1O | El deseo de reina Coryn

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A veces, el espacio entre nosotros generaba más satisfacción que la idea de que no esté. Y a veces, ese espacio solo generaba ansiedad, una sed, un estómago hambriento por lo que deseamos.

Cuando Ruby puso sus manos en mis clavículas, acariciando así mi piel al quitarme la camisa blanca que traía, entendí que ese espacio entre nosotros tenía el segundo efecto.

Hubiera deseado que tuviera el primero, así yo no tendría ganas de acercarme más, de acercarla a mí, de revivir su esencia cuando su olor pasara por mi nariz y su mirada por mi cuerpo.

Me hubiera gustado que todo fuera diferente.

Puso sus dedos en mi pecho, acariciando lentamente todo, como si quedarse tocándome fuera la única opción. Bajó hasta mi abdomen, sonriendo pensativa, y por último, llegó hasta debajo del ombligo, en donde yo podía notar que su sombra cubría mi piel de la cruel luz de luna que entraba por la ventana de su alcoba.

Soltó aire por la boca al notar pequeños vellitos que iban hacia abajo, y ahí supe que debíamos parar.

─El resto no necesita quitarlo ─murmuré con la voz ronca por el desespero. Mis pupilas estaban demasiado dilatadas, así que veía borroso─. Puede dibujar lo que ya ve.

Mi tronco estaba todo descubierto, así como mis piernas y brazos. Lo único que traía puesto era lo que cubría mis partes bajas, y, por amuleto, un collar de hilos negros y cortos que anudaban una piedra.

Una piedra normal, una piedra que simbolizó mucho. No era preciosa, esas eran de los kuviros, y yo siempre sería un kova.

Ruby asintió, y con su mano derecha me tomó del brazo para levantarse de su agache. Me miró a los ojos, y sonrió.

─Tienes razón, no necesito quitarlo ─rió e hizo una pausa. Fue entonces cuando, en mi despiste y vista sin enfocar, pude sentir una de sus manos en las tiras de mi ropa interior, las cuales se ataban para que esta no se cayera.

Tiró de ellas.

Aquello era tan...

─Pero quiero quitarlo, Seth.

Llevé mis manos hasta los huesos de mi cadera, que aún teniendo una musculatura promedio sobresalían de mi cuerpo. Todavía sin ver bien, cerré los ojos, intentando intensificar mis otros sentidos.

Por el olor, supe que ella soltaba las mismas ansias por sacarme esa prenda que yo. Pude oler su emoción, su deseo oscuro y pecaminoso.

Por el tacto, sabía que había metido dos dedos en mi ropa, lista para bajarla.

Por el oído, supe que respiraba con fuerza.

Y con mis manos, toqué a los polizones que se encontraban en mi ropa, y los quité.

─Creo que estás confundida. Yo...

─Solo voy a dibujarlo, Seth.

─Aún... ─volví a chistar─ No estás lista. Y quiero que cuando muestre mi forma más vulnerable físicamente, lo estés. Sino, no deseo nada ─mentí de nuevo. Oh, claro que sí.

─¿Lista para qué? ¿Qué, es del tamaño de un candelabro acaso?

─No es kuviro, yo no soy kuviro. No es como el de los tuyos, y no quiero que lo veas, hasta que yo no sepa que puedes soportarlo ─abrí mis ojos y solo pude verla mirarme con decepción y berrinche.

─Los... Los he visto ilustrados en libros de biología general, yo...

─¿Y crees que sea igual? ─reí y ella bufó.

De oro y bestias© | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora