23 | ¿Mamá?

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Realmente no dudaría en que algo estaba mal. Aunque la princesa negara, yo lo presentía. Ni bien la reina cerró aquella puerta, yo me desplomé a sus pies.

─¿Te hizo algo, Ruby? ─mis manos fueron directo a las suyas, yo estando de rodillas y ella sentada enfrente de un gran espejo de marco rosado.

El calor le subió al rostro. Estaba jodidamente caliente, casi sentía dolor en las manos y me obligué a mantenerlas ahí, ni de coña la soltaría. Su cabello estaba...

─¿Por qué es lacio? ─desvié mi atención preocupado, ella dejó de sonreír─ Tu cabello no es lacio, es rizado. Hermoso y rizado.

Una semana sin verla, cuando anteriormente ya llevaba dos semanas, más el resto de esperas...

Ya no lo soportaba.

─¿No te gusta?

─Usted me gusta, pero esta no es usted.

─Tienes razón, pero me temo que no puedo cambiarlo ahora.

─¿Es otra poción? ¿Ahora su forma natural consiste en tener el pelo lacio?

Ella soltó una risita.

No, claro que no me contendría así, es ilógico pensar que era posible. Mi boca rápidamente y sin dudarlo se dirigió a su mejilla, dejando un beso ahí. Cerré los ojos. Fue como besar una banda de látex, suave y terso.

Cuando me separé, ella parpadeó unas tres veces.

─¿Acabas de...?

Bajé la cabeza de golpe, avergonzado.

─De verdad, lo siento ─«Estúpido, estúpido, estúpido»─. Yo no sé qué fue eso, lo siento, en serio.

─Un instinto, quizás.

Levantó un poco sus comisuras, dejándome ver los hoyuelos que aparecían a saludarme. Ella parecía mínimamente feliz, por un segundo, pude ver que se disipaba de dudas.

Por un segundo, creí que...

«Ella no es ella» repitió la voz de Alissa en mi mente.

Ella no era ella, y yo no cedería.

Esa no era Ruby, no la mía.

Me contó todo lo que sabía, que ahora era una félara, que la reina quería exterminio exterior, y que, finalmente, ella tenía que ir al sur a hablar al reino enemigo más cercano, a través del bosque. De no lograr un acuerdo, actuaría conforme a lo que le dijera su piedra.

La princesa de los kuviras, guiada por una piedra, como tal kova promedio.

─Si no quieres acompañarme, lo entenderé a la perfección, yo en tu lugar... ─intentó persuadirme, pero rápido, negué.

─No, Ruby, yo quiero estar ahí ─tomé su mano de nuevo─. Estaré contigo en todo momento, y haré lo posible para evitar daño.

─Seth, yo... No creo que debas venir.

Fruncí el ceño, la besé tomándola por la barbilla con toda seguridad. Besé sus labios para calmarla. Pareció funcionar. Fue algo rápido, pero me provocó un latido especial.

Quizá seguía enamorado de la princesa.

─Iré contigo.

Olí temor, pero entendía por qué era. Ruby sólo quería protegerme. Ella era la misma.

Ella... Ella era mi Ruby, claro que no me iría. Ese era mi hogar.

Y entonces sólo sentí temor.

─── ☼ ───

En el carruaje decidimos no hablar, no había mucho que deseara decir después de ese encuentro. Estábamos uno frente al otro, ella en su precioso vestido, justo al cuerpo, azul con dorado que ya había visto una vez, y yo con mi uniforme y los ojos brillantes de pupilas dilatadas que con solo verla aparecieron.

Era una tortura, porque aún sin ser mi Ruby, era igual a ella, me provocaba lo mismo que ella, me hacía sentir igual.

¿Y si Alissa estaba equivocada?

A lo largo del viaje intenté guiar mi vista a otros lados que no fueran la princesa, pasé por las ventanas, el diseño del carruaje que era aterciopelado negro con toques dorados, diferente al de la reina que era blanco en su totalidad; sus zapatos...

Y su cuello...

Y sus latidos.

Cruzamos miradas sólo una vez en todo el viaje, y sólo en esa, su corazón latió más rápido por unos segundos.

Sus pupilas también se dilataban al verme, estaba seguro.

Lo único que me desconcentró de estar frente a ella y respirar su aroma indescriptible fue la voz de uno de los soldados que estaban conduciendo el carruaje, solo en una simple oración:

«De aquí no sale».

Llegamos a lo profundo del bosque al anochecer, donde se levantaron dos carpas. Éramos tres soldados, la princesa y yo, tres kuviros y un kova. ¿O dos kuviros, una félara y un kova? Era difícil de saber. Pronto advertí que ellos traían esas nuevas armas, fuertes, poderosas, a distancia, las llamadas armas de fuego, mientras que yo traía una espada.

Esto era preocupante. Instalaron todo, y ambos soldados se recostaron en nuestra carpa. La princesa tenía la suya propia, y tomaríamos turnos para esperar afuera de su carpa. Lógicamente, el turno más largo y el primero además era mío.

Mirar a la fría noche a través de un montón de obstáculos mientras mis ojos se cierran era bastante jodido.

A las horas me tambaleaba, sentí que me dormiría, y cuando miré a la luna y leí dónde estaba, supe que ya había terminado mi turno. Otro vino a relevarme, pero el mal sabor de boca todavía lo tenía.

No parecía confiable aquel viaje.

Todavía así, cielos, no pude evitar dormir al volver a escuchar ese sonido de grillos que me había acompañado de niño. Se me puso borrosa la vista, bostecé, y al rendirme contra el cansancio, vi una luz que tenía su propia voz.

“¿Setherin?” preguntó, y sólo en el sueño según yo, respondí contento: “¿Mamá?”

─── ☼ ───

De oro y bestias© | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora