpitaba con fuerza, mis articulaciones latían alocadamente bajo mi piel húmeda por el sudor helado que me hacía tener la piel de gallina y conteniendo la respiración solo pude alzar la vista cuando la persona frente a mi parece medir más de dos metros de altura, con hombros anchos y brazos fuertes. Haciéndome sentir muy pequeña, frágil e indefensa.

Ya no tienes a dónde escapar, gatita —susurro, con una voz profunda y gélida.

Sus labios empezaron a extenderse lentamente hasta dejar visible todos y cada uno de sus dientes blancos, blancura que se mezclaba con el rojo de la sangre que caía sobre su frente en hilos grandes y de consistencia ligeramente espesa. Mi cuerpo se estremece con el frio de la muerte, porque en ese momento solo podía presenciar la muerte frente a mí.

Una risa aguda, vigorosa sale desde su garganta profunda, alocada e histérica. Haciendo que no pudiese contener más las ganas de llorar.

Me sentía tan sola, tan vulnerable. Tenía tanto miedo y no había nada más allí que la soledad de la noche, el sonido de su macabra risa y la horrible imagen suya amenazando con acabar mi vida.

Tire del gatillo y una vez más, no funciono. Estaba atascado y por más que la maniobrara con desesperación no sabía cómo repararla.

—Maldita miserable... Aun teniendo la arrogancia de querer dispararme. A mí. ¡A LA ÚNICA PERSONA QUE TE HA AMADO DE VERDAD!

Cierro los ojos apretando de mis parpado con fuerza cuando su grito estalla en mis oídos, haciendo que mi corazón duela al acelerarse cada vez más.

—Porque soy yo... El único que amará a un ser tan despreciable como tú.

—Por-por favor... Yo no soy...

Shhhh...

Mueve su cabeza en un giro circular mientras cierra de sus ojos y permanece en silencio.

Intento reprimir el temblor de mis labios, pero era tan difícil que cada parte de mí se encuentra haciendo lo mismo.

—Nunca fuiste buena para escuchar. Siempre llevándome la contraria en todo —rie seco—. Siempre poniendo a otros por encima de mí, a pesar... De que lo único que yo quería, era estar contigo... Hacerte feliz... Feliz a mi lado.

Pierdo todo el aire de mis pulmones cuando sus ojos se abren en par, grandes y burlescos. Estos casi parecen reír junto a su sonrisa vil.

—Pero ya no más, gatita. Porque si has decidió no querer ser mía... Entonces, me temo que no serás de nadie más.

Todo paso tan rápido, el martillo en su mano ser elevado en el aire en un agarre firme y un retroceso listo para destrozarme la cabeza con un solo golpe en seco. Y en ese instante, solo puede cerrar los ojos, esperando así, su impacto en mí.

—¡AAAAAHHHHHHHH!

Mis manos temblaron sudorosas y viscosas mientras me aferraba con todas mis fuerzas a lo que podría salvar mi vida, pero cuando jalé el gatillo y sentí el retroceso del arma había sido muy tarde. Todo frente a mí se nublo, el frío me arropo sacudiendo cada uno de mis extremidades, arrastrándome a la oscuridad y hundiéndome en lo más profundo de ella.

Te amaré hasta mi último alientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora