O3 | Mi lugar seguro

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Tres meses.

No me habían demostrado nada sobre esa piedra, yo ya hacía caso con anterioridad. Tampoco había visto que la usaran en otros de mi división. Me habían separado de Alister y Alissa, y ahora solo la veía a ella a la distancia.

Mis entrenamientos en el Patio Rubí, mi división, se basaban en esperar a que me atacaran para así defender a mi inexistente príncipe o princesa. Disfrutaba aquello; fingir hacer algo. Y disfrutaba aún más cuando ese algo significaba que en mis pausas vería el establo.

Ese establo.

Un establo en el que, los martes, jueves y domingos, Alissa alimentaba a los caballos de los kuviros. Ella recibía un trato muy pacífico: tres comidas por día, buenos modales, agradecimientos y poder acariciar animales.

Yo acababa de cumplir mis nueve años, y recibía las tres comidas, mas no buenos modales, agradecimientos y poder acariciar nada. En su lugar, me despertaba super temprano y me dormía super tarde para entrenar.

Y Alister...

No sabíamos dónde estaba.

Nos habían dicho que la División Ojo de Tigre tenía deporte a campo abierto, en el que su entrenamiento se daba durante las noches y las mañanas, o, si había poco sol, en las tardes.

Alister tenía solo diez años, y era de los mejores de su división según oí de los guardias.

Alister no tenía una cama cómoda o un abrazo en las noches, pero tenía su rudeza que lo hiciera destacar.

Y esa tarde con frío de la helada, solo pude llorar pensando en si estaría bien, porque aunque pelearamos meses atrás, ahora Alister era de lo poco que me quedaba.

No fue hasta que pasaron tres años que volví a verlo.

En esos tres años, yo había mejorado. Había superado mis nervios excesivos, protegía y apreciaba. Había aprendido que la delicadeza y el cuidado eran cosas super importantes para la vida, y que era mi deber cuidar del mundo.

Ese día recuerdo que el mundo se me vino abajo una vez más. Estaba nevando y cuando salí, vi a Tyrus empujando a una chica a la nieve.

Tyrus era el mejor de la División Amatista, Inteligencia y Estrategia. Aún así, a mi parecer era de los más brutos. Con los años, yo me había vuelto una sombra que pasaba desapercibida. Si bien tenía cierta facilidad para las tareas que se le daban a mi división, no era de destacar.

No era ni un más, ni un menos. Era solo un espacio en blanco, un cero a la izquierda.

Y estaba completamente feliz siendo solo un cero a la izquierda.

Ese día, la nieve llegaba a los diez centímetros. Franssys me había confesado que la había medido con su regla artesanal. Se nos había dado esa opción: hacer manualidades. A veces pensaba que Franssys debía ir a Artesanos, en la División Lapislázuli, pero luego caía en su instinto de protección impresionante.

Ese día, Franssys no estuvo ahí para protegerla, solo yo.

Cayó de espaldas en la fría tarde de invierno, cerrando los ojos con fuerza.

Caminé rápido, correr no era suficiente pero debía pensar en un plan. Otro empujón, otro quejido.

─Así que... ¿Ganaste la medallita a la vaca más fea y gorda? Y no estoy hablando de la del establo ─rió.

─Las vacas no están en ese establo, están en la reserva ─soltó la rubia con desdén y cero miedo.

Alissa.

Él la tomó del cuello de su overol, levantando su ligero cuerpo por los aires, varios centímetros sobre la nieve. Sin duda en sus ojos, la miró.

─Vaca gorda y fea.

─Tú tienes un intelecto inferior al de una vaca.

─¡Y tú...! ─su puño se hizo una bola, apuntando a la rubia─ ¡Te enseñaré a callarte!

Estaría loca aquella mujer que le contestara.

─¡No puedes enseñarme si ni sabes hacerlo tú!

¿Estaba loca? Estaba loca, estaba malditamente loca.

Y yo también.

─No puedo permitir que... Hola ─murmuré al ponerme entre ambos, apartándolos el uno del otro y sonriéndole a Tyrus con los nervios a flor de piel─. Como decía: No puedo permitir que le, hm, que le enseñes a callarse. ¡Ella es muy bruta! Nunca aprenderá. Mejor anda con tus amigos y...

Tyrus se echó a reír, escandaloso y alejándose un poco de nosotros. Pude sentir la mirada fulminante de la pecosa en mi nuca, pero no me importaba. Esto era más importante, ¡la estaba salvando!

─¿Tú te haces llamar un Rubí? ─carcajeó─ Más que proteger con valentía, yo diría que esto es huir como un cobarde.

No pensaba discutir.

─El único cobarde aquí eres tú que peleas con una niña menor que cualquiera de tu división ─deduje frunciendo el ceño.

Su aliento a ogro me invadió. Tomó mi camiseta de entrenamiento con sus grandes y obesos dedos, grasientos por haberse tocado la frente en algún punto. Me levantó, tal y como había hecho con la rubia momentos antes.

Mis manos temblaban, mi frente sudaba, mi corazón latía y quería llorar.

Una piedra pequeña cayó en la cabeza del castaño, casi con la intención de hacerlo voltear, alejando sus ojos oscuros de mi débil cuerpo.

Ahí estaba. Alister Padneas y su sonrisa burlona.

─Así que... ¿Molestando niños menores? ─curioseaba algo gracioso, con una piedra grande en sus manos─ Eso es tan típico de ti, Tyrus...

─¿Qué quieres, Padds? ─rió─ ¡Auch! ─exclamó. ¡Alister le había lanzado la piedra en la nariz al voltear! ¡Alegría!

─Vuelve a decirme así y verás qué tan buena es mi puntería ─caminó hacia nosotros─. ¿Ustedes están bien?

─¡Oye, no es justo, me tiraste una piedra!

─¿Les duele algo? ─ignoró olímpicamente.

─¡Padds, te dije...!

─¡Ya no lo llames así, masa pastosa! ─grité.

La risa de Alister resonó en todo el lugar cuando el castaño se fue. Jamás la había escuchado. Era tan sorna, tan dulce y musical. Parecía un tintineo de celebración. Sus mejillas se llenaron un poco.

Él era feliz en ese momento, y yo nunca lo había visto feliz desde la última vez que vio a Tara.

Alissa, además, se había marchado, posiblemente decepcionada por mi defensa. ¡Yo estaba en Rubí, debía saber defender! No era justo. Debí poder defenderla. Pero, en ese momento, mis ojos eran por y para Alister y su sonrisa, quien me rodeaba con su brazo.

Sentir sus mejillas hacerse grandes de la emoción por mí, me había hecho feliz unos minutos.

─Te extrañé ─admití─. ¿Dónde has estado?

─Ya sabes, Seth. Por aquí, por allá... En muchos lugares, realmente. Lo importante es estar aquí, y ver cómo le cierras la boca a Tyrus.

Reímos juntos esa vez. Deseaba que se quedara.

Entonces, cuando se volteó a verme, supe que no estaría conmigo ese año tampoco.

─Gracias, Seth.

Y solo le sonreí, pretendiendo no saber que se volvería a ir a más misiones a campo abierto.

─No hay de qué, Alister.

Alister era mi lugar seguro, pero yo no el de él. Y nunca lo sería.

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Espero mucha participación de Alister 🌚✨

¿Y ustedes? ¿Les va gustando alguno en especial?

De oro y bestias© | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora