22 | Coryn, te lo pido

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NARRADOR OMNISCIENTE

La reina entró al dormitorio de la princesa, viéndola casi celestial enfrente de su gran espejo, sentada, peinando su cabello lacio ahora. A decir verdad, Coryn rara vez soportaba esos rizos castaños, solo le recordaban lo que nunca fue suyo: su marido.

Era muy difícil ser madre de una princesa bastarda reconocida, ella lo sabía bien. Ruby se encontraba inexpresiva desde el baile, apenas comía, apenas bebía, su corazón casi no latía aunque Coryn sabía que era efecto secundario de lo que ella misma le había hecho.

Oh, ella lo sabía bien.

─Mi reina, el soldado espera.

Coryn asintió, se sentó en la suave cama de su hija, sonriente, viendo su espíritu frágil como el de una magnolia.

─Mi niña, ¿terminaste de alistarte? ¿Estás preparada para verlo? ─se puso de pie y se acercó, tomándola por los hombros con cariño, disfrutando como se veían sus cabellos, igual de lacios─ Sé que lo extrañaste.

─Te detesto.

─¿Disculpa?

Silencio.

─Sabes lo que siento por él ─decía la princesa con un gesto triste de párpados caídos y comisuras cabizbajas─. Me estás... hiriendo tanto, madre.

Coryn sonrió apacible, acercándose a su oreja expuesta.

─Yo no soy tu madre. Tu madre es la regalada cortesana que se acostó con el rey por unos papeles de cambio de reino.

Entonces susurró:

─Por el poder de tu piedra, princesa Ruby de Soldier...

Un cristal brillante relució en el collar colgante de Coryn, un rubí, uno bastante grande. El pecho de la princesa subió y bajó con fuerza, resistiendo. Ella se resistía, ella peleaba.

Ella peleaba como lo haría él por ella, estaba jodidamente segura de que si Seth estuviera en ese lugar, no dejaría de negarse.

─(...) Te ordeno que vayas al bosque...

─Por favor, no.

Una mueca de dolor se instaló en su cara, apretó su propio cabello en un puño.

Dolía, dolía tanto.

─Y mates a tu ser más amado, sabiendo yo que es... Seth.

Abrió la boca para agarrar más aire pero no podía, era como si todo el oxígeno del planeta se hubiera marchado o acumulado en un lugar tan lejano, sus uñas se clavaron en su pecho, ella negó con fuerza.

─Jamás le haría daño.

─Pero lo harás. Tu piedra te lo ordena. Sucia félara.

─Coryn, te lo pido...

─Finge que esta orden no te la he dado frente a él, pero luego de eso, te ordeno que no exista la compasión.

─Coryn ─susurró una última vez sin aliento.

La piedra te manda.

Y para cuando él entró, ambas sonrieron.

─Hola, Seth. ─dijeron al unísono, para luego la reina continuar:─ Los dejaré solos. ─y la princesa concluir:─ Te estaba esperando.

Recordó las palabras de Seth en una tarde soleada, ella estaba con su caballo dándole de comer, viendo cómo se alimentaba. Supo darse cuenta de que Seth la miraba. La miraba, tal vez, diferente a como la solía mirar.

Ruby una vez, en juego, amenazó con usar la piedra de Setherin, y él, en respuesta, solo dijo serio:

«Espero que jamás lo haga. No puedo desobedecer, pero no dude en que moriré intentando».

Ahora ella debía hacer eso.

Y quizás, morir intentando.

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De oro y bestias© | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora