8. Antes de que todo empiece.

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Caminando por los pasillos del instituto Moulcof, puedo ver a algunas personas corriendo en los pasillos para apresurarse a llegar a sus aulas. Yo, por mi parte solo trato de que ninguno de mis amigos me encuentren, porque si eso llegase a pasar tendría que explicarles todo lo que pasó el fin de semana pasado y eso es lo menos que quiero como tema de conversación. La verdad, es que han pasado dos días después de eso y lo único que he echo es evadir la situación; los pensamientos; los recuerdos de esa fatídica noche.

Cómo ya había mencionado antes, mientras camino por los pasillos puedo escuchar un cuchicheo de un grupo de bolsas de sangre que vienen en camino, cuando están suficientemente cerca de la esquina, tomo la decisión de apresurar el paso y esconderme en unos de los muros mas cercamos a esperar a que pasen mis dichosas amigas.

-Sabes que es malo espiar a las personas, ¿no?.

Escuchar la voz de Leam desde atrás es como escuchar, no lo sé, a un mamut quejarse por qué tiene pelaje, así de ilógico e impredecible. No se desde cuanto hace que está allí, pero solo decido ignorarlo, aunque... no por mucho.

-No espio a nadie.

-Claro, claro. Retiro lo antes dicho. Acosando.- hace énfasis en lo último. Yo pongo los ojos en blanco y el pasa por mi frente hasta quedar a centímetros de mi cara, por lo que tengo que levantar la cabeza para poder ver directamente a sus azules ojos, dejandome anonadada por el repentino contacto visual.

-¿Que haces aquí, Leam? No creo que estés aquí solo por querer decirme acosadora.

-Primero, por si no te das cuenta estamos en un instituto. ¿Sabes lo que significa «instituto»? Es donde todas las mañanas asisten adolescentes con sueño para poder apre....

-Ya se lo que significa. ¿Y lo segundo?.

-Queria saber cómo estabas, desde lo del otro día.- hace una pausa para poder remover la mata de cabello color azabache de su frente, y prosigue:-Estuve marcando a tu teléfono pero salía apagado.

Por un momento pensé que todo era una broma, parpadee dos veces para asimilar lo antes dicho. Leam, quien fue testigo de visualizar algunas de mis manchas, está hablándome y preguntándome cómo seguía, después de ver lo que soy. Lo veo y, no me lo creo. Aunque con eso no quiere decir nada. Tal vez solo lo hace por ser buena persona y no porque realmente quiera establecer tratos conmigo.

-Si, gracias, estoy bien. No me suelo incapacitar tan rápido. Y, mil veces gracias por llevarme a mi casa.

-Traquila, siempre puedes contar conmigo. Ahí estaré.

-Hoy has hablado más de lo que sueles hablar conmigo.- me río nerviosamente, nuevamente caminado hacia mi respectivo salón.

-He practicado frente al espejo más veces de las que debería.

Eso hace que me ría por una fracción de segundo, con ello olvidandome de lo que hacía y tenía que hacer. Se siente muy bien estar con personas que tienen la capacidad de hacerte olvidar, al menos por un poco de tiempo, tus problemas e inseguridades.

Luego de eso, se despide, asegurando que nos veríamos muy pronto. A primera hora nos tocaba- a mí, y a mis dulces y queridos amigos- Historia, con la profesora Muller. Deseo que las horas pasen lo más rápido posible, para si llegar a mi dichosa morada.

Ya era la hora del receso, dónde todos los alumnos de Moulcof debían asistir a la cafetería si deseaban alimentar sus ruidosos estómagos, y el mío no era la excepción. Junto a Laura y Nacha nos dirigiamos hacia la mesa donde reside André, que nos hace señas para que nos sentemos allí. Una vez sentada de frente a la puerta principal del casino, con mi sandwich de jamón y queso; jugo de naranja y un delicioso muffin, empiezo a comer cuál deportista con dieta alimenticia.

A TU LADO [En curso] •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora