11 | Porque eres diferente

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La cocina. Buen lugar para ocultarse de una princesa que de a momentos parecía adorarme y de a otros querer ejecutarme. Sus cambios de humor repentidos eran lo único que no necesitaba, razón por la que la estaba evitando.

La reina me había hablado, me había dicho que me apartara. Ella era cruel, tosca y falsa.
Y Ruby era exactamente lo contrario.

Ruby me trataba bien, me hacía sentir que era más que un peón en un juego de ajedrez con ciegos como contrincantes. Entre sonrisas y elevos dulces de mejillas, ella podía animarme, y extenderse hasta mí solo para que yo oyera mejor su voz.

Nos vieron en la feria al irnos juntos, y la monarca del reino había ordenado a su hija más cosas que ocuparan sus horarios. Entre ellas, equitación, navegación por mapa, lanza con arco y flecha, y demás.

A los dos días, me pudo parecer raro.
A la semana, noté que la estaba entrenando.

La reina quería volverla independiente para que no necesitara un guardia, y mientras yo me escondía, ella estaba en su clase de lucha con espadas. Era principiante. Tardaría en salir de ahí y yo tendría tiempo para comer algo y así volver a mi sala de control cuanto antes.

Quería pasar tiempo con Ruby, claro que quería. Acompañarla, ayudarla y aconsejarla. Pese a mis intentos por estar con ella, la reina me ponía obstáculos, así que dejé de intentar.

Llevaba una semana y media. Una semana y media de hablarle dos veces al día, como mucho. Y eso me generaba un vacío inmenso.

Me detuve a pensar en aquella cocina.

«¿La salsa de tomate lleva tomate?»

─Aburrido, ¿cierto? ─cuestionó una voz familiar detrás mío. Volteé con poco entusiasmo y vi a Alissa mirándome. La rubia traía trenzas a sus costados y sus pecas la hacían ver espectacular─ No comas todo lo que encuentres. Les cuesta preparar.

─Solo consumiré unas verduras ─dije sin ánimos. Su aroma a tierra mojada me gustaba.

─Bien... Venía por algunas cosas, creo que podrías ayudarme. ¿Me prestas esos brazos?

─¿Necesitas cargar algo pesado?

─No, pero ¿de qué te sirven tremendos músculos y manos enormes si no vas a ayudar a una vieja amiga?

Soltando una sonrisita de lado, dejé la zanahoria, la lechuga y el morrón por un costado de la mesada, y con algo más de energía la ayudé a sacar cajas de debajo del mueble y a revisarlas. Necesitaba apio.

─¿Estás triste? ─me preguntó al cabo de un rato.

─¿Por qué rayos necesitas apio...?

─Flowna solo come apio cuando está en celo. No puedo hacer más ─habló. Supuse que hablaba de un animal─. ¿Qué te tiene tan frustrado?

Suspiré llevándome una mano a la nuca. Odiaba las charlas de ese tipo.

─¿Conoces a la reina?

Una sonrisa se formó en su rostro.

─Ya te dijo que te alejes, ¿no?

Eso me descolocó. Encontré el apio.

─¿No es la primera vez que sucede?

─Hm. Antes de ti, había un compañero mío que cuidaba a Biun. Garius era lindo y ella era más joven, por allá de los dieciséis y los catorce ─divagó. ¿Qué edad tenía Ruby actualmente?─. Él también fue amenazado ─se elevó de hombros─. Como no hizo caso... ─silencio.

A veces, esos silencios me desesperaban, y más si se trataba de la princesa, aún si ella no era quien hablaba, me hervía la sangre al saber que ella podría estar pasándola mal porque sus cercanos sufrieran.

Después de todo, yo era quien debía protegerla, y en serio quería cumplir con mi trabajo.

─Dilo.

Desvío la mirada, y exhaló. Uno de sus mechones sobresalía y lo pude ver al observarla tomar el apio.

─Lo relevaron de su cargo como primero al mando en los establos. Su puesto me lo dieron a mí. Ahora él está en el reino Cratano. Lo regalaron como esclavo.

Me preocupaba, me preocupaba muchísimo. ¿Qué haría yo si me alejaban? No podía arriesgarme a eso.

Yo era un jodido soldado. Eso era mil veces más fácil de regalar y mil veces más fácil de aceptar, más si era por los reyes del reino Cratano, quienes tenían al caprichoso príncipe Durán que aceptaba regalos cada dos por tres.

Antes no me hubiera importado. No tenía nada que perder.

Ahora era distinto.

Le agradecí a Alissa por contarme y fastidiado salí de la cocina. Dejé toda comida atrás, podía vivir sin comer un día.

Caminé con rapidez por los pasillos. Debía hablar con Ruby. ¿Por eso ella me prestaba tanta atención? ¿Todo el cariño y adoro que me ofrecía era por recordarle a Garius? O peor aún, para suplantarlo.

Yo era un guardia, un soldado entrenado para matar, no un chico del establo. Nunca lo sería.

De niño deseaba estar en la División Cuarzo justamente por eso, para estar en un jodido establo con animales bonitos, y acariciarlos cuando llorara; estar a salvo todos y cuidarlos a ellos, y no a sucios kuviros que estaban dispuestos a atacar un pueblo indefenso y no cortar su propia comida.

Pero no. Yo era un Rubí, un hombre con habilidades peligrosas, y era fácilmente reemplazable, aún si mi división no era de las más comunes.

Al salir del castillo, pude verla en su caballo. Mi caballo, mejor dicho. Agitaba su cabello a diestra y siniestra, y una espada era blandida frente a ella. Una espada enemiga. Estaba en práctica.

─¡Bloquea mejor! ─exclamó su contrario, atacándola y finalmente tirándola al suelo cuando su caballo la empujó. Por su ropa sucia, supe que no era la primera vez que ella perdía─ Su alteza, necesita estar preparada. Si no puede atacar desde un caballo, ¿cómo va a hacer? ¿Irá a pie a todos lados?

Él se burlaba. Lo podía oír bien. Sin embargo, sabía que sólo así aprendería. Así aprendí yo.

─¡Podría solo bajarme del caballo y atacar!

─¿Y cómo alcanzará a huir si es una emboscada? ¿Dejará a su caballo desprotegido? ¿Y si se le escapa y usted no puede detenerlo?

─Yo...

─General ─llamé con seriedad. El pelinegro kuviro se dio la vuelta dejándome ver un tono de gris negráceo y frío. Mis brazos detrás de mi espalda lo incentivaron a imitar mi postura─. ¿Me concedería un segundo con la princesa? ─al verme, asintió. Sabía mi rango a la perfección, y la princesa me esperó sonriendo a que él se fuera.

─¿Qué haces aquí? ─hablaba con la sonrisa de oreja a oreja por mi visita. Al notarme decaído, la borró─ ¿Sucede algo? ─sus comisuras bajaban cada vez más. Asentí con la cabeza.

─Solo quería expresarle que... Que yo soy un guardia. Nada más que eso ─le dije─. No seré un amante, ni un amigo. Ni... Un suplente de alguna relación suya.

Ella me miraba confundida, y mordiéndose los labios por dentro de la boca, asintió lentamente.

─Si esa es tu elección...

─¿Usted planeaba tenerme como alguna de esas cosas? ─no pude evitar cuestionar. La princesa tragó duro, evitando mi mirada.

─Mucha gente de poder, kuviros en su mayoría, tienen amantes kova ─expresó algo apenada, mirando a Biun─. No te obligaría a ser el mío, pero tampoco negaré querer considerarlo luego. No pareces un mal compañero de vida.

Mi cara era todo un dilema. Sus ojos claros de pronto se clavaron en los míos. Yo era un soldado y nada más, o eso quería ser.

─Tú nunca serás un suplente, Seth ─fue lo único que dijo al dedicarme una sonrisa triste, para luego tomar a Biun y querer irse.

Yo asentí de a poco, no me sentía satisfecho, aún si sus ojos decían «Porque eres diferente».

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De oro y bestias© | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora