22. Melancolía.

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Siempre he tenido una fuerte atracción hacia Queen. Porque mas allá de sus fuertes letras y su ritmo suave, me dice que es para mí; que sus palabras me arropan dejándome en una montaña de paz. A parte, solían ser los favoritos de mi madre.

En estos nueve años he  crecido escuchando rock, o metálica o lo que se le asemejara al ruido. Claro, no digo que el rock sea algo ruidoso en sentido de burla u ofensa..., porque de eso se trata Queen, solo trae consigo recuerdos que preferiría no rememorar ya que a Marilyn siempre le ha gustado este género.

Todos esos momentos llegan uno a uno a mi mente mientras se escucha el tono de llamada de la Dra. Lee. Por una parte me hacen sentir inevitablemente vulnerable por la poca presencia de mi madre en mi vida, y todo se ve opacado con su despido; y por otra, siento sus dulces palabras antes de dormir... esas ricas malteadas en las tardes, acompañados de una melodiosa canción de Queen, su favorita solía ser "I want to break free".

Remuevo mi cabeza en un intento desesperado por borrar cualquier indicio de su voz al cantar.

—¿Te parece si me esperas mientras atiendo la llamada?.— señala su móvil, a la vez que habla.

Asiento, sin decir una sola palabra.

Esta sería la primera vez que hablaría con la Dra. Lee, al menos sobre el tema. Llevo dos años en terapia con ella, dos año en los que solo hemos llegado a entablar una simple conversación, desde "¿cómo te has sentido esta semana?, hasta "espero que algún día confíes en mí".

Mi relación con la Dra. Lee es un poco más personal que profesional, ya que en estos dos años ella ha sido mi hombro en que apoyar, pero aún así nunca le había dicho todo lo relacionado a mi pasado, aunque siempre he pensado que sabe, incluso, más que yo.

—Ya he vuelto. Era mi hijo, ya sabes cómo son los niños y sus peleas.

—Tiene 15 años, no es ningún niño.— digo, volteando los ojos en su proceso. El hijo de Melissa es contemporáneo a mi, solo nos llevamos días, pero aún así soy mayor que él y eso lo irrita a niveles inalcanzables. 

Se sienta en su escritorio, dejando uno de sus brazos en el costado de su silla de escritorio. 

—Me sorprendió mucho que me hayas llamado para agendar una cita hoy.— continúa, ignorando mi comentario. He de suponer que acostumbra este tipo de comportamiento sarcástico de mi parte.

Su sonrisa es la misma de siempre... comprensiva y admirable también, por sus derechos y blancos dientes. Pequeños hoyuelos se hacen notar en sus mejillas, a la vez que algunas que otras arrugas de evidente estrés en su pasado. 

—Deberíamos pasar a la parte en que usted me pregunta cómo me ha ido en la semana.— me recuesto en el diván de color marrón, dispuesto a comenzar y a terminar de una vez esta ridícula tarde, la cual yo mismo agendé.

—Creo que ya sabemos cómo te ha ido...

Camina hasta el pequeño sillón que se encuentra al frente del diván, agarrando a su paso una libreta dónde escribe no sé que. Su mirada posa en la libreta, y leyendo algo en ella, dice:

—Tómate el tiempo que necesites para hablar, yo esperaré..

Asiento, dejándome llevar por sus palabras. Cierro mis ojos, y respiro hondo, inhalando el leve olor a incienso.

Lo que más me gusta de la Dra. Lee, es que siempre ha sabido manejarme de la manera correcta, puesto que sabe cuándo hablar y cuando no. Siempre sabe que decir para disminuir el dolor constante en mi corazón. Porque a pesar de mi insensibilidad hacia las personas, ella logra divisar lo que nunca diría en voz alta.

A TU LADO [En curso] •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora