14. "Como un puma en la soledad de Quitatrúe"

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Intento olvidarme de lo que acaba de pasar, pero no es fácil. Pienso en lo que acaba de pasar en casa de Sam e intento buscar argumentos para no darle ningún tipo de importancia. Pero por más que trato, en lo único que pienso es en los diez o doce centímetros que separaban nuestras caras.

Solo nueve u once centímetros entre nuestros labios. Centímetros que querían disminuir y que tal vez habrían acabado desapareciendo. ¿Quería yo eso? ¿Juntar nuestros labios, probarnos mutuamente?

Y sus ojos clavados en los míos, y los míos clavados en los suyos. El tiempo parecía haberse detenido mientras nos observaramos como si fuera la primera vez que realmente nos veíamos...

Para, ¿quieres olvidarlo? Pues deja de pensar en ello, no hay más secreto.

Cierto, ¿cómo no lo pensé? Ah sí, porque no funciona así...

Mi subconsciente a veces va de inteligente y me da consejos inútiles...

Te he oído.

¿Tal vez porque somos una?

Te aguanto más cuando eres una pobre chica inocente.

Yo no te aguanto nunca.

Lo dicho.

¿Es penoso que hable con mi subconsciente? Sí, lo es y mas si hablar significa discutir. Osea, estoy discutiendo conmigo misma, ¿puedo ser más ridícula?

Si, podrías estar pensando en un chico al que casi besas sin saber si querías hacerlo, mientras estas enamorada de otro con el que casi te acuestas ayer. Ah no, que eso ya lo haces.

En serio ¿alguien sabe como desenchufar un subconsciente?

Bueno, la música siempre es una buena aliada. Saco mis auriculares y enciendo el móvil. Escuchar música parece que apaga los pensamientos y puedo dejar de pensar en todo.

Encima, para cuando llego a casa, mi madre está estresada porque le han dicho que quieren hablar con ella mañana en la empresa y está preocupada por si le echan del trabajo. Dudo que pase eso, porque lleva muchos años allí y encima está en un buen momento económico.

A pesar de que se lo he repetido trescientas veces en los primeros cinco minutos que he cruzado la puerta, ella sigue preocupada, de mal humor, y pegando gritos hasta al mosquito que se coló por la ventana. Vamos, que se está comportando como la típica madre y para ser la primera vez, parece que lo hace desde siempre.

En dos momentos, acaba riñéndome porque no encuentra la vainilla ni el azúcar para hacer magdalenas. No deja de decirme que le muevo las cosas y que se las coloco en otro sitio. Realmente lo que había pasado es que ya lo había sacado y por eso no estaba en el estante.

Y claro luego está el tema de que como nunca está y menos para cocinar... Pues ni sabe dónde están las cosas en la cocina. Y todo dicho desde el amor y la comprensión...

No me juzguéis, es que es díficil comprender algo que pasa cada dos por tres, sin motivo aparente y sólo explicado en una nota de libreta...

Al final, cansada de ser reñida por nada (¿por qué los padres tienden a desahogarse riñendo a los hijos?), me voy a la habitación acompañada por mis galletas de pepitas de chocolate.

Entre modisco y mordisco me sumerjo por tercera vez en "El día que se perdió la cordura" y entre agentes, centros psiquiátricos, psicópatas y galletas se me pasa el tiempo.

Sobre las nueve, una mujer más tranquila, conocida como mi madre cuando a ella le apetece, me llama para cenar. Una especie de carne guisada con una salsa oscura que la cubre y magdalenas.

Que asco. A ver no, así separadito puede estar muy bueno, pero es que ha puesto la carne y el intento de cupcake en el mismo plato. Ahora mismo solo puedo correr para apartarlo y esperar que no haya absorbido la salsa del guiso.

Aparentemente, al quitarla, no parece haber llegado a mezclarse, pero no cantemos victoria por si acaso.

Tras la cena que no resultó ser tan horrible como pintaba, con una mujer más tranquila y simpática, me quedo un rato en el comedor haciendo zapping junto a mi hermano.

Realmente no sé que hacemos los dos aquí, porque resulta obvio que ninguno de los dos está prestando demasiada atención. En la tele hay un concurso de cultura general, pero ni mi mente está para pensar ni la de mi hermano por lo que parece.

En mi caso, todos sabemos en qué estoy pensando (obviamente en esta tarde, ya me seguís) y mis pensamientos resultan demasiado ruidosos como para prestar atención.

Respecto a mi hermano, ni idea de que pasa por su mente. Pero algo lo suficientemente importante como para que mire su móvil con desesperación cada 15 segundos y lo apague con resignación.

Mi hermano y yo nos queremos mucho, pero nunca hemos sido tan cercanos como para compartir nuestros pensamientos. Una pena, porque me encantaría tener esa relación con él. Pero supongo que entre la edad y lo de ser chico-chica, no ayudó.

—¿Estás bien?—le pregunto— Porqué te veo algo distraido...

—Bueno, tu pareces estar igual.

—Ya, supongo que hemos tenido días mejores...

Mi hermano se queda callado, así que parece que nuestra extraña conversación ha acabado. Y esto no es como los libros o las pelis, donde de repente la otra persona suelta sus preocupaciones más secretas, no, esto es la vida real, y eso significa, que mi hermano no va a decirme que le pasa. No hoy, al menos.

Subo a la habitación y me pongo el pijama. Me hago un moño mal hecho y me lavo los dientes.

Hoy es uno de esos días que uno no tiene ganas de nada. Así me siento, desganada, rallada... Todo es un drama, aunque de drama no tenga nada.

Ni que fuera la primera persona que se siente perdida por un chico... Ni que fuera la primera vez que no sabes que sientes... Pero aún así, aquí estoy, victimizando mi drama, solo queriendo comer y dormir.

Antes de meterme en la cama, busco mi móvil. Hace horas que no lo uso, desde que llegué de casa de Sam, así que supongo que debe estar en la mochila. Mientras rebusco entre las hojas de apuntes, empieza a sonar y un par de segundos mas tarde, lo encuentro.

<John>

Uff, con las ganas que tenía de irme a dormir...

Aunque podría no cogerle y simplemente ignorarle, me sabe mal hacerlo, podria ser importante. Además, son las once, y generalmente no me suelo ir a dormir hasta las doce, así que tampoco pierdo horas de sueño.

—John, hoy fue un dia largo y solo quiero irme a dormir, ¿qué quieres?

—"Quiero comer el rayo quemado en tu bell... hermosura,
La nariz... soberana... del arrogante rostro,
Quiero comer la sombra fugaz de tus pestañas
y hambriento vengo y voy olfateando el crepúsculo"...

—"Buscándote, buscando tu corazón caliente
como un puma en la soledad de Quitatrúe." Pablo Neruda, ya...

No se ni que decir. Osea, ¿que se le dice al ex que te puso los cuernos y casi te acostaste ayer cuando te llama borracho y recitando poesia? No es una situación que me pase continuamente.

—¿Y?— me pregunta esperando una respuesta.

—No tengo nada que decir... No se, es que... ¿crees que por recitar un soneto que te enseñe yo y que me atraigas, todo esta bien? Tras lo que hiciste, ¿crees que lo voy a olvidar todo en dos días y pedirte de volver? No funciona así.

No se de donde sale mi rabia, pero cuanto mas escuchaba las risas y balbuceos ebrios de sus amigos al fondo, mas me enfadaba.

Y acabé explotando. ¡Pum!

Y colgué.

Y me sentí libre de haber soltado lo que llevaba todo el dia pensando. La chica timida ya no se calla. O bueno, si, que los cambios no son tan bruscos, pero por algo se empieza.

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