27 | Rodeándolo como cadenas

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RUBY

Tomé el cuerpo, corrí. Corrí rápido, sintiendo calor.

Pronto se notarían esas marcas de quemadura en su piel, pero no me importaba.

“Fuego creciendo en el bosque”  escuché decir a una voz familiar, como un susurro a través de las hojas, un susurro que llegaba a mis oídos. “Apáguenlo. Concéntrense en apagarlo” ordenó.

Cuando miré atrás, nadie me seguía, así que relenticé mi paso. No podía correr, no con él en brazos.

«Abandoné a Haelon» recordé, «Lo abandoné para traer a Seth conmigo».

Intenté justificarlo con que no podía traer a ambos, pero me rendí, así como me rendí de correr con Setherin cargado en brazos cuando la llovizna cesó. Llegamos al pequeño campamento que habíamos montado y sonreí contenta, suspirando. Entré a rastras el cuerpo de Seth y lo recosté sobre unas mantas.

Quité la armadura débil que había sido atravesada y rasgué su camisa, arrancándola. Estaba mojadísimo, pero nada me detendría. No podía permitirme detenerme, no entonces.

Con la armadura mi mano se raspó y cayó sangre en su camisa en el suelo. Quejé por lo bajo. No era momento.

Lo vi inhalar con fuerza, comenzando a sudar. Sabía que la temperatura estaba empezando a subir, sabía que lo sofocaba, pero no podía evitarlo, no tenía control aún. Yo no sentía nada ahora más que ansiedad, nervios, estrés, el tiempo correr.

Puse mis manos sobre su pecho, revisando la herida que atravesaba desde su abdomen hasta su espalda alta. Se me agitó la respiración, una gota de sangre cayó lenta y triste por su costado.

Era como una lágrima. Me paré a verla caer.

─Seth ─llamé desesperada─. Seth, ¿qué hago?

Pero él no respondía. Él no podía responder.

Y de pronto, casi como una luz en mi cabeza, recordé la última alternativa, una que lo salvaría.

«La marca sana todo lo que no se puede sanar».

Debía marcarlo.

Inspiré hondo. Un suspiro alargado.

Sentí náuseas.

Entonces, me pregunté:

«¿Esto es lo que tú querrías?»

Y sin pensarlo dos veces, entrelacé mis manos en su pecho, lista para empezar.

Lloré por el dolor que empezó a sentir, sintiéndolo debajo mío, apretando los dientes, jadeando. Y al final, vi el efecto.

Dos líneas coloradas de carne inflamada salieron por su pecho hacia su cuello, rodeándolo como un collar.

Rodeándolo como cadenas.

Creaban curvas en su piel. La línea vi que iniciaba en el pecho, formando una mandala algo extraña; seguía hasta su cuello, enredándose en él, continuaba en su espalda, haciendo ondas; y finalmente, llegaba a la parte trasera de sus piernas, atándolas con marcas que les daban la vuelta entera.

Pero al final, la marca lo salvó, porque ser de mi propiedad era más importante para las diosas kuviras que la muerte honorable que podría haber tenido. La marca es un acto de amor, de conexión, y eso es suficiente para que sane cualquier herida.

Cada lastimadura en su piel se hizo más pequeña y finalmente desapareció. Seth estaba sano. Era...

Era mío, pero estaba sano.

Seth me odiaría. Lo había amarrado de por vida.

Así que aguantando el nudo en mi garganta, me acerqué a su oído inconsciente y susurré en él.

─Setherin de Rubíes, por el poder de tu piedra, te ordeno que la marca sea invisible a tus propios ojos ─una de mis lágrimas cayó por su rostro, camuflándose con una de las suyas por la agonía─. Te ordeno que no te enteres, a partir de ahora, eres mío, y lamento mucho eso, pero la marca sana lo que yo no puedo sanar.

Abrió los ojos, algo confundido, y me echó una mirada lenta que poco a poco se fue cerrando. Antes de que quedara inconsciente de nuevo, un brillo naranja cruzó por sus ojos.

La orden había sido efectuada. Setherin de Rubíes estaba marcado y no lo sabría nunca.

O, al menos, eso creí.

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De oro y bestias© | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora