39 | No toda unión puede romperse

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Sentí la sangre brotar sobre mi mano, yo intentando apaciguarla con desesperación. Sus ojos mirando profundamente los míos, casi con rabia.

Nunca iba a olvidar ese momento.

Estábamos agarrándonos del hombro del otro, sin dejar de mirarnos, y mientras Durán volvía a su forma, Alissa se desplomó en el suelo.

Sentí la respiración agitada de Ruby, victoriosa mientras sostenía la espada.

Mis ojos se cristalizaron y la dejé caer, dejé de sostener el mango, dejé de intentar retirar la espada.

Comencé a ver borroso, las lágrimas fueron demasiado.

Ella cayó de espaldas al piso al final. Su sangre cubría mis piernas.

─Te odio por esto ─murmuré enojado─. Lo lamento tanto.

Ella solo sonrió. En el fondo, estaba harta.

─Todos estos años... Yo solo estaba encerrada ─susurró, supe que Durán y Alissa la oían─, pero ahora, llegaste tú y pude ser libre un tiempo. No seré una esclava, pero tampoco tenía libertad.

Sorbí agua por la nariz. Mi marca brillaba.

¿Por qué ella dolía más que Alister?

Era demasiada culpa. Alister lo merecía más, sin embargo, la vida era cruel.

Yo me sentí cruel.

─Lamento haberte obligado a amarme.

─Te amo de todas maneras, déjame ayudarte, busquemos una sanadora, no puede ser que seas una félara y mi espada simplemente...

─Es de Trimitrio ─alzó la voz el príncipe─. Tu espada es de Trimitrio. Es un poderoso metal ─movió su cabello, tomando una espada del suelo. Su ropa estaba rasgada, pero se la había vuelto a poner─. Sin venenos. Sin sangre. Solo metal, y la atravesaste, es suficiente para matarla.

Durán se agachó junto a Ruby, mirándola con respeto. Después de todo, ambos provenían de situaciones parecidas, mas habían elegido distintas formas de solucionar su vida.

─Príncipe de Cratano ─llamó ella, tragando saliva, haciendo notar que le empezaba a costar respirar─, quiero que mi reino quede a manos de Lérida, hija de mi tía en Ámapol, en mi suceso. Encárguese de eso.

Durán, haciendo una reverencia ahí agachado, asintió.

─Me aseguraré de que su reino esté en buenas manos, y apoyaré a su prima en lo que necesite, pero debo asesinarla a usted ahora, ya que no confío en una simple espada.

Él se puso de pie, sosteniendo su propia arma. Me interpuse para cubrir a Ruby, pero ella me calló.

─Seth, déjalo hacerlo.

─¿Qué? No, ella ya fue atravesada por mi maldita espada, es suficiente ─sollocé.

─Sabemos que no. ¿No quieres vengar a Alister? ─bufó molesto, casi indignado por mi rebeldía.

─¿Qué, quieres volver a matarla? ¿Eso nos devolverá a Alister?

Silencio.

─No, pero no puedo dejar que muera tranquila y en paz.

Y los ojos de Durán, cristalizados, me miraron con furia.

─Quiero la cabeza de la reina de Soldier ─espetó─. Mató a mi amigo. Mató a tu amigo, al amigo de Alissa, al hermano de Tara. Reacciona, Setherin.

─¡Espera a que muera sola y ahí llévate su cabeza!

─¡No puedo dejar que muera sola, ella no merece ese privilegio de morir en los brazos de quien ama, mierda!

─¿Tú quién eres para elegir por ella? ─nuestros pechos chocaron. Me miraba demasiado intenso.

─Soy tu príncipe, y por si no lo recuerdas, soy quien te desmarcó cuando estabas desesperado, cuando ni siquiera querías oír su nombre.

─Dijiste que no querías mi lealtad.

─No la quiero. Quiero que te muevas y me dejes vengar a quien fue tu amigo.

Una lágrima cayó de su ojo izquierdo y su cara amenazó con cambiar su expresión para poder llorar a los gritos, pero se contuvo.

Simplemente se guardó lo que sentía hasta que el dilema se resolviera, hasta poder hacer su deber.

Durán era todo un rey.

Ni siquiera volteé a mirarla cuando me moví cabizbajo, mirando el suelo. Veía manchas de sangre de distintos colores, como un arcoiris muy oscuro, y a lo lejos, un cúmulo de materia que alguna vez fue Alister.

Pero Alissa había desaparecido.

─Seth ─le oí decir a la morena detrás mío, recostada─, quiero decirte algo.

─No voy a girarme a verte morir.

Un suspiro de sorpresa, o quizás simplemente uno intentando respirar salió de su boca. Mis ojos volvieron a cristalizarse. Me sentía un niño.

─Quiero que busques a Silv cuando puedas ─tosió─. Yo quería conocerlo, pero cuando nos separamos, en mi desesperación, le pedí a una bruja ayuda y me prohibió verlo ─otra tos, y me giré a ver a Durán, quien fruncía el ceño con la espada en alto─. Quería que lo conocieras, pero no hubo tiempo de decirlo más dulcemente.

─¿Quién es Silv? ─preguntó él.

Un silencio. Ruby estaba dejando de respirar.

─Silv es la prueba de que lo hiciste mal ─le dijo al príncipe─. No toda unión puede romperse. No todo plan... ─se entrecortó su respiración.

Ruby sonrió a la nada, cerrando los ojos.

─Me gustaría que lo conocieras... ─volvió a susurrar, perdiendo fuerza─. Me gustaría que conocieras a tu hijo.

Y antes de que me girara a siquiera verla, Durán ya había cortado su cabeza.

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De oro y bestias© | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora