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23. Uff, dios, esas galletas son gloria bendita

La voz de Tessa suena a través de la puerta— Emm, no soy John.

¿Qué hace aquí? Se suponía que ella y las demás estarían en su casa pasando la tarde, viendo pelis, riéndose, comentando y esa clase de cosas. Cosas que yo no tenía ganas de hacer.

—Tampoco nosotras somos John— escucho decir a Chloe. Supongo que ese nosotras incluye a Sam.

Así que vinieron todas... No quiero que me vean así, casi teniendo un ataque de ansiedad, llorando y mocosa por unas cuantas palabras de más.

—¿Que hacéis aquí? Deberíais estar en casa de Tessa— mi triste intento de entretenerlas mientras intento recomponerme, pierde sentido en cuánto hablo: la voz no miente.

—Mira, Sophie, cariño, no nos vamos a ir. Así que, o nos abres, o entramos a través de la ventana de la cocina, o el comedor o escalamos a tu habitación. Avisada estás— dice Sam riéndose, intentando convencerme de broma de que abra. Bueno, al menos creo que es de broma, no creo que estén tan locas.

—Cucú.—¿Dije que no estaban tan locas? Perdonad, me equivocaba.

Dos segundos más tarde de escuchar ese "cucú" apareció Chloe por la puerta que daba al comedor. Sí, entró por la ventana. Creo que deberíamos cerrarlas más a menudo...

Me levanto y me acerco a la puerta, para abrir a las demás antes de que las muy locas salten por la ventana y se hagan daño.

—Déjalo, llegas tarde— dice Chloe mientras señala detrás suya poco antes de escuchar un golpe fuerte.

—Ay Dios, ¡QUE SE ME HAN MATADO!—corro al salón, casi esperando ver a alguien en el suelo y sangre por todas partes.

En cambio, me encuentro con una Sam descojonándose a pleno pulmón y a Tess con las piernas enredadas en la cortina quejándose y riéndose al mismo tiempo.

—Casi me dejo la rodilla en tu cortina, Soph— no dejan de reírse y al final me lo acaban contagiando a mi también.

—Estáis fatal, en serio, casi os matáis por entrar en mi casa, trio de acosadoras.

—Mira cuánto te queremos, que arriesgamos la pierna de Tessa por ti— y más risas.

Menos por parte de Chloe, ella sigue en la entrada de la habitación. Al ver que la miro, me sonríe, aunque no parece que la sonrisa le llegue a los ojos. Algo le pasa, algo le preocupa, algo quiere decir. y teniendo en cuenta que están aquí... No es difícil adivinar que le pasa por la cabeza:

—Se lo dijiste, ¿no?

—Sé que no querías, pero debían saberlo...

—Es mi vida— sé que en realidad tiene razón, que en realidad fue más que nada por mucho que dijera que no, y sé que no estoy tan bien cómo he querido demostrar, pero siento la extraña necesidad de seguir escondiéndome.

—En realidad se lo conté yo—escucho una voz acercándose por el pasillo: Will—. Las llamé y les conté. Enfádate conmigo si quieres, pero no sabía que hacer. Tuviste varios ataques de pánico durante estos 15 minutos. Intenté acercarme y ni me viste, te hablé y no me escuchaste. Solo llorabas... Sí, es tu vida y sí se lo conté. Y lo hice porque te quiero, porque me preocupas. Y ellas vinieron por eso mismo.

—No estás sola, no tienes que pasar por nada sola, nos tienes a nosotras—dice Sam, cogiendome la mano mientras me habla—. Si lloras, nosotras estaremos para consolarte; si gritas, gritaremos contigo hasta quedarnos sin voz; si te caes, te levantaremos una y mil veces.

—Bueno, depende... Si es una caída muy graciosa en medio de la calle... A lo mejor nos reímos primero—Chloe me guiña el ojo mientras se ríe.