23. Sempiterno.

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Mini-maratón 1/2

—Disculpa...

Corro rápidamente hasta la puerta que me lleva al pasillo, dejando atrás a las personas. Cuando estoy saliendo encuentro a sentenares de estudiantes diambulando de un lado a otro. Unos con la misma rapidez de un rayo, otros solo están volando. Cómo yo, que corro de un lado a otro en busca del profesor Gillinsky.

Me abro paso entre las personas que se encuentran situadas perfectamente en mi camino, evitando así mi paso.

—Peeermiso— al no ser escucha, o mejor... al ser ignorada por un grupo de estudiantes, vuelvo a hablar, esta vez con disgusto. —¡Permiso!.

Maldición, muévanse...

Ya sólo faltaban quince minutos para poder presentar una de las últimas fotos para la galería. Hoy sería la junta con el profesor y el gerente de Acuarium, por lo que se definiría las elegidas para la presentación, y se podrán imaginar cómo se encuentra mi humor el día de hoy. Es una mezcla de nervios y ansiedad, a lo que da resultado a la mortificación de si serán o no lo suficientemente buenas para ser vistas por diversas personas de distintas clases sociales.

¡Pégales en las chikistrikis!

Y eso no es todo, porque cuando decido seguir llamando, pidiendo su atención para que muevan su tracero a otro lugar y así poder seguir mi camino, uno de ellos se voltea, y me mira con fastidio y los ojos entrecerrados.

—¿Qué?.

¡QUE TE MUEVAS JODER!

Las chikistrikis...

—¿Podrías hacer el favor de decirle a tus amigos que muevan su asqueroso y sudoroso tracero a otro lugar, para así yo seguir mi camino?...

—Puedes fácilmente pasar por encima de nosotros.

Señor, dame paciencia y en el.... resistencia.

Al parecer el treatillo que tuvo lugar en el pasillo de Moulcof, ganó toda la atención de las personas a su alrededor, por lo que los acompañantes del chico que parecía gorila se voltean, mirándome de arriba a bajo, sus miradas hacen lo posible por parecer lo suficientemente intimidante, pero aparentemente no logran lo querido, ya que con todo el orgullo de mi sistema, alzo la mirada para verle los ojos.

—Muevete o...

—¿O qué? ¿Harás un espectáculo?— ésta vez el que habla no es el gorila, es otro de ellos, con un enorme tatuaje en la muñeca. —No, no ya sé.. ¿Darás de que hablar otra vez? ¿Me invitarás al salón de mantenimiento?...

Su voz es interrumpida por el sonido del impacto de mi mano. Adivinen quien fue el dichoso en recibir una maravillosa bofetada de mi parte..., el horrible chico con el tatuaje de la muñeca.

Todos al ver aquella escena, se quedan en silencio, unos abuchandome y, otros simplemente impactados.

El chico con actitud de mariguano, se acerca hasta quedar cerca de mi oreja. Yo no me aparto en ningún momento.

—No debiste tocarme.

—No debiste atravesarte en mi camino.— fuerte, agarro el álbum que llevo en mis manos y paso por el lado del imbécil, tropezando su hombro con toda la brusquedad añadida —Púdrete.

Y allí se quedó, yo como pude logré salir de esa inoportuna situación, saliéndome con la mía. Camino lo más rápido que puedo, y en el camino reviso mi celular que vibra incesantemente, anunciando la llamada. Era el profesor Arthur.

Cuando he llegado al salón de juntas, suelto todo el aire de mis pulmones, como si lo hubiera retenido en todo este tiempo; peino mi cabello, alizando las puntas, reacomodo mi camisa y entro.

A TU LADO [En curso] •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora