Me despierto a las 6:40 con la canción Tati, y su ritmo alegre que siempre me motiva, hoy me molesta demasiado. Al igual que el amanecer demasiado brillante, demasiado naranja, que veo desde mi ventana.
Al igual que la regla que está por bajarme en un par de días y cuyo mal humor, empieza a aparecer. Sólo quiero volver a meterme en la cama y despertar dentro de una semana, cuando se me haya pasado.
Por desgracia, eso no es posible. Por mucho que quiera, el mundo no se para y los profesores, menos. Así que tengo que ir a clase; como mínimo para demostrarle al señor amargado que ya se hacer matrices, y sin necesitar su increíble explicación.
YouTube, gracias, eres el eterno salvador de miles de adolescentes.
Así que, con esa motivación, me levanto de la cama y sigo mi típica rutina (esa que descifró Jack ayer) de vestirme, comer y leer. Eso sí, añadiéndole la parte del maquillaje, porque obviamente, el chupetón quiere seguir estando ahí. Eso sí, los consejos de Jack fueron útiles.
Al final, con un par de capas de maquillaje, una coleta baja y al lado (estratégicamente colocada) y una "bomber" de colores años 80 (cuyo pequeño cuello ayuda a taparlo aún más por si lo anterior no fuera suficiente) salgo de casa.
Esta vez no salgo corriendo para no encontrarme con mis padres, pero claro, tampoco me quedo a esperar que lo vean. Una estará hormonada perdida sí, pero tonta sigo sin ser. Incluso de vez en cuando sigo conservando la lógica. Flipa.
Cuando llego a menos diez aún no hay nadie, así que me siento en mi pupitre habitual y me pongo a dibujar en la mesa. Pequeños dibujos aparecen de la punta del lapiz: estrellas, flores... Son ignorantes de su corta vida: cuando acabo, los borro. Dibujo otro, lo borro. Una y otra vez.
A veces, eso me hace pensar en si nosotros no podríamos ser dibujos también, del cuaderno de algún niño, o palabras de la libreta de un adolescente que escribe sus historias inventadas. ¿Podrian acaso escribir sobre mi? Una chica adolescente que sin tener problemas, se busca dramas en lo que pensar...
Tal vez si, tal vez no. Y tal vez, ese niño o adolescente podria aburrirse de nosostros y acabar borrandonos para crear nuevos. Puede que una goma hiciera desaparecer mis 17 años de existencia. Quien sabe ¿os lo imagináis? De repente, adiós y ya no sois más que un triste amago de recuerdo en la mente de alguien.
Acabo dejando el lápiz y borrando el último dibujo. Cuando acabo, empiezo a borrar todas las rallas que tiene la mesa hasta quedar completamente limpia y llena de pequeños restos alargados de goma, que voy juntando en un pequeño montón.
A veces mi cabeza da tantas vueltas que necesito centrarme en cualquier tonteria para olvidarme. Hoy a las rallas, les tocó morir. Y a parte de la goma, irse a la basura.
Mis compañeros y la profesora entran mientras yo me dedico a borrar y a las 8 en punto, la clase comienza. Por lo visto, hoy es uno de esos días en los que a la profesora le apetece ser productiva, así que al resto nos toca jodernos y elegir entre respirar o tomar apuntes. Por qué sí, hacer ambas cosas es algo cercano a imposible. Sólo puedes, si eres privilegiado. Yo no lo soy, mi mente no da para tanto. Y a juzgar por los suspiros de molestia de mis compañeros, ellos estan igual: sin entender nada y con el tiempo justo para copiar lo que va diciendo y apuntando.
Con dos hojas llenas de interrogantes en las cosas que no entendí, y los dedos y la muñeca derecha dormidos, la hora de tortura llega a su fin.
Es extraño porque la clase se hizo eterna y corta al mismo tiempo. No tiene sentido, lo sé, pero así es. Se me hace eterna porque... bueno, es obvio, porque es clase, y aunque dura menos que una película, y casi lo mismo que una serie, se te hace mucho más larga que cualquiera de ambas.
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Chico Instagram
Teen FictionSophie es una popular de 'segundo grado" pero no hay nada que odie más que la atención. Jack, es un tipo sencillo, ni el empollón, ni el deportista, ni el gracioso; es el "normal". Ella no es la nerd misteriosa y él no es el típico mujeriego. Pero...